“Es difícil mirar más allá del territorio. Lo cierto es que el movimiento que está habiendo en Tucumán ha crecido un montón, pero no tendría sentido hablar de una industria cuando prácticamente no la conocemos en el sentido del trabajo de los actores”.
La posición de Nicolás Aráoz al hablar con LA GACETA se basa en la experiencia propia como realizador tanto de cine (con “Barcos y catedrales”) como de teatro, en el que actualmente está dirigiendo “Además, está el oro”, en torno a la vida y obra de Lola Mora.
- ¿Cómo hace un actor tucumano para llegar al cine?
- En principio tiene que presentarse a los castings que se convocan. Es fundamental porque la posibilidad de que alguien te conozca generalmente pasa por ahí. Se busca para papeles secundarios, aunque es probable también para un protagónico. Lo real es que la gente del cine va buscando, va viendo actores que le gustan, y si tenés la posibilidad que justo estés en cartel en alguna obra de teatro, es maravilloso. Y también vas conociendo a otros actores y vas trabajando juntos.
- ¿Hay una norma para elegir un elenco?
- Cada película es un mundo en sí misma, y las búsquedas también son muy particulares. Hay personas que tienen la posibilidad o que vienen de afuera y quieren filmar en Tucumán, o que son de acá; lo más probable es que cuando llegás a esa instancia del rodaje, ya sabés más o menos con qué actores querés trabajar. Armar reels también está buenísimo para que te puedan ver actuando, pero ya tenés que mostrar experiencia en algunos cortos o en teatro para referenciarte.
- ¿Cuál es la importancia de contar con un representante?
- Tiene que ver con la manera en que te organizás y en que querés encarar su profesión. No sé qué solución otorga porque no conozco esa movida, ni tengo referencia de gente que lo haga, pero me parece bien. Lo más importante es estar atento a la movida local.
- ¿Cuál es la evaluación que hacés del paso por las carreras universitarias de cine o de teatro?
- No creo que sea una condición, pero siempre existe la posibilidad de mostrar algo que pueda servir; es un camino bastante lógico, porque conocés gente en las carreras y te metés en proyectos. El teatro es la forma de presentarte, de mostrar tu trabajo, lo que está buenísimo.
- ¿Cuál es la diferencia entre la actuación teatral y la cinematográfica?
- No hay una sola manera de hacer cine ni una sola manera de hacer teatro Yo he jugado mucho con las mixturas. He hecho algunas obras teatrales con micrófono y quizá la actuación podía ser bastante parecida al de cierto cine, pero también es cierto que entre una película de Federico Fellini y una de Clint Eastwood hay un mundo. Todo tiene que ver con el tono en que encaras tu propuesta, y el tono de actuación y el tono de la película. Vos sos un actor que interpreta un personaje y tenés que entrar en comunicación con ese director o directora que está buscando el tono de la película. No hay mayor problema pasar del teatro al cine.
- ¿Qué fue lo que más te sorprendió al hacer cine?
- No sé. El tiempo de los rodajes es un momento para estar muy presente. Cuando hice “Los dueños” como actor, me acuerdo que había inventado un método que tenía que ver con hacer un ejercicio para estar siempre presente y que no entren cosas de afuera para que nada me desconcentre. Después, por supuesto, cuando empezaron a decir cámara, toma, todo era un montón, me desconcentraba, me asustaba, pero el ejercicio de tener un pensamiento vivo, sea la tabla del cinco que es bastante fácil hasta desarrollar un recuerdo, permitía que fuesen apareciendo los textos. Cuando dirigí “Barcos...” no me gustaban cómo quedaban los textos, eran como aprendidos de memoria. Entonces les pedí a todos que se olvidaran de lo pedido. Quedó buenísimo porque tuve que estar muy atento a todo y los actores y actrices también para ver lo que pasaba y sentir que lo creía. Eso fue sorprendente.






