Los efectos del gluten en nuestro cuerpo y el testimonio de una nutricionista que asegura haberlo padecido: "Tenés que sanar el intestino, ese fue el camino que elegí"

Malena Ramos Mejía contó el traumático caso que le hizo repensar parte de su profesión y desde entonces advierte a sus pacientes y sus miles de seguidores.

NUTRICIONISTA. Malena Ramos Mejía probando una de sus tantas recetas gluten free. NUTRICIONISTA. Malena Ramos Mejía probando una de sus tantas recetas gluten free.

“Entró el médico al sanatorio con cara de preocupado y yo le dije: no se preocupe doctor, yo me voy a curar. Y él me respondió: estas enfermedades no se curan”. Así comienza el relato que la prestigiosa nutricionista Malena Ramos Mejía compartió en diálogo con LA GACETA en el que habló sobre cómo los cambios en su alimentación y el cuidado intestinal permitieron salvar y mejorar su vida. Algo que desde hace un tiempo intenta hacer en sus pacientes y seguidores.

Aquella frase tajante del médico terminó siendo, para ella, un regalo. “Ahí entendí que yo estaba poniendo toda mi fe en que el médico o la medicina me iban a sanar, cuando en realidad tenía que trabajar yo para curarme”.

La historia comenzó en 2016, en el momento más inesperado. Malena estaba embarazada de su segunda hija cuando, en el día del parto, recibió la noticia de que no tenía latidos. La pérdida de Violeta, después de un embarazo normal anteriormente, la dejó sin respuestas. Pocos meses más tarde, llegó otro golpe: los diagnósticos de esclerodermia sistémica difusa y polimiositis, enfermedades autoinmunes que avanzan rápido y que los médicos describieron como irreversibles. “Yo estaba rígida, no podía cargar a mi beba Sofía, que tenía apenas un año y 11 meses. Cada día estaba peor. Los médicos decían que se podía frenar el avance, pero no revertir el daño”, recuerda. Con apenas 30 años, Malena había pasado de un posparto a una rutina de dolor y limitaciones.

Adiós al gluten

El cambio empezó casi en silencio. Con el apoyo de su marido, Max -abogado y coach ontológico- empezó a meditar y replantearse su vida. Pero lo decisivo fue la alimentación. “Dejé el gluten, los lácteos, el azúcar refinada, los conservantes y los aditivos. Volví a lo natural, a lo simple”, cuenta. Un libro sobre el rol del intestino en el sistema inmunológico la marcó profundamente. “El 70% u 80% de nuestras defensas están ahí. Si tenés una enfermedad autoinmune, tenés que sanar el intestino. Ese fue el camino que elegí”.

En 2018, los médicos se sorprendieron: “Nunca habían visto una recuperación tan profunda. Me permitieron dejar una medicación que era de por vida. Ahí sentí que tenía que avisarle a la gente que tenemos este poder adentro”.

Lo que empezó como un testimonio íntimo pronto se transformó en un mensaje público. Ese mismo año abrió la cuenta de instagram @the_food_alchimist, donde hoy la siguen más de 340.000 personas.  Después llegaron los libros, talleres, retiros junto a su marido y hasta una línea de productos naturales -trufas, barritas y mezclas ayurvédicas -que hoy se consiguen en dietéticas y cadenas de café.

La nutricionista explicó cómo el gluten, los lácteos y el azúcar refinada influyen en la salud intestinal y en el sistema inmunológico. “El gluten es una proteína muy difícil de digerir que genera lo que se conoce como intestino permeable. El intestino permeable es un intestino dañado que deja pasar al torrente sanguíneo partículas de alimento no digerido, toxinas, bacterias o virus. Eso provoca alteraciones en nuestro sistema inmunitario y mucha inflación celular”, explicó.

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Además sostiene que “el gluten lastima el intestino del 100% de las personas”, aunque aclara que el daño puede ser reversible con una alimentación saludable y consciente. “Si comiéramos tragos de mejor calidad, como harinas integrales, orgánicas o panes de masa madre, podríamos consumir un poco más. En la masa madre, por ejemplo, el proceso de fermentación hace que el trigo llegue al intestino más digerido, lo que reduce su impacto negativo”, agregó.

Respecto de los lácteos, Ramos Mejía advierte que los productos industriales “pierden gran parte de su valor nutricional” y que el calcio no depende solo de ellos. “Tener un esqueleto saludable no se logra solo con leche: también intervienen la vitamina K2, las bacterias intestinales, la absorción de nutrientes y los deportes de impacto. Hay muchísimos alimentos naturales ricos en calcio”, detalló.

Sobre el azúcar refinada, fue tajante: “Está comprobado científicamente que suprime las células inmunitarias y se asocia con inflamación y envejecimiento precoz. Cuando dejamos los ultraprocesados, ya reducimos gran parte del azúcar que consumimos sin saberlo”. Como alternativa, recomienda opciones naturales: “Se puede endulzar con azúcar mascabo o de coco, dátiles, pasas, frutas o miel cruda, que tiene propiedades antibacterianas y regenera la microbiota intestinal”.

Más opiniones

La gastroenteróloga Julieta Alonso Padilla observa en su consultorio cómo se instaló la idea de que el gluten es el gran enemigo. “En el último tiempo se lo demonizó mucho, y además hay una confusión muy grande entre lo que es el gluten y lo que es la harina de trigo. El gluten es una proteína que está presente en el trigo, en la cebada y en el centeno. No es solamente la harina de trigo la ‘mala’”, explica.

Según la especialista, muchos pacientes creen haber dejado el gluten cuando en realidad lo que dejan es la harina de trigo, y eso tiene un impacto porque la dieta tucumana está cargada de este ingrediente: “En el desayuno hay pan, tortillas, facturas o bollos; en la oficina, mate con bizcochos o galletitas; al mediodía, tartas, empanadas, milanesas o sándwiches. Es decir, todas las comidas están atravesadas por el trigo”. La médica advierte que eliminar las harinas al 100% no es correcto y que solo quienes tienen un diagnóstico de celiaquía deben excluir por completo el gluten de su dieta. “Suspender harinas sin supervisión médica puede llevar a carencias. Lo importante es el equilibrio: incluir proteínas, fibras, grasas saludables y una alimentación balanceada”.

En su consultorio, las preguntas más frecuentes se dan por hinchazón, diarrea o constipación crónica. “Lo positivo es que la gente dejó de normalizar síntomas y se anima a consultar. Lo difícil es sostener los cambios: muchos creen que una pastilla soluciona todo, pero la clave está en modificar hábitos a largo plazo”.

Sobre el concepto de “intestino permeable”, Alonso Padilla aclara que se trata más de un término de marketing que de una categoría médica. “Nuestro intestino es anatómicamente permeable y eso es normal. En determinadas enfermedades autoinmunes esa permeabilidad se altera por inflamación, pero no es que cualquiera que coma de más termina con el intestino ´permeable´”.

"No vienen a prevenir"

La licenciada en nutrición Silvana Burgos aporta su mirada desde la práctica diaria en el área de gastroenterología ya que la mayoría de los pacientes llegan a la consulta estando enfermos: “No vienen a prevenir, sino derivados por los gastroenterólogos, con síntomas como distensión abdominal, gases, diarrea o constipación. Entre los diagnósticos más frecuentes están el síndrome de intestino irritable, la sensibilidad al gluten no celíaca y otros trastornos funcionales”.

Un dato que preocupa es la falta de continuidad en los tratamientos: “Solo la mitad de los pacientes completan el plan hasta recuperar la funcionalidad intestinal. Muchos abandonan porque creen que el cambio será mágico o porque no quieren asumir la restricción alimentaria. También pesa lo económico”, detalla. Burgos subraya que el problema va más allá de la comida: “El estrés, el sedentarismo, la automedicación con antibióticos y el consumo de suplementos sin control son factores que deterioran la salud intestinal. Si no se corrigen esos hábitos, la dieta sola no alcanza”.

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