Marcó la cancha

Análisis. Por Hugo E. Grimaldi - Agencia DYN.

11 Diciembre 2007
BUENOS AIRES.- A minutos de haber asumido y frente a la Asamblea Legislativa, Cristina Fernández de Kirchner pasó muchos mensajes, la mayor parte destinados por elevación a todos a quienes les cupiera el sayo, y otros explícitos, como el que hizo centro en Tabaré.
La técnica del palo y de la zanahoria que usó Cristina frente al uruguayo no se salió para nada del libreto general de un discurso abrumadoramente político, con constantes y valorables referencias al futuro, aunque destinado a mostrar a propios y a extraños quien es ahora el Jefe (la Jefa). Pese a que no es de buen anfitrión invitar a la casa propia a alguien para tenderle una celada.
Este conflicto diplomático, seguramente el peor manejado de la historia, ya que la Argentina dejó voluntariamente sus relaciones exteriores en manos de un grupo de presión, puso a la Presidenta en la necesidad de golpear la mesa fuerte, para marcar territorio desde el minuto uno. Lo mismo hizo de modo preponderante en cuestiones de política interna, desde el momento en que dijo "vengo a tomar posesión del cargo", frase que despachó con el primer aliento. Este punto, que no estuvo nunca en discusión tras la contundencia de los resultados electorales, tiene que ser leído necesariamente en clave política, sobre todo porque esas palabras fueron pronunciadas frente a un auditorio colmado de peronistas.
Entonces, Cristina le mostró sin tapujos a sus partidarios quien mandaba ahora, con un discurso que además le sirvió para despegarse de cualquier especulación sobre la simpleza de una eventual continuidad. En su salsa, la Presidenta marcó todas las coincidencias con "el presidente que tengo a mi izquierda", pero a la vez se adueñó del futuro y de aquello que se ha pensado como líneas de acción, aunque buena parte de ellas hayan sido definidas en el discurso como persistencia y profundización de lo realizado. De esa forma, la Presidenta pasó sus mensajes a todos y a cada uno y señaló que espera profundizar el rol del Congreso, mejorar otros estamentos de la Justicia, más allá de la Corte, encontrar formas dignas de lucha para defender a la educación pública y reconstruir lo que llamó el "imprescindible valor de la seguridad".

Grandes metas
Tampoco se apartó del esquema de la impronta personal en el Acuerdo Social, que definió como "un acuerdo de grandes metas, cuantificables, primero, aunque luego iremos sector por sector para ver cuál de ellos necesita apoyo, para que la competitividad sea algo más que el tipo de cambio". En este tema también apuntó al blanco de empresarios y gremialistas: aseguró que no iba a ser gendarme de la rentabilidad de unos (precios), ni tampoco parte de la interna sindical (salarios). Y dejó, además, una pista extra de gran importancia y de extrema diferenciación, porque marca un derrotero, algo que ha sido poco usual en los últimos cuatro años: "energía y alimentos serán la clave". Toda una definición para saber dónde vamos. (DyN)

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