

Cada 15 de noviembre, la Iglesia católica celebra en su santoral a San Alberto Magno, una de las figuras más admirables del pensamiento medieval. Nacido en Alemania alrededor del año 1206 y fallecido en Colonia en 1280, fue dominico, teólogo, filósofo, científico y maestro de Santo Tomás de Aquino. Su curiosidad intelectual lo llevó a estudiar desde la teología hasta la botánica, la astronomía y la alquimia, en una época en la que el conocimiento todavía se veía con recelo desde los ámbitos religiosos.
San Alberto buscó siempre tender un puente entre la razón y la fe, convencido de que el estudio de la naturaleza era otra forma de conocer a Dios. Por su vasto saber, fue llamado Doctor Universalis y proclamado Doctor de la Iglesia en 1931. También es considerado patrono de los científicos naturales, de los estudiantes y de quienes se dedican a la investigación. Su vida recuerda que la búsqueda del saber no está reñida con la espiritualidad, sino que puede ser una forma de servicio al bien común.
En esta misma fecha, la Iglesia también recuerda a San Rafael de San José Kalinowski, un carmelita polaco del siglo XIX que sufrió persecución política, trabajó como ingeniero militar y luego dedicó su vida a la vida monástica y a la formación espiritual de los jóvenes. Fue canonizado por Juan Pablo II en 1991.
Santos que se conmemoran el 15 de noviembre
Además de San Alberto Magno y San Rafael de San José Kalinowski, el calendario litúrgico recuerda hoy a:
San Eugenio de Toledo
San Desiderio de Cahors
San Fidenciano y compañeros mártires
San Fintano de Rheinau
San Gurias de Edesa
San José Mkasa Balikuddembé
San Leopoldo el Piadoso
San Maclovio de Alet
San Samonas de Edesa
San Sidonio de Rouen
Beato Cayo Coreano
Beata Lucía Brocadelli
Beata María de la Pasión de Chappotin
En este 15 de noviembre, la figura de San Alberto Magno invita a reflexionar sobre la curiosidad, el estudio y el conocimiento como caminos hacia la verdad. En un mundo dominado por la velocidad y la información inmediata, su legado sigue recordando que la sabiduría —la verdadera— necesita tiempo, escucha y contemplación.







