Se acerca el verano y con él, las vacaciones para un gran número de argentinos que, a pesar de las crisis, de los precios altos y de las dificultades económicas, saldrán a las rutas durante enero y febrero. Ya sea para realizar viajes cortos por la región, para ir a la Costa Atlántica, a Brasil o a la Patagonia, miles de personas expondrán sus propias vidas y la de sus familias en los caminos que recorren nuestro país. Y hoy eso parece ser una acción temeraria.
Desde hace varios años, el estado general de las rutas se deteriora. No es algo nuevo. Sin embargo, en estos últimos 24 meses, la situación se ha agravado. El ajuste en las cuentas públicas que viene realizando el Gobierno nacional impactó con fuerza en la infraestructura vial. Prácticamente no hay obras y el mantenimiento se ha reducido considerablemente. Si bien hay zonas más complicadas que otras, el desgaste es notable, porque al ajuste actual se suma los años de desinversión de las administraciones anteriores.
De este modo, salir a la ruta hoy se convierte en un riesgo: a las habituales imprudencias de otros conductores y a la alta velocidad se suman caminos que repletos de pozos, desniveles y con una señalización deficiente que obliga, muchos casos, a realizar maniobras bruscas que pueden derivar en tragedias
En nuestra región hay ejemplos concretos de esta situación. Si bien es cierto que el estado de las rutas nacionales que atraviesan Tucumán es relativamente aceptable -en comparación con lo que ocurre en otros puntos del país- quienes viajen al norte se encontrarán con un escenario preocupante en la provincia de Salta. El tramo de la ruta 9/34 que une Rosario de la Frontera con Metán se ha vuelto un desafío para los conductores. Se trata de apenas 30 kilómetros cuyo recorrido a veces demanda más de una hora.
La combinación es letal: un tránsito intensísimo conformado, en buena medida, por camiones de gran porte, confluye en un camino deteriorado de un modo extremo. A eso hay que sumar la enorme presión urbana que se genera por la cercanía de dos ciudades importantes en lo comercial y en lo productivo. Pocos kilómetros al norte de Rosario de la Frontera, a la altura de El Naranjo, se observan movimientos de suelo que corresponden a la incipiente construcción de una nueva trocha para agilizar la circulación. Pero su concreción aún es incierta.
Este corto pero muy complicado tramo sirve como ejemplo de lo que ocurre en muchas otras rutas nacionales del país. Y si nos referimos a los caminos provinciales, Tucumán presenta una deuda que de a poco se va salvando, pero que aún es grande. El estado de los caminos que dependen de la Dirección Provincial de Vialidad muestran, en su mayoría, un deterioro que se arrastra desde hace muchos años. Hay casos emblemáticos que periódicamente son denunciados por los productores rurales nucleados en Apronor. De todos modos, vale destacar que en estos últimos dos años, el Gobierno ha realizado obras de gran importancia para mejorar el estado de algunos de estos caminos. Lamentablemente, el abandono al que fueron sometidos en gestiones anteriores hace que el esfuerzo siempre parezca insuficiente.
Volviendo a las rutas nacionales, el Gobierno ha anunciado que privatizará distintos corredores. Ha empezado por los que se encuentran más cerca de Buenos Aires y no se sabe con claridad qué ocurrirá con los caminos del norte. Mientras tanto creemos que es imperioso que se hagan trabajos de mantenimiento serios y eficientes. Lo necesitan los productores, los transportistas, las empresas y, fundamentalmente, los millones de argentinos que a diario arriesgan sus vidas.








