No es fácil analizar los 90 minutos. Olimpo fue superior, por orden y contundencia, pero en ningún momento dejó la sensación de estar cuatro goles arriba de San Martín. Sin embargo, llegó cinco veces hasta el área rival y convirtió cuatro tantos. También hubo un mano a mano que salvó Javier Lavallén. El local, en cambio, fue dueño de la pelota durante la mayor parte del encuentro. Por momentos la manejó con orden y la hizo circular correctamente. Pero después del primer gol anotado por Ismael Blanco, todo cambió. El “santo” se puso nervioso, comenzó a equivocarse en los pases y el arco defendido por Marcos Gutiérrez quedó lejos, demasiado lejos. Fue tanta la impotencia y el desorden, que el golero visitante, ovacionado por todo el estadio, tuvo una tarde tranquila.
Las realidades de San Martín y de Olimpo son completamente opuestas. Tal vez en los momentos que atraviesan ambos equipos puedan encontrarse las razones de un resultado tan contundente. Los bahienses ganaron el Apertura y tienen la tranquilidad de saber que al finalizar la temporada estarán en la lucha por el ascenso. A eso hay que sumarle la capacidad goleadora de Blanco, que tuvo una chance para convertir y no falló; el oficio de Silvio Carrario para manejar los hilos ofensivos y hasta para marcar el segundo tanto, algo que no sucede con frecuencia últimamente. Además, cuenta con a movilidad de Martín Cabrera y la seguridad de una defensa que no tuvo fisuras.
Todo lo contrario ocurre con el conjunto “santo”. El nerviosismo es cada vez más notable; los rendimientos individuales están lejos de ser los esperados y hasta el esquema táctico ideado por Roldán se quebró. La defensa otorgó demasiadas ventajas y cada vez que la atacaron quedó expuesta y sin reacción. Los volantes tuvieron la pelota, pero no supieron qué hacer con ella. Arriba, Luis Rueda es pura voluntad, pero si lo dejan solo será difícil anotar un gol.
Olimpo provocó una tormenta futbolística. Los daños ocasionados fueron muchos. Duele ver lo que pasó en la cancha. Pero mucho más duele ver lo que sucedió fuera del campo de juego.
Vergüenza
La cara de Luis Rueda lo decía todo: no había explicación alguna sobre la mala tarde del equipo. “Todos los que estamos en San Martín nos sentimos muy mal, padecemos vergüenza deportiva por lo que sucedió, pero vamos a hacer todo para salir de este mal momento”, aseguró el “Cóndor” antes de subirse a su auto.
Emotivo empate en Bahía blanca
BAHIA BLANCA.- Al cabo de un atrapante cotejo, Villa Mitre y Tigre igualaron 3 a 3. Además de los seis goles, el encuentro tuvo ida y vuelta, cambios en el marcador y expectativa hasta el último segundo.
Primero pegó el local, con un cabezazo de Martín Aguirre, pero Tigre no se inmutó y buscó el empate con su estilo de toque al ras del piso. Así creó varias situaciones de gol y logró igualar el partido gracias a su delantero más peligroso, Juan Manuel Pereyra.
Tigre siguió mejor, aunque Aguirre volvió a acertar en el arco de Daniel Islas, esta vez con un disparo rasante, después de varios rebotes, y puso otra vez al frente a Villa Mitre. Esta vez el visitante acusó el golpe y los bahienses tuvieron chances a ampliar la diferencia, aunque no supieron aprovecharlas. Pero, antes del descanso, una gran pared entre Juan Carlos Blengio y Leandro Lázzaro, terminó con el disparo del defensor y la igualdad.
En el segundo tiempo, Tigre logró pasar al frente en el marcador con otra aparición rutilante de Pereyra. El corpulento delantero eludió a tres jugadores, avanzó por la derecha, enganchó de zurda y la puso lejos de Diego Fernández.
Villa Mitre no se dio por vencido y tuvo su premio con un tiro largo desde su arco; aguantó “Beto” Yaqué, y Diego Minor culminó con un zurdazo mordido. Tanto Islas como Fernández debieron seguir trabajando hasta el final de una partido atractivo. (Télam)