Extravagantes confidencias de maniáticos

Extravagantes confidencias de maniáticos

Lo sabe, pero no puede evitarlo. La gente con trastornos obsesivos está cegada por un temor absurdo y reacciona con comportamientos anómalos.

CAUTIVO. El maniático necesita hacer las cosas de una manera rutinaria. CAUTIVO. El maniático necesita hacer las cosas de una manera rutinaria.
20 Mayo 2007
La piel canela, el pelo crespo, los ojos achinados y la nariz eminente la dotan de una expresión imperturbable. Pero cuando escucha la pregunta se ríe y acaba con la seriedad. "Los maniáticos son unos plomos", dispara Carolina Orellana.
La joven empleada de una lavandería suelta su plancha y aprovecha la charla para tomarse un respiro. "Mi prima Adriana es muy temática; tiene una manía con la puerta de la casa porque pregunta mil veces si está bien cerrada. A veces hasta se despierta en medio de la noche pensando en ello", cuenta.
Con el consiguiente esfuerzo que significa responderle cuando ha interrumpido el sueño, Carolina vuelve a dormirse pero al día siguiente le reprocha. "Ella se resigna porque siente que no puede cambiar. Me parece que las manías son hereditarias porque mi tío es igual", dice.
Y no son pocos quienes se quejan de las conductas compulsivas. Cinthia Medina, manicura, levanta sus párpados sombreados de beige y sigue hablando de los ritos que esclavizan. "Como yo no tengo ni un rasgo de manía, me molesta la gente que no puede apartar las preocupaciones de su mente", sentencia.
¿Por qué? "No me interesa comprobar si la luz está apagada u ordenar todo. Esas pequeñeces pueden transformarse en un problema serio no sólo para quienes las sufren, sino también para sus familiares", responde.
Por supuesto que no todo el mundo está dispuesto a enredarse tanto con las excentricidades ajenas. Debajo del ceño adusto, los ojos de David R. brillan con destellos de picardía. Sucede que el plomero se divierte con las conductas de su esposa. "Mi mujer es una obsesiva con el tema de las hornallas de la cocina. Antes de salir, siempre las revisa", relata.
Cuando el matrimonio ya está bastante lejos del hogar como para volver, don David le pregunta: "¿querida, seguro que apagaste la cocina?" Y entonces cunde el pánico en la señora. "Yo me divierto, pero es triste que sea una prisionera de sus chifladuras", reflexiona el hombre.

Con la escoba en mano
De hecho, desprenderse de las ideas fijas es una dura tarea. Hay quienes, como Ada Gabriela Paz, que son esclavos del orden. La necesidad de que las cosas de la casa estén en su sitio es jurisprudencia para ella. "Me reconozco como una maniática de la limpieza; vivo con la escoba en la mano. El miércoles pasado me levanté a los dos de la madrugada y como no podía dormir de nuevo, me puse a barrer", confiesa. Las compulsiones de esta esposa y madre la someten a conductas obstinadas dentro del hogar, aunque también la convierten en una excelente empleada. Terca, perfeccionista y detallista, en su trabajo es considerada muy eficiente. "Yo no paro hasta que les saco el último pelo a mis clientas", se jacta la depiladora.
Eso -que parece trivial- es una verdad revelada y reconocida por los terapeutas. Los maniáticos son, en general, eficaces en su profesión. La psicóloga Carmina Varela, especialista en terapia gestáltica, explica que un trabajador maniático resulta poco proclive a equivocarse. Sin embargo, ese individuo exitoso sufre para relacionarse.
"Su patología le impide muchas cosas, como disfrutar del mundo exterior. Se trata de personas inseguras que necesitan sentir que tienen todo bajo control porque de lo contrario se desmoronan. Son gente con escasas habilidades para el trato", describe la especialista.
Al margen, pues, de la bonanza laboral, el maniático pierde tiempo en las locuras y termina cayendo en sus redes. "La existencia de ciertas manías es algo normal. El problema surge cuando uno se somete a las compulsiones. De hecho, una manía suele ir acompañada de otras similares, lo que convierte a la vida cotidiana es una sucesión de rituales", alerta Varela.
Se podría decir que los ataques de pánico, las fobias y las manías son primos hermanos entre sí. Se trata, en todos los casos, de trastornos obsesivos compulsivos que tienen un factor genético determinante. "Es muy probable que si las personas con cierta predisposición adquirida son expuestas a una situación límite, desarrollen la patología", indica.
Varela distingue el hecho de tener ciertos rasgos obsesivos a sufrir un trastorno compulsivo y, para diferenciar uno y del otro, asevera que se deben evaluar las consecuencias. "Si llegamos tarde constantemente porque nos quedamos a limpiar la casa o a controlar que las cosas estén ordenadas, estamos ante el primer síntoma", concluye. Tan preocupantes son los delirios que no sólo la psiquiatría se ocupa de ellos, sino también la ciencia. Desde hace algunos años, en los hospitales de Estados Unidos, Francia, Alemania y Suecia se implantan microchips en los cerebros de los maniáticos para frenar las ideas obsesivas.

En cama chica
¿Servirán los electrodos para curar arrebatos como los de Manuel Molina, que a veces prefiere acostarse en la cama chica para no desarreglar la matrimonial recién tendida por sus propias y laboriosas manos? "Suelo lavar la ropa porque no puedo esperar a que llegue la empleada, que trabaja sólo de tarde", relata el chef (casado, 33 años). Su mujer, que es todo lo contrario, no logra entender cómo hace él para estar pendiente del orden. Incluso, lo observa admirada cuando cocina y lava la vajilla casi al mismo tiempo. "Es que no me gusta el desorden y la suciedad", replica ameno.