Recuerdos fotográficos: 1862. Balbín, el carrero que dio su nombre a Los Vázquez
En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.
Balbín Vázquez, que falleció en 1874, era un comerciante, hacendado y carrero tucumano que tenía tierras en el sur de la ciudad. Por él se llama Los Vázquez el sector ubicado al sureste capitalino.
Carlos Páez de la Torre (h) escribió varios textos sobre las carretas, el medio de transporte de personas y mercaderías central hasta más allá de la llegada del tren en 1876.
Tucumán era proveedor de carretas para el país. Según un escrito póstumo del doctor Domingo Navarro Viola, publicado en 1865, “de 800 a 1.000 carretas salen de aquí (Tucumán) anualmente, y se venden en el litoral más de la mitad con su dotación. Las demás hacen el retorno de mercancías para Tucumán, Salta y Jujuy”. Navarro Viola renegaba con la carreta, “este maldito vehículo de conducción que tanto tiene atrasada la industria, el comercio y hasta la moral de nuestros pueblos”.
Pero era el único que había, tirado por bueyes, para llevar mucha mercadería en un viaje largo. En su “Ensayo histórico sobre el Tucumán” (1882) Paul Groussac calculaba que una carreta tucumana, aún la mejor construida, no duraba más de dos años “en los caminos abominables de Salta a Buenos Aires”. Así, la vida de cada monumental vehículo no se extendía más allá de “dos viajes de ida y vuelta”.
Un viajero irlandés, Tomas J. Hutchinson, recorrió el país y llegó a Tucumán. En 1865 publicó un libro de un viaje entre 1862 y 1863 y contó del encuentro en Córdoba con la tropa de Balbín Vázquez. “Esta tropa que se componía de 20 carretas, necesitaba 200 bueyes, 20 mulas, 10 o 12 caballos y como 30 hombres para su segura conducción”, apunta. “Su conductor, don Balbín Vázquez, me dijo que, por lo general, el término medio de un viaje de Rosario a Tucumán era de 25 a 35 días”. Y cuando “el camino estaba malo o la boyada no podía marchar por falta de agua”, el lapso podía estirarse hasta tres o cuatro meses”.
Los textos completos de Páez de la torre:
y “En el tiempo de las carretas” (06/02/1998).








