Luisina Giovannini, que cambió su pueblo por el sueño del tenis, desembarca en el WTA 125 de Tucumán.
Tucumán vuelve a ser sede del tenis grande. El Lawn Tennis Club, con su historia centenaria y su tribuna que huele a polvo de ladrillo y tardes de sol, será escenario desde el 3 de noviembre del WTA 125, el torneo que marcó un antes y un después para el circuito femenino en Argentina. En la lista de jugadaras que dirán presente se encuentra Luisina Giovannini, la jugadora santafesina de 18 años que ya se ganó un lugar entre las mejores del país y que encarna algo que no abunda: una mezcla de garra, madurez y elegancia.
A los 11 años ya jugaba por dinero en Francia. “Era todo nuevo: los viajes, los torneos, el idioma. No era fácil ser tan chica y estar lejos de casa, pero fueron experiencias que me hicieron aprender y crecer”, recuerda. Su historia podría resumirse en una palabra que ella misma elige para definir su tenis: equilibrio. No sólo dentro de la cancha, sino también fuera de ella.
Nacida en Coronel Moldes, un pueblo de apenas 10.000 habitantes, Luisina dejó todo para perseguir un sueño. “Lo más difícil fue estar lejos de mis hermanos y de la familia. Extrañaba la rutina, la vida de pueblo. Decidir irnos a Rosario fue duro, era empezar de cero en una ciudad enorme, sin trabajo y sin conocer a nadie. Pero mis papás se arriesgaron por mí y acompañaron mi sueño”, cuenta. Hoy, instalada en Buenos Aires para entrenar, reconoce que esos sacrificios tempranos marcaron su carácter. “Cuando hacés sacrificios tan temprano, aprendés a valorar todo de otra manera. Viajar sola, arreglarte como podés, estar lejos de tu gente… Todo eso te forma y te da otra mirada sobre el esfuerzo y la vida.”
Su estilo de juego no pasa desapercibido. Los especialistas la comparan con Ashleigh Barty y Roger Federer por su uso del slice y su inteligencia táctica. Luisina sonríe al escuchar esos nombres. “Me gusta mucho ese estilo. No es solo pegar fuerte: el slice te permite variar, cambiar el ritmo, crear algo distinto. Barty y Federer lo hacían con una elegancia increíble, y me encantaba verlos jugar, cómo hacían que el tenis pareciera fácil.”
Pero detrás de esa sutileza hay una competidora feroz. “Me gusta variar, no soy de las que buscan pegarle siempre fuerte, pero soy muy competitiva. En el fondo, la elegancia también está en cómo uno pelea cada punto.” De Federer dice admirar “la serenidad bajo presión”, y de Barty “su calma y su capacidad de adaptarse a cualquier rival”. Dos virtudes que, mezcladas, resumen buena parte de su propio tenis.
El año pasado, una lesión la obligó a detenerse. Esa pausa la hizo mirar el deporte desde otro lugar. “Las lesiones te obligan a frenar, a tener paciencia y a conocer tu cuerpo. Si vos no hablás, el cuerpo lo hace por vos. En cierto nivel, el tenis pasa más por la fortaleza mental que por el golpe. Por eso es tan importante poder trabajarlo y estar lo más suelta posible para jugar.”
Hoy ocupa el puesto 277° del ranking mundial y es la quinta raqueta argentina. Pero más allá del número, su entusiasmo está puesto en lo que viene. “Es muy importante que se hagan torneos en nuestro país. Son grandes oportunidades para nosotras. Competir en casa, con la gente apoyando, tiene un valor especial. Significa que el tenis argentino está creciendo.”
Para ella, ese crecimiento también requiere inversión. “Hay mucho talento, muchas jugadoras jóvenes con futuro, pero a veces no tienen los recursos para seguir compitiendo. Si se invierte más en formación y oportunidades, el nivel puede crecer mucho.”
Cuando entra a la cancha, dice que piensa en su familia. “Pienso en mis padres, en los sacrificios que hicieron para que yo pudiera jugar. Dejaron nuestra casa, nuestra vida de pueblo, para acompañar mi sueño. Me da fuerza recordar todo lo que pasaron por mí. Y lo mejor es que nunca me obligaron: siempre me acompañaron.”
Luisina Giovannini llega a Tucumán con el mismo impulso que tenia a los 11 años. El de seguir creciendo sin perder el equilibrio entre la pasión y la calma. Entre la niña que soñaba y la profesional que hoy pisa una cancha WTA, hay una línea recta hecha de esfuerzo, talento y una convicción: la de luchar hasta el último punto.







