Jonathan Franzen: “Escribo novelas para dar placer, no para dar lecciones”

En una entrevista realizada por David Perell para su canal de YouTube, el reconocido escritor estadounidense Jonathan Franzen reflexiona sobre el humor en la novela, la construcción de personajes, el rechazo al sentimentalismo, el lugar del lector y el impacto de la tecnología en la cultura contemporánea, y reafirma su idea de que la literatura debe ante todo producir placer.

Jonathan Franzen: “Escribo novelas para dar placer, no para dar lecciones”
07 Diciembre 2025

El escritor estadounidense Jonathan Franzen, una de las voces más influyentes de la narrativa contemporánea, reflexionó sobre el oficio de escribir novelas en una extensa entrevista en la que abordó el humor, la construcción de personajes, la relación con el lector y su mirada crítica sobre la tecnología y la cultura digital. Lejos de una literatura solemne, Franzen defendió la comedia, la distancia y el placer como ejes centrales de la ficción.

“Soy, fundamentalmente, un novelista cómico”, afirmó. Y aunque muchos lectores no siempre lo perciban así, el autor de Las correcciones sostuvo que el humor no es incompatible con la seriedad literaria, sino todo lo contrario. “Si el autor no puede reírse de su protagonista, algo está mal. La distancia —trágica o cómica— es crucial”.

El corazón del personaje

Para Franzen, escribir una novela es ante todo crear personajes centrales potentes, mientras que los secundarios cumplen funciones dramáticas más limitadas. La clave, explicó, está en definir una frase esencial que resuma el conflicto del protagonista: “Busco una frase que describa su problema, idealmente un problema pequeño pero que para él sea enorme. Cuanto más trivial y más importante le resulte al personaje, más gracioso es”.

Ese deseo, aunque mínimo, es lo que pone en marcha el relato. “Una vez que un personaje quiere algo y otro quiere algo distinto, ahí ya hay drama”, señaló, minimizando la importancia del pasado biográfico o los detalles físicos frente a la esencia narrativa.

Contra la victimización y el sentimentalismo

Franzen fue especialmente crítico con las novelas que se construyen desde una lógica de victimización. “Cuando un personaje —y el autor— están convencidos de ser víctimas de la injusticia, el libro se vuelve moralmente cómodo y pierde atractivo”, advirtió. En cambio, defendió una mirada más ambigua sobre el bien y el mal: “Nadie es completamente bueno ni completamente malo”.

En ese sentido, destacó que reírse de los personajes libera al lector: “Si estás riendo en la página tres, sabés que no te van a pedir que adhieras a una victimología”.

Escribir es investigarse a uno mismo

Aunque sus historias no sean autobiográficas, Franzen sostuvo que escribir ficción requiere una investigación profunda sobre uno mismo, especialmente cuando aparecen la vergüenza o el pudor. “No hay solución técnica para la vergüenza en la escritura. Hay que entrar en ella”, dijo, recordando que durante Las correcciones tardó meses en transformar algo que le resultaba vergonzoso en material cómico.

“Cuando podés reírte, te liberás. El personaje puede seguir sintiendo vergüenza, pero vos ya tomaste distancia”, explicó.

Contra el “trauma dumping”

El autor también diferenció la ficción del llamado trauma dumping, esa escritura centrada en volcar el sufrimiento personal sin elaboración. “Puede dar consuelo a quienes pasaron por lo mismo, pero está demasiado enfocada en el yo”, dijo. Para Franzen, la ficción debe construir un pacto con el lector: “Mis lealtades están más con el lector que con los personajes”.

Como ejemplo positivo citó la novela Banal Nightmare: A Novel, de Halle Butler, destacando cómo multiplicar personajes que se quejan convierte el sufrimiento individual en comedia colectiva.

El placer como justificación

Con el paso de los años, Franzen abandonó la idea de que la literatura deba “cambiar el mundo”. “Hoy escribo por placer y para dar placer. Eso, en tiempos políticamente crudos, ya es una posición”, afirmó. Para él, si un texto no es divertido —en un sentido amplio que incluye el goce del lenguaje— simplemente no funciona.

“No está funcionando si no veo el humor o si no es lo suficientemente divertido”, sentenció.

Contra los clichés y la escritura perezosa

Franzen fue implacable con los clichés: “Tenés derecho a uno por libro. Al segundo, dejo de leer”. Para él, el uso de frases hechas revela una falta de atención y una desconexión con el lector. “Un cliché te saca del sueño vívido de la novela”, explicó, insistiendo en que la ficción debe construir una experiencia inmersiva.

Tecnología, capitalismo y desconfianza

Consultado por su temprana crítica a la tecnología, Franzen explicó que su escepticismo surge de una combinación de desconfianza hacia el capitalismo corporativo, su formación literaria y la influencia del satirista Karl Kraus. “Las promesas de que internet iba a hacernos mejores personas eran ridículas y deshonestas”, afirmó, señalando la concentración de poder en las grandes plataformas como un fenómeno “profundamente anti-humanista”.

El trabajo cotidiano del escritor

En cuanto al método, Franzen admitió que hoy escribe mucho menos que en su juventud: “Puedo pasar cuatro horas reescribiendo 200 palabras y escribir una página recién al final del día”. Sin embargo, defiende esa lentitud: cada página debe quedar “publicable”. “La clave es el tono”, repitió varias veces. Encontrarlo puede llevar meses, pero una vez hallado, “todo despega”.

Mirar de cerca

Hacia el final, Franzen habló de su amor por las aves como ejemplo de una estética basada en la observación atenta. “No hay pájaro que no sea asombroso si se lo mira de cerca”, dijo. La frase podría leerse como un manifiesto de su literatura: una defensa de lo cotidiano, lo imperfecto y lo humano, abordados con humor, cuidado y placer narrativo.



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