La otra cara del Día del Maestro: largas décadas de luchas docentes que marcaron Tucumán
La historiadora Daniela Wieder recorre ese camino, iniciado a principios del siglo XX y potenciado por la creación del gremio ATEP en 1949. Al rescate de Isauro Arancibia, quien fue mucho más que un líder sindical.
ROSA VOZZA DE ZAPATA. Primera secretaria general de ATEP.
Durante mucho tiempo, el Día del Maestro sirvió como catalizador para que la docencia fijara sus puntos de vista ante la sociedad. Para hacer visibles los reclamos salariales, está claro, pero también para aportar a los debates sobre la calidad educativa y para involucrarse en los problemas de fondo de un Tucumán siempre agitado. Todos estos temas forman parte de las investigaciones de la historiadora Daniela Wieder, cuyo repaso se detiene una y otra vez sobre la figura clave de Isauro Arancibia, líder de ATEP durante 18 años. La entrevista sirve para abordar el Día del Maestro desde otro lugar; el de largas décadas de luchas docentes que hicieron historia en la provincia.
- ¿Cuáles fueron los primeros pasos de organización de la docencia en Tucumán?
- Las primeras experiencias se dieron a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Eran asociaciones de tipo mutual, no gremial, pensadas para brindar ayuda y sostén entre colegas. Un caso muy representativo es el Círculo del Magisterio, que hacia 1910 reunía alrededor del 10% de las maestras de la provincia. Su propósito era fortalecer vínculos de apoyo, compartir recursos y organizar actividades culturales. No olvidemos que, desde fines del siglo XIX, el Estado avanzaba con la escuela primaria en todos los rincones del país y eso dio lugar a que la figura de la maestra se volviera central en la vida de cada comunidad.
- ¿Qué características tenían esas asociaciones iniciales?
- Lo interesante es que estaban vinculadas con sectores de la élite intelectual tucumana. Las maestras eran en muchos casos mujeres de clase media o alta, con formación académica y cultural. Eso las diferenciaba del movimiento obrero, que estaba compuesto mayormente por varones trabajadores fabriles o rurales. Ese origen social y esa feminización marcaron durante mucho tiempo a la docencia. A los ojos de la sociedad no se las consideraba plenamente trabajadoras. Se las concebía más bien como “madres educadoras” que cumplían un rol casi natural, ligado al cuidado y a la transmisión de valores. Esa mirada tuvo consecuencias muy concretas: los salarios docentes siempre fueron bajos, justificados en la idea de que ellas no eran el sostén económico del hogar. Ya desde los primeros reclamos aparece la cuestión salarial como un eje constante.
- ¿Cuándo se da el paso hacia una organización con rasgos sindicales?
- Eso recién ocurre con el peronismo. En 1949 se crea la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP), el primer gremio docente de la provincia con características sindicales. Es parte de una política nacional de ese momento. El peronismo impulsa la sindicalización de distintos sectores, y la docencia no queda afuera. Hasta entonces habían existido asociaciones magisteriales, pero ninguna con capacidad real de negociación ni con el reconocimiento formal de un sindicato. ATEP surge con anuencia del oficialismo, y durante esos primeros años no realiza huelgas. Pero sí plantea demandas salariales y laborales, presenta notas en los diarios, se reúne con autoridades. Incluso tuvo a una mujer como primera secretaria general -Rosa Vozza de Zapata-, aunque fue un cargo de breve duración.
ROSA VOZZA DE ZAPATA. Primera secretaria general de ATEP.
- ¿Cómo impactó el golpe de 1955 en el gremio?
- El derrocamiento de Perón en 1955 tuvo un efecto inmediato: ATEP fue intervenido, como tantos otros sindicatos. La disputa entre docentes peronistas y antiperonistas marcó fuertemente la vida interna de la organización. Recién en 1957 se normaliza y se realizan elecciones, con lo cual empieza una nueva etapa. Ese año, además, se otorga la personería gremial provisoria. Eso fue muy importante porque significaba que ATEP comenzaba a ser reconocido como representante legítimo de los docentes provinciales. No olvidemos que en Tucumán había otros gremios: la Federación de Maestros Láinez, que nucleaba a docentes de escuelas nacionales, muchas de ellas rurales; y el gremio del magisterio privado, impulsado por la Iglesia, antecedente del actual Sadop. Ese mapa gremial le dio a ATEP una identidad muy clara: la defensa de los maestros provinciales y de la educación pública.
- ¿Cuándo aparece Isauro Arancibia en esta historia?
- En 1958, con las elecciones de ATEP, se produce una renovación total de la conducción. Allí entra Isauro Arancibia, que va a marcar un antes y un después en la historia gremial docente tucumana. Desde el inicio mostró un estilo muy democrático: recorría escuelas, organizaba asambleas en toda la provincia, escuchaba a las bases. Ese mismo año se convoca a la primera huelga de ATEP, de tres días, con un reclamo salarial y también con demandas políticas. Querían participación en el Consejo de Educación y un estatuto provincial que equiparara a los docentes provinciales con los nacionales, que cobraban hasta un 40% más. Fue un hito, porque hasta entonces no había antecedentes de huelgas docentes organizadas en Tucumán.
EN ACCIÓN. Isauro Arancibia se dirige a las maestras durante un plenario de ATEP, en noviembre de 1969.
- ¿Qué significó la huelga de 1959?
- Fue fundamental. Duró más de 20 días y mostró una enorme capacidad de organización. Los maestros no se limitaron a parar: organizaron clases públicas en plazas, clubes y bibliotecas, lo que permitió sostener el vínculo con la comunidad y ganar legitimidad social. El Gobierno intentó quebrar la medida designando reemplazantes, en su mayoría jóvenes egresadas de colegios católicos, lo que generó tensiones muy fuertes entre las huelguistas y las suplentes. Pero el resultado fue que ATEP se consolidó como gremio, y surgió toda una generación de activistas sindicales docentes. Fue, en definitiva, la huelga que convirtió a los maestros tucumanos en protagonistas visibles de la vida política provincial.
LA HUELGA DE 1959. Se prolongó durante 20 días. La docencia no acudía a las escuelas, pero brindaba clases en distintos espacios públicos. Aquí, bajo una tribuna del club All Boys, en Villa Urquiza.
- ¿Cómo evolucionó la lucha docente durante los años 60?
- Esa década estuvo marcada por la crisis económica y la inestabilidad política. En 1963 los docentes realizaron una huelga de 40 días, una de las más largas hasta ese momento. Lo más interesante es que tuvieron el apoyo activo de los padres y de los alumnos, que organizaron marchas del silencio y participaron de actos en defensa de los maestros. Esa alianza con la comunidad fue clave para que el reclamo no se viera como un mero conflicto salarial, sino como una causa social amplia.
- Y viene otro golpe militar...
- En 1966, cuando Onganía toma el poder, ATEP estaba en plena huelga. La levantaron, pero en noviembre de ese año ya estaban nuevamente en la calle. Los docentes se convirtieron en uno de los primeros gremios en enfrentar a la dictadura. Además, acompañaron las luchas contra el cierre de ingenios, ya sea en los actos de la Fotia, en ollas populares o en actividades en las escuelas.
- En ese contexto, ¿qué postura asumió ATEP frente a la educación?
- ATEP no se limitó a reclamar salarios. En 1968, en plena dictadura, elaboró un posicionamiento político-pedagógico muy claro: defendía la educación pública, gratuita y científica, frente al avance de la educación privada y religiosa. Eso es muy importante, porque muestra que el gremio estaba pensando en el modelo de país y de escuela que quería. Ese mismo año, en el acto del Día del Maestro, Arancibia dijo algo muy fuerte: que los problemas de la educación no podían analizarse desde una perspectiva tecnocrática, sino que eran fundamentalmente económicos, porque estaban ligados a la pobreza que generaba el cierre de los ingenios. Fue una postura valiente, frontal, que rompía con la idea de que los maestros debían mantenerse “neutrales”.
- ¿Qué cambió después?
- El Cordobazo de 1969 aceleró la radicalización de muchos sectores, y la docencia tucumana no fue la excepción. Entre 1969 y 1973 ATEP protagonizó 48 huelgas. Hubo una participación muy activa de las bases, y una articulación cada vez más fuerte con otros gremios y movimientos sociales. En esos años también se gestó la construcción de un sindicalismo docente a nivel nacional y Arancibia tuvo un rol central en ese proceso que culminó en la creación de Ctera, porque aportaba la experiencia de Tucumán, donde ya se habían dado huelgas largas, clases públicas, articulación con otros sindicatos.
- ¿Cómo vivieron los docentes el regreso del peronismo en 1973?
- Con mucha expectativa. El propio gobernador Amado Juri se reunió con la dirigencia de ATEP antes de asumir, y había un reconocimiento explícito del peso del gremio. Pero las expectativas no se cumplieron del todo. Hubo mejoras, pero también persistieron los problemas salariales. En 1974, durante la gran huelga azucarera, los maestros acompañaron a la Fotia, reforzando una alianza histórica entre obreros y docentes. Ese vínculo no era sólo político; era también territorial y afectivo, porque los hijos de los obreros eran los alumnos de las maestras, y las maestras mismas vivían en esos pueblos donde el cierre de un ingenio significaba hambre y desarraigo.
- ¿Qué lugar ocupa Isauro Arancibia en la memoria docente?
- Es una figura emblemática. No sólo fue un dirigente gremial, fue un maestro que se reconocía como trabajador y que luchó para que la docencia también se reconociera como clase trabajadora. Fue profundamente democrático, recorría la provincia, organizaba asambleas, discutía con las bases. Era honesto, austero, con una gran sensibilidad social. Su rol político fue clave porque supo articular con otros gremios, con organizaciones sociales, con el movimiento estudiantil. Por eso el 24 de marzo de 1976, el mismo día del golpe militar, lo asesinan en la sede de ATEP junto a su hermano. La dictadura buscaba descabezar un movimiento que había alcanzado niveles inéditos de organización y combatividad. El ensañamiento con su figura habla del lugar que ocupaba en la lucha social tucumana.
- Es un crimen que sigue impune...
- Creo que en Tucumán este año tenemos dos deudas importantes, que son las fechas para que se inicien juicios orales. Uno es el de Isauro y Arturo Arancibia, la denuncia se hizo en los años 80 y desde entonces se viene peleando para concretarlo. Es un juicio muy interesante, porque la Ctera como organización sindical es querellante, algo poco común. Las pruebas han sido aceptadas, pero todavía no hay una fecha para iniciar el juicio. Para mí esto no se puede disociar de otro juicio pendiente que tenemos, que es el de Fronterita. Son dos juicios de lesa humanidad que están a la espera.
Perfil: la especialista
Daniela Wieder es profesora de Historia (UNT) y becaria doctoral del Conicet. Ejerce la docencia en la cátedra de Historia Argentina y Latinoamericana, de la carrera de Trabajo Social (UNT). Investiga en el marco del Instituto de Investigaciones Históricas “Dr. Ramón Leoni Pinto”.









