Prensa CAT.
La tormenta empezó antes de que la pelota comience a rodar. Unos 10 minutos antes del pitazo inicial el cielo de Junín se quebró en un aguacero que llegó como un presagio de lo que Atlético estaba por atravesar en tarde-noche bonaerense. En la tribuna, paraguas y pilotos; en la cancha, un equipo que parecía arrastrar cada gota de agua por sus piernas. Y así fue, desde el inicio, un partido en el que el “Decano” se empapó de errores y apenas pudo salir a flote con un empate 2-2 que lo gritó como un alivio, aunque en realidad deja la misma sensación de tormenta en el horizonte.
Como si el agua multiplicara las cargas, el “Decano” arrancó dormido, lento, desencajado. A los cinco minutos, una cadena de errores en la última línea le sirvió el gol a Joaquín Ardaiz, que no perdonó cuando quedó solo frente al arco enemigo: gol, 1-0 para Sarmiento y la lluvia seguía cayendo.
Recién después de los 20 minutos el equipo que dirige Lucas Pusineri mostró un leve despertar, pero lo hizo sin profundidad. Había un muro invisible que lo frenaba, como si el campo se inclinara hacia atrás, hacia s propio arco. La ocasión más clara apareció a los 32’, cuando Marcelo Ortiz estrelló un cabezazo en el palo tras un centro de Franco Nicola. Fue apenas un destello en medio de un cielo encapotado.
Y cuando parecía que el descanso podía ser un refugio, volvió a golpear Sarmiento. Un rebote mal resuelto por Gianluca Ferrari, que no logró desactivar la “bomba” terminó otra vez en los pies de Ardaiz, que firmó su doblete para el 2-0 parcial, con una definición “cinco estrellas”. La lluvia amainó unos minutos, justo cuando Atlético insinuaba algo más, pero el cielo y el marcador ya estaban en contra.
La segunda parte trajo más agua y también más sufrimiento. Pusineri movió piezas: adentro Carlos Auzqui y Mateo Coronel para intentar darle aire al ataque. Pero la primera gran ocasión volvió a ser de Ardaiz, que casi liquida el partido a los dos minutos del complemento.
Eso sí, el entrenador no renunció en ningún momento al 4-4-2 pese a que el plan parecía estancado. Hizo ingresar a Kevin López, a Nicolás Lamendola y más tarde a Ramiro Ruiz Rodríguez, con la intención de sacudir la modorra. Pero cada vez que la lluvia se hacía más intensa, Atlético se perdía.
Parecía que el cielo marcaba los tiempos del partido: claridad con el campo seco, confusión con la tormenta.
El milagro empezó a gestarse a los 41 minutos del complemento. Coronel apareció casi en silencio y, con un cabezazo débil pero esquinado, marcó el 1-2 que trajo algo de oxígeno para la visita.
Y cuando el reloj agonizaba, ya en tiempo de descuento, apareció Auzqui. Su gol fue un grito de desahogo; más parecido a un rescate que a una remontada. Atlético, que se iba bajo un diluvio en el marcador y en el cielo, se sostuvo en un 2-2 que no cambia el panorama, pero evita el naufragio.
El contexto no ayuda a ver este empate como un triunfo. Atlético había goleado 5-0 a Sarmiento en febrero, cuando era el debut de Pusineri. Medio año después, los roles se invirtieron: el que domina es Sarmiento y los que se ahogan fueron los tucumanos.
El segundo ciclo de Pusineri había comenzado con ilusión, pero tras la heroica victoria contra Boca en la Copa Argentina, el equipo se vino abajo. Eliminación contra Newell’s, empate con Rosario Central en casa y ahora este 2-2 que se festeja más por lo agónico que por lo bueno.
La tormenta que mojó a Atlético en Junín es también la metáfora de su presente. Un equipo empantanado, que necesita sol para recuperar confianza y certezas.
El sábado, en casa frente a Talleres, tiene una nueva oportunidad para empezar a despejar las nubes. Porque un empate agónico da respiro, pero no alcanza para disipar la tormenta que sigue encima.







