Violencia y escuela: por qué el diálogo importa

Especialistas y autoridades educativas coinciden en que familias y sociedad tienen que acompañar a la pedagogía El reto hoy parece estar en que los chicos aprendan a escuchar, dialogar y proponer soluciones, en lugar de herir.

Violencia y escuela: por qué el diálogo importa

En Tucumán las escuelas no sólo forman en matemáticas o lengua; también intentan enseñar a hablar antes de pelear. Natalia Quiroga, referente del Programa de Mediación Escolar, reflexionó sobre cómo los niños hoy muestran a los adultos que la convivencia se puede aprender y advierte: “no hay escuelas para ser mamás o papás”.

Para dar un ejemplo, en una de las kermeses escolares que desarrollaron en el interior de la provincia, los mediadores invitaron a los adultos a jugar. La consigna era aprender, en equipo, a resolver un desafío sin competir ni discutir. Muchos padres terminaron riéndose, sorprendidos de descubrir que lo que sus hijos practicaban en la escuela era algo que ellos mismos necesitaban incorporar.

“Queremos que esto trascienda las paredes de la escuela. Que las familias entiendan que la escuela no puede ser la única responsable”, manifiesta Quiroga.

El Departamento de Mediación está por cumplir 10 años de trabajo dentro del Ministerio de Educación, pero cobró más fuerza en la gestión de la ministra Susana Montaldo, con un enfoque que coloca el cuidado en el centro. “Es una verdadera revolución pedagógica, porque muchos de los docentes no recibieron esta formación ni en su paso por la escuela ni en la formación docente”, confiesa.

La mediación escolar propone que los conflictos se hablen. “Los profesores de todas las áreas tratan de incorporar contenidos de habilidades para la vida y mediación como estrategias para resolver conflictos mediante la palabra”, explica.

Quiroga recuerda el testimonio de un alumno de la escuela Paul Groussac. “El año pasado peleaba en todos los recreos; ahora, que soy mediador, ya entendí cómo hacer para no estar a los golpes”, le manifestó el nene.

Pero el desafío va más allá de los patios escolares. “No hay una escuela para ser papás o mamás, y cada familia tiene su propia idea de lo que significa criar. Por eso buscamos generar espacios de diálogo, de escucha y de construcción conjunta”, dice Quiroga.

Las situaciones de violencia, considera, no deben resolverse con sanciones ejemplares ni expulsiones inmediatas. “Primero hay que entender las versiones de todos, trabajar con el curso y con las familias para construir habilidades sociales, respeto y comunicación”, indica.

Para ella, el mayor aprendizaje es que los chicos pueden ser agentes de cambio. “Cada vez que un niño aprende a resolver un problema sin violencia y se lo muestra a los adultos, nos enseña a todos que otra forma de convivir es posible, y así es como damos pasos necesarios hacia una sociedad menos violenta”, concluye Quiroga.

"Son hechos que impactan"

Luego de los casos ocurridos en los últimos días (la niña tucumana de nueve años internada tras un intento de suicidio y la adolescente de Mendoza que ingresó armada a su colegio), el director del Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, Alejandro Castro Santander, analizó en LG Play el fenómeno de la violencia en las instituciones educativas y la necesidad de trabajar en prevención.

“Estamos frente a hechos que impactan, como la presencia de un arma en una escuela o el sufrimiento silencioso de una niña víctima de hostigamiento. Pero más allá de la eficacia de los protocolos de emergencia, la pregunta central es: ¿qué estamos haciendo en prevención desde el inicio mismo de la escolaridad?”, señaló el profesional.

Castro Santander recordó el antecedente de Carmen de Patagones en 2004 como un punto de inflexión en Argentina y América Latina, por el que comenzó a debatirse el tema con mayor seriedad. Sin embargo, advirtió que el bullying es apenas la punta de un iceberg. “El bullying es un emergente, el resultado de no haber trabajado bien antes los conflictos, la indisciplina y las primeras señales de violencia. Si hubiéramos intervenido tempranamente, muchos casos no escalarían a la magnitud que vemos hoy”.

El especialista destacó la importancia de pensar la escuela como un ecosistema donde conviven estudiantes, docentes, familias y otros actores. En ese marco, resaltó el rol de los tutores y de programas de acompañamiento, aunque alertó sobre la necesidad de planificarlos bien para evitar distorsiones.

“Necesitamos hacer muy bien el bien. Si improvisamos, esas figuras pueden convertirse en cómplices de los conflictos en lugar de ser parte de la solución”, sostuvo.

Cómo pedir ayuda: 135, línea de asistencia

Lucila Ale, psicóloga y coordinadora de la Línea 135 de asistencia al suicidio y emergencias en salud mental, brindó detalles a LA GACETA sobre el funcionamiento del servicio gratuito que atiende las 24 horas en la provincia y destacó la importancia de detectar señales de riesgo a tiempo.

Violencia y escuela: por qué el diálogo importa

“La línea funciona con guardias de psicólogos y psicólogas especializados en emergencias en salud mental. Pueden llamar desde cualquier parte de la provincia, tanto pacientes como familiares, o incluso profesionales de la salud que necesiten acompañamiento en una situación crítica”, explicó.

La especialista señaló que en muchos casos las llamadas provienen de familiares alertados por mensajes en redes sociales o estados de WhatsApp. “Los profesionales evaluamos el riesgo, realizamos una primera contención telefónica y, si es necesario, coordinamos un traslado con el 107 a una guardia hospitalaria”.

Ale advirtió que los intentos de suicidio pueden presentarse tanto de manera impulsiva como tras un proceso más prolongado de señales y mensajes previos. “Nunca hay que minimizar frases como ‘no quiero vivir más’, ‘soy un peso para ustedes’ o conductas como regalar objetos valiosos o publicar mensajes de despedida. Siempre son pedidos de ayuda y hay que prestarles atención”, remarcó.

Consultada sobre las edades más frecuentes en las llamadas, precisó: “recibimos consultas de todas las edades, pero el grupo de mayor riesgo en este momento es de jóvenes entre 19 y 25 años. También recibimos llamados de menores, y en esos casos buscamos rápidamente el contacto con un adulto responsable. Es fundamental hablar del tema de manera responsable y derribar mitos. La línea está disponible para toda la comunidad, todos los días, a toda hora”.

“La palabra de los chicos es valiosa y debe ser creída”

Carlos Jesús Gaspa, referente del Gabinete Pedagógico Interdisciplinario (GPI), recuerda que los niños son “sujetos de derecho” y que las escuelas deben ser entornos de cuidado, escucha y participación.

“El Ministerio de Educación trabaja desde hace años en una perspectiva de derechos, en la que se entiende que los niños son sujetos de derecho y depositarios de nuestro cuidado. Educar es también cuidar”, dice el coordinaron del GPI en Capital.

Este equipo, conformado por pedagogas, psicólogas y fonoaudiólogas, trabaja en articulación con el Servicio de Asistencia Social Escolar y otros programas, como mediación. “Las intervenciones buscan comprender la complejidad de cada situación, que puede incluir factores sociales, familiares y emocionales”, explica.

Gaspa, en esa línea también hace un llamado a toda la comunidad para no dejar de prestar atención a los más pequeños. “Los niños son producto de la sociedad en la que vivimos. Tenemos que mirarnos como adultos: cómo resolvemos nuestros conflictos, cómo convivimos con la diversidad, cómo usamos las redes sociales. Debemos habilitar formas saludables de convivir y de abordar conflictos”, considera.

Escuchar a los chicos es central para el profesional de la educación. “La palabra de los chicos es valiosa y debe ser creída”, afirma.

Por otro lado Gaspa cree que es imprescindible darles espacios de recreación, deporte, cultura y participación. “Sólo así podremos construir una convivencia alternativa a la que muchas veces muestra la sociedad actual.”

Y concluyó con una reflexión: “No podemos pedirles a los chicos que resuelvan pacíficamente sus conflictos si los adultos no damos el ejemplo. La escuela es un espacio privilegiado para empezar a construir esa cultura de respeto y diálogo que tanta falta nos hace”.

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