DEBATE. Normas, vínculos y pedagogía son algunos de los puntos que entran en juego cuando una escuela prohibe el uso del teléfono.
El anuncio de nuevas sanciones por el uso del celular en el Colegio Guillermina volvió a encender un debate tan reiterado como aún irresuelto. ¿Cómo regular el uso del teléfono en las aulas sin desconocer su presencia insoslayable en la vida cotidiana de los estudiantes? La medida, comunicada por mail a las familias, provocó inquietud entre alumnos y sorpresa en parte de la comunidad. En paralelo, datos nacionales muestran que el problema no es local ni aislado. Argentina está entre los países con mayor distracción estudiantil asociada al uso del celular en clase.
Endurecer las reglas
Según el comunicado enviado el fin de semana a los padres, el colegio resolvió endurecer las sanciones para quienes usen el celular dentro del aula, especialmente durante evaluaciones. La advertencia es clara y establece que si un estudiante es detectado usando el teléfono en una prueba o instancia curricular, pasa automáticamente a recuperación, como si hubiera desaprobado.
Si los incumplimientos continúan, podrían aplicarse incluso suspensiones, siempre previo diálogo con las familias.
La medida se fundamenta en que, según la institución, algunos alumnos estaban desconociendo el acuerdo escolar de convivencia. El texto, sin embargo, no detalla cuántos casos hubo ni qué situaciones específicas motivaron el cambio.
El colegio, en silencio
Tras la difusión del comunicado, LA GACETA intentó obtener la versión institucional. Pero el colegio sólo autorizó a hablar al representante legal, cuya identidad no fue informada y a quien sólo se podía contactar por un teléfono fijo. Después de tres llamadas sin éxito y sin que se proporcionara un número alternativo, no hubo una voz oficial que explicara la medida.
La voz de estudiantes
En un breve intercambio fuera de cámara, un grupo de seis o siete alumnos confirmó que el comunicado llegó a los correos de sus padres y que el tema no es nuevo, sino que se discute constantemente, entre los cursos.
Las opiniones, como suele ocurrir, están divididas:
• A favor de la medida: varios consideran que puede ayudar a mejorar la atención. “A mí me sirve porque me distraigo menos”, contó una alumna.
• En contra o preocupados: otros estudiantes dependen del celular para acceder a PDFs, textos y documentos digitales utilizados en clase. Para ellos, restringirlo sin ofrecer alternativas concretas genera dificultades.
También mencionaron que algunos padres venían pidiendo medidas más firmes ante lo que consideran “uso excesivo” de las pantallas.
Un problema transversal
El debate abierto por este caso no es nuevo ni exclusivo. Es, de hecho, una manifestación local de un debate global.
La ministra de Educación de Tucumán, Susana Montaldo, explicó que el tema se trabaja de manera conjunta con las instituciones y familias.
“Tenemos conversaciones con padres y familias para acordar controles porque necesitamos que cuiden a los chicos. Cada director sabe cómo debe organizar el tema. Lo que solicitamos es que haya control con fines pedagógicos”, afirmó.
Y advirtió: “No queremos que todo quede en las pantallas; por eso distribuimos libros. Trabajamos con acuerdos y concientización. Es un tema de la educación actual y tenemos que educar para que toda la sociedad sea seria y responsable con el uso de los dispositivos”.
Para la ministra, el desafío no es prohibir, sino procurar orden. Encontrar un equilibrio que proteja la atención y el aprendizaje sin desconectarse de la realidad tecnológica de los estudiantes.
Es que más allá de las normas, esta discusión interpela a toda la sociedad. En muchas familias, las contradicciones son evidentes ya que existen padres que exigen límites, pero usan su propio teléfono durante las comidas; adultos que piden desconexión para sus hijos, mientras permanecen hiperconectados.
Así, por el momento no hay respuestas definitivas. Lo que sí parece claro es que el camino para minimizar conflictos es el de abrir el diálogo.
Datos y cifras: Argentina, entre los países con más distracción
El debate actual se potencia con un informe brindado este años por el Observatorio de Argentinos por la Educación, en el que se reveló que en nuestro país el 54% de los estudiantes argentinos admitió que se distrae por el uso del celular durante las clases.
Por otro lado, 46% se distrae específicamente por el uso del dispositivo de otros compañeros, y ambos números son los más altos entre los 80 países evaluados.
El informe también demostró una correlación directa entre la distracción digital y el rendimiento académico ya que países como Argentina, Uruguay y Chile presentan altos niveles de distracción y desempeños relativamente bajos en Matemática. En el otro extremo, Japón y Corea del Sur tienen muy baja distracción (5% y 9%) y puntajes altos.
En Argentina, además, el 54% de los alumnos lo usa todos los días. La misma proporción de quienes dicen distraerse.









