Palabras, comidas, arquitectura: la cultura árabe sigue vigente

Ocho siglos de presencia musulmana en España dejaron una profunda huella. “Nuestra propia identidad en América también lleva esa marca”, destaca María Lelia García Calderón.

EN EL CORAZÓN DE ANDALUCÍA. La Alhambra de Granada invita a una visita imperdible. Allí se aprecia la huella árabe en toda su magnitud. EN EL CORAZÓN DE ANDALUCÍA. La Alhambra de Granada invita a una visita imperdible. Allí se aprecia la huella árabe en toda su magnitud.

Durante casi ocho siglos, el territorio de la península ibérica conocido como Al-Ándalus fue escenario de una intensa convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos. Esa huella cultural, política y social dejó marcas que aún hoy se perciben en la vida cotidiana, tanto en España como en América latina. La Doctora en Ciencias Sociales María Lelia García Calderón y la Magister Eliana Homssi oficiaron de anfitrionas en la Cátedra de Historia de España (Facultad de Filosofía y Letras-UNT) para repasar juntas el significado de ese legado y su proyección en la historia. Conceptos que formarán parte de las charlas que ambas brindarán en el Centro Andaluz.

“Hasta la década de 1980 las fuentes árabes eran poco consideradas por los historiadores -explica García Calderón-. Se las tachaba de exageradas o parciales. Sin embargo, hoy sabemos que son riquísimas porque no solo relatan cuestiones políticas o administrativas, sino que incluyen tratados de agronomía, de agua, de leyes, de medicina y literatura. Incluso la numismática confirma esa presencia, con dinares que llevan inscripciones en latín de un lado y en árabe del otro. Todo ello demuestra la profunda impronta dejada en la península”.

Al-Ándalus surge tras la ocupación iniciada en 711, cuando tropas bereberes dirigidas por Táriq ibn Ziyad desembarcaron en Gibraltar y derrotaron al último rey visigodo, Rodrigo. A partir de entonces se abre un proceso de expansión que tendrá como epicentro a Córdoba y que alcanzará su momento cumbre en el siglo X con el califato de Abderramán III, cuyo prestigio se irradió por Europa al punto de que era visitado por numerosos nobles y viajeros que daban cuenta de ese esplendor.

“Lo notable de este proceso -señala García Calderón- es que no se trató de una imposición absoluta. Hubo pactos de capitulación con comunidades hispanovisigodas: se respetaban bienes y religiones, especialmente a los llamados Pueblos del Libro, como cristianos y judíos, a cambio del pago de impuestos. Esto generó una frontera porosa, donde circulaban lenguas, costumbres, saberes y alimentos”.

La investigadora subraya que en la península se dio un sincretismo único en la Europa medieval. “Los árabes recogieron aportes de distintas culturas, desde el lejano oriente hasta Bizancio, y los pusieron en diálogo con los saberes cristianos y judíos. Así, la península se convirtió en un centro cultural de proyección continental”.

Hasta la vida cotidiana

Ese intercambio se reflejó en múltiples ámbitos. En Córdoba y en Toledo funcionaron grandes bibliotecas y, tras la conquista cristiana de la ciudad, se creó la célebre Escuela de Traductores, donde textos árabes fueron vertidos al latín y más tarde a las lenguas romances. “Allí circularon conocimientos de astronomía, matemáticas y medicina que, de otro modo, se hubieran perdido en una Europa que entonces estaba fragmentada”, destaca la historiadora.

El legado árabe se percibe también en la lengua, apunta Homssi. “Muchas palabras que usamos cotidianamente derivan del árabe, en especial las que comienzan con el artículo al, como azúcar, aceite o azafrán. Incluso expresiones como ‘ojalá’ provienen del inshallah, que significa ‘si Dios quiere’”, describe.

La influencia alcanza además a la gastronomía, marcada por el uso del azúcar, la miel o los frutos secos, y por la introducción de productos como arroz, cítricos, melón y sandía. La herencia agrícola incluye sofisticados sistemas de riego y términos que permanecen en el castellano actual, como acequia, noria, alberca o aljibe. Esto habla de la importancia que tenía el agua en la vida cotidiana de esas comunidades. Agua y jardines, por lo general espléndidos, y cuya función no era sólo ornamental.

Maravillas

La arquitectura es otro de los grandes testimonios de Al-Ándalus. Palacios, fortalezas y mezquitas muestran la fusión de estilos romano, bizantino y persa con la impronta andalusí. “Muchos edificios, por supuesto, se han perdido, fueron arrasados cuando cayó el califato, pero otros han quedado”, apunta García Calderón. La Mezquita de Córdoba, convertida luego en catedral, es para Homssi un ejemplo claro de sincretismo: “allí conviven los arcos y decoraciones árabes con símbolos cristianos, como una gran cruz, recordándonos la superposición de culturas”.

LA CATEDRAL DE CÓRDOBA. Antiguamente era una mezquita. El sincretismo cristiano-musulmán a pleno. LA CATEDRAL DE CÓRDOBA. Antiguamente era una mezquita. El sincretismo cristiano-musulmán a pleno.

La vida social también estuvo atravesada por esa convivencia. Aun con tensiones y conflictos, hubo espacios de encuentro cotidianos. “Las mujeres, por ejemplo, compartían saberes en partos, cocinas o ritos funerarios. Y en ciertos aspectos legales, como el derecho a la herencia o al divorcio, las musulmanas tenían ventajas que no existían para las cristianas”, añaden.

Tiempo después

La batalla de Las Navas de Tolosa (1212) marcó un punto de inflexión en el período de dominación musulmana en España, ya que esa derrota marcó el inicio de un irrefrenable declive. El Califato de Córdoba se disgregó en un mosaico de pequeños reinos (taifas), en muchos casos comandados por efímeros caudillos locales. Con la caída en 1492 del reino nazarí de Granada -el último reducto del poder árabe en la península- culminó la presencia política musulmana, pero no su legado cultural.

Fueron los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, quienes dieron el golpe de gracia, al cabo de un asedio de 10 años. “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”, le habría dicho la sultana Aixa a su hijo Boabdil, el último rey nazarí de Granada. Vencido, pero no humillado gracias a la clemencia de Isabel y de Fernando, Boabdil se marchó al norte de África.

“Bajo la idea de reconquista que transmiten las crónicas cristianas subyace una realidad de convivencia e hibridación que moldeó la identidad española”, afirma García Calderón. Ese bagaje acompañó luego a los conquistadores en América. Instituciones, técnicas agrícolas, sistemas de riego, alimentos y palabras cruzaron el Atlántico como parte de una herencia compartida. “España no sería lo que fue sin la interacción con el mundo musulmán -advierte García Calderón, citando la línea del historiador Américo Castro-. Y como resultado, nuestra propia identidad en América también lleva esa marca, aunque a veces no la reconozcamos”.

Charlas: dos encuentros en el Centro Andaluz

Como actividad de extensión de la Cátedra de Historia de España se programaron dos charlas en el Centro Andaluz (Buenos Aires 614), con el título “Historia y cultura en Al-Ándalus”. La primera de ellas, este viernes a las 19, estará a cargo de María Lelia García Calderón (Doctora en Ciencias Sociales, profesora adjunta de la Cátedra, integrante del Instituto de Literatura española (ILE) y secretaria de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán). El segundo encuentro, el viernes 29 a las 19, será con Eliana Homssi ( JTP de la Cátedra, Máster en Historia del Mundo Hispano (CSIC, España)). Se recomienda inscribirse con tiempo.

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