IMPACTANTE. Así luce lo que fue el señorial hall central del banco. El techo de tejas se desmoronó, pero la estructura de los muros se mantiene. La garita del guardia de seguridad quedó allí porque es imposible robarla. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO
Frente a la plaza de Villa de Leales, sobre la calle Ernesto Padilla, un edificio marca netas diferencias con el resto. Pero la construcción, que debería ser un orgullo para el pueblo, está en ruinas. La fachada disimula un poco el abandono, aunque unos postigos destrozados revelan la verdad, porque desde la vereda se aprecia que el nivel de destrozo es total. Es más; sobre las rejas de lo que fue la entrada principal había un reloj. Sólo queda el hueco que lo contenía.
Candela Marrades escribió una carta de lectores publicada por LA GACETA en marzo pasado. Allí denunciaba el calamitoso estado de lo que fue la sede del Banco Provincia, erigida por el arquitecto José Graña entre 1936 y 1938. Era un símbolo de esplendor en Villa de Leales, épocas de bonanza que se reflejaron en la belleza del edificio, en su funcionalidad y en la calidad de los materiales que se emplearon. A todo eso lo robaron o lo vandalizaron, aunque no pudieron llevarse la puerta de la bóveda, que resiste desde la solides del hierro.
LA FACHADA. Arriba se aprecia el hueco donde estaba el reloj.
Subraya Marrades, estudiante de Arquitectura, que el edificio fue declarado Patrimonio Histórico Provincial (Ley N° 7.535). Cuando cerró la sucursal en 1995, producto de la privatización del Banco Provincia, la propiedad pasó al Estado, que a la vez la cedió a la comuna. Y que nada se hizo en estos años.
BÓVEDA DE HIERRO. Sigue igual que hace tres décadas.
El recorrido por el interior genera una mezcla de tristeza y de impotencia. Y de enorme sorpresa al acceder a lo que fue el hall central, un espacio que permite vislumbrar retazos de ese pasado virtuoso. La estructura se mantiene, incluso la garita de la guardia, pero el techo se desmoronó y las tejas quedaron en el piso, entreveradas con arbustos que van imponiendo su follaje. Mientras, un gatito deambula por las habitaciones, buscando alguna presa.
LA DEVASTACIÓN ES ABSOLUTA. El interior del antiguo banco.
El destino de este lugar es incierto, teniendo en cuenta lo costoso y complejo de su recuperación. Está claro que se necesitan soluciones creativas para aprovechar las estructuras que puedan salvarse. “Un espacio donde la historia, el patrimonio y la identidad se fusionen, transformando la nostalgia en iniciativas concretas”, destaca Marrades.
Cuando San Roque paró la fiebre amarilla
Durante unas pocas horas la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria bajó ayer del altar, un mensaje de cercanía para sus devotos. Hubo quienes se entregaron a la oración acariciando levemente su manto. Al lado, listo para ser trasladado en procesión fuera del templo, aguardaba San Roque. Los santos patronos de la Villa de Leales fueron protagonistas de la fiesta de cumpleaños del pueblo.
RODEADO DE FLORES. Así salió San Roque a las calles del pueblo.
Lo de San Roque no deja de ser llamativo; claro que hay una explicación de por medio. “A fines del siglo XIX y principios del XX una epidemia de fiebre amarilla golpeó con dureza a la región”, relata la catequista Mercedes González. Un reguero de dolor y de muerte se esparció por Leales. “La gente fallecía en la cama y cuando sacaban los cuerpos se notaba cómo las sábanas habían quedado amarillas -añadió-. A veces no había cajones y se los enterraba en fosas comunes en el segundo cementerio del pueblo, donde hoy está el barrio San Miguel”.
Ante la tragedia, un sacerdote decidió traer desde Italia una imagen de San Roque. “La sacaba en procesión, llevándola por cada casa, y milagrosamente la fiebre cesó. Desde entonces se lo venera como patrono de la salud y muchos peregrinos llegan cada 16 de agosto a pedirle por su salud o por la de sus animales”, explica González.
Con el tiempo, la devoción a San Roque se hizo tan popular que superó en convocatoria a la fiesta de la Candelaria. “La gente le tiene mucha fe porque es muy milagroso -revela-. Vienen desde Santiago del Estero, de las Termas... De todo Tucumán”.







