
ULTRAPROCESADOS. La industria busca hacerlos tan apetecibles que la gente no pueda resistirse a ellos. FOTO TOMADA DE CUCINARE.COM

Enfrentarse a la tentación de terminar una bolsa entera de papas fritas puede ser algo más que un problema de voluntad. Cada vez son más las investigaciones que señalan que podría tratarse de una forma de adicción, vinculada a los alimentos ultraprocesados, productos que generan antojos y consumo compulsivo a niveles comparables con el tabaco y el alcohol. Según estudios recientes, cerca del 20% de los adultos y el 15% de los niños y adolescentes muestran signos de dependencia hacia este tipo de comida.
“Los alimentos ultraprocesados se elaboran en fábricas industriales y contienen ingredientes alterados y combinados de forma que aumentan su contenido en grasa, azúcar y/o sal. También incluyen otros muchos potenciadores de sabor y sensoriales para hacerlos tan apetecibles que la gente no pueda resistirse a ellos”, explicó Evan Forman, profesor de ciencias psicológicas y del cerebro en la Universidad Drexel, en un informe publicado por National Geographi.
Entre estos productos se incluyen snacks envasados, cereales listos para consumir, comidas rápidas, panes y postres industriales, refrescos, helados, golosinas y embutidos. Se calcula que representan alrededor del 60% de las calorías que consume la población estadounidense, por ejemplo. Para Forman, “estos alimentos activan de forma poderosa el sistema de recompensa de nuestro cerebro”.
Un grupo de expertos internacionales se reunió en 2024 en Londres, durante la Conferencia de Consenso sobre la Adicción a los Alimentos. Allí se concluyó que existen “pruebas suficientes” de que las personas pueden volverse adictas a los alimentos ultraprocesados, incluso sin presentar trastornos alimentarios previos.
El paralelismo con los cigarrillos se refuerza con datos científicos: ya en los años 80, estudios con ratas mostraban que su cerebro liberaba dopamina al recibir comida procesada, una reacción comparable —aunque menos intensa— a la producida con drogas como la cocaína. Hoy, con la obesidad alcanzando al 42% de la población adulta en Estados Unidos, el debate sobre los efectos de estas adicciones resulta clave para la salud pública.
“En un entorno alimentario repleto de alimentos ultraprocesados, el cerebro confunde experiencias y sustancias nocivas con experiencias y sustancias que favorecen la supervivencia”, advierte David Wiss, dietista e investigador en Los Ángeles. Por su parte, Ashley Gearhardt, profesora de psicología en la Universidad de Michigan, señala que estos productos “suministran dosis anormalmente altas de una forma anormalmente rápida” de ingredientes altamente gratificantes.
La comparación con otras adicciones también se observa en los síntomas de abstinencia. Investigaciones recientes describen fatiga, irritabilidad y dolores de cabeza cuando se reducen estos productos, lo que refuerza la necesidad de fomentar alternativas de comida saludable. Un estudio de 2022 concluyó que los alimentos procesados cumplen los mismos criterios de adicción que llevaron en 1988 a catalogar al tabaco como una sustancia altamente adictiva.







