Desde que Bartolomé Mitre asumió la Presidencia de la Nación en 1862 se realizaron 44 elecciones de medio término. Elecciones que hasta la reforma de 1994 -y a excepción del brevísimo interregno de la “Constitución peronista” de 1949, abolida tras el golpe de Estado de 1955- estuvieron orientadas a la renovación de la Cámara de Diputados. En la realidad del siglo XX y hacia adelante siempre sirvieron como el termómetro que mide la temperatura de cada gobierno. Por eso, para los oficialismos nacionales suelen ser un dolor de cabeza, una inoportuna piedra en los zapatos de la gestión que los obliga a sumergirse en una campaña justo en la mitad del mandato.
Hubo de todo a lo largo del tiempo: desde Presidencias que salieron fortalecidas gracias al espaldarazo popular a otras que quedaron sentenciadas de antemano en la mitad de la cuesta. Una vez que los calendarios electorales se ajustaron, el esquema se trasladó a las provincias, con gobernadores colocados en el mismo aprieto que el Presidente de turno. Un laberinto de espejos del que más de un candidato salió magullado.
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Estas 44 elecciones pueden dividirse en seis bloques históricos, que sirven para identificar etapas nítidamente definidas de la vida democrática argentina. No siempre Tucumán acompañó estos procesos en sintonía con el resto del país y eso pudo apreciarse a lo largo de la serie de 21 capítulos que publicó LA GACETA. Allí quedaron detallados -uno por uno- los resultados de todas las elecciones de medio término, junto al nombre y a la filiación partidaria de quienes accedieron a las bancas, desde la primera organizada en 1864 hasta la más reciente de 2021. Esos bloques se conforman así:
1) El orden conservador (19 elecciones, entre 1864 y 1914).
2) La irrupción de la Unión Cívica Radical, tras la sanción de la Ley Sáenz Peña (cinco elecciones, entre 1918 y 1930).
3) La “década infame”, tal como la definió el tucumano José Luis Torres (cuatro elecciones, entre 1934 y 1942).
4) El primer peronismo (dos elecciones, entre 1948 y 1954).
5) El regreso del radicalismo, con el peronismo proscrito (tres elecciones, entre 1960 y 1965).
6) El retorno de la democracia, con 42 años ininterrumpidos de su pleno ejercicio (11 elecciones, entre 1985 y la apuntada de 2021).
Desandando este camino van emergiendo claves que hablan de sucedido en el país y en Tucumán.
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1) El orden conservador. A un Congreso conformado por representantes de las élites comerciales, sociales y culturales de la Argentina -y de Tucumán, por supuesto-, la provincia le sumó un diferencial: los representantes de la industria azucarera, una rareza tratándose de aquel país anclado en el modelo agroexportador. Por eso en la Cámara de Diputados o en el Senado no era común -ni cómodo- escuchar voces defensoras de los intereses de una industria. Claro que no se trataba ni de los empleados ni de los obreros de las fábricas, sino de sus propietarios; el tema no eran entonces los derechos de los trabajadores, sino el precio del producto -el azúcar- y la financiación del sistema.
Fue una etapa de muchísimo protagonismo tucumano en el Parlamento, lógico reflejo de lo que sucedía en un Poder Ejecutivo que sumó tres Presidencias tucumanas claves en la etapa de la organización nacional: dos de Julio Argentino Roca y la restante de Nicolás Avellaneda. Vale apuntar que a lo largo de ese medio siglo no existía la participación popular. El poder era un juego reservado y repartido entre unos pocos.
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2) La irrupción de la Unión Cívica Radical, tras la sanción de la Ley Sáenz Peña. El voto universal (en realidad a medias, porque estaba vedado a las mujeres), secreto y obligatorio sacó a la UCR del abstencionismo y la catapultó al Gobierno, en el país y en la provincia. Lo llamativo es que en Tucumán los radicales se pegaron más de un tiro en los pies durante las elecciones de medio término de la década del 20. Divididos en múltiples facciones, les sirvieron en bandeja el triunfo a los conservadores. Aún así, cumplieron con una de las claves de la época, ya que de la mano de la UCR accedieron al Parlamento nuevos actores, principalmente profesionales de las clases medias y medias altas de una sociedad que se reconfiguraba a toda velocidad.
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3) La “década infame”. Producto del primer golpe de Estado, perpetrado en 1930, surgió esta restauración conservadora en la que confluyeron liberales y radicales antiyrigoyenistas. Años determinados por el fraude electoral y por la orfandad en la que habían quedado los sectores populares tras la muerte de Hipólito Yrigoyen. No obstante, Tucumán funcionó como una isla durante este período porque las elecciones se celebraron con llamativa limpieza. Fue, además, una época dorada para el radicalismo, contundente en las urnas y firme en la conducción del Estado de la mano de Miguel Campero y sus huestes “antipersonalistas”.
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4) El primer peronismo. Fueron sólo dos las elecciones de medio término que llegaron a organizarse y en ambas el resultado fue similar: victorias arrasadoras de esa nueva expresión política que barría como un tsunami lo vivido hasta el momento en la Argentina. Tucumán fue peronista desde el minuto cero, al punto de que ningún otro partido logró llevar un representante al Congreso en esos años. Fue impactante lo sucedido con la UCR, ya que pasó de ser un partido de masas a reducirse a una expresión muchísimo más acotada. Es más; si el orden conservador había sido el de un Congreso copado por las élites, mientras que el radicalismo había aportado la cuota de profesionales clasemedieros a las Cámaras, lo que hizo el peronismo fue colmarlas de representantes del movimiento obrero.
Voto femenino
En 1949, la reforma constitucional consagró el voto femenino -junto al derecho de las mujeres a ser elegidas- y así Otilia Villa Maciel fue la primera tucumana que ocupó un escaño en la Cámara de Diputados. La elección de medio término de 1954 -al igual que la presidencial de 1951- contó con la particularidad de que el voto era uninominal y por circunscripción. En la práctica, el vecino no votaba una lista sábana, sino al representante de su zona, en este caso para el Parlamento. El golpe de 1955 le puso a fin esta Constitución; es más, la borró de un plumazo, como si nunca hubiera existido.
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5) El regreso del radicalismo, con el peronismo proscrito. Aquí vale dividir los tantos. En la primera de esas elecciones de medio término, la de 1960, efectivamente no hubo peronistas y fueron distintas alas de la UCR las que se dividieron la representación parlamentaria. Tiempos en los que Celestino Gelsi gobernaba Tucumán. Pero en 1962, el presidente Arturo Frondizi abrió el juego y el peronismo volvió a pisar con fuerza. Tanta que los militares lo obligaron a anular los comicios y poco después lo echaron, golpe de Estado mediante. Esos fueron los diputados que nunca asumieron (al igual que Fernando Riera, que había ganado la gobernación). En la restante elección de medio término, la de 1965 y ya con Arturo Illia en la Casa Rosada, el peronismo pudo presentarse utilizando sellos eufemísticos. En el caso de Tucumán, se impuso con el nombre de Acción Provinciana. Y algo más: la década del 70 fue la única de la historia en la que no se celebraron elecciones de medio término.
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6) El retorno de la democracia. Para algunos son episodios todavía frescos; para otros, lucen lejanos. Que felizmente la estabilidad institucional trascienda cuatro décadas ininterrumpidas es un ejemplo de madurez democrática no del todo valorado. Son nada menos que 11 las elecciones de medio término acumuladas en el período, bloque histórico que sumará mañana un nuevo capítulo.
Una bisagra en este sentido fue la reforma constitucional de 1994, ya que acortó el mandato presidencial de seis a cuatro años, y en el caso del Poder Legislativo sumó un senador por provincia, correspondiente a la minoría. Además, consagró la elección directa de los representantes a la Cámara Alta, potestad que era de las legislaturas locales. Eso le confirió un condimento extra a los comicios.
Tucumán acompañó la irrupción del alfonsinismo en el medio término de 1985 (“no le ate las manos al Presidente”) y albergó a partir de 1987 y hasta bien entrados los 90 el fenómeno de Fuerza Republicana, partido fundado por Antonio Bussi que llevó a varios de sus integrantes al Congreso. Lo de Bussi fue muy particular, ya que lo eligieron en dos ocasiones: en la primera se sumó a la Cámara de Diputados, pero en la segunda le impidieron asumir por inhabilidad moral. Signo de cómo habían cambiado los tiempos en la Argentina.
De todos modos, el protagonista central de este bloque histórico fue el peronismo, ganador en la mayoría de los casos, a veces con números aplastantes (más del 63% en la elección de medio término de 2005) y en otras ocasiones con números bastante más acotados. Lecturas que hacen de estas elecciones de medio término, por lo general minimizadas ante la trascendencia de las presidenciales, una plataforma interesante para analizar el devenir del país y de la provincia. Porque nada es casual, mucho menos en política.







