Hernán Zuliani vuelve a Puerto Madryn, con la cabeza en San Martín de Tucumán

Con la autocrítica como norte, el defensor vuelve a la ciudad donde creció fútbolisticamente para competir contra el puntero con un objetivo claro: cortar la racha en su cancha.

EL AMOR PUEDE MÁS. Hernan Zuliani, a corazón abierto, comparte intimidades de su vida en San Martín EL AMOR PUEDE MÁS. Hernan Zuliani, a corazón abierto, comparte intimidades de su vida en San Martín ./Gentileza Hernán Zuliani

Las concentraciones tienen un idioma propio, privado, casi reservado. Puertas adentro, la previa es rutina: cartas, mates y detalles que se ajustan en voz baja: nada de grandilocuencias, apenas lo justo para preparar el cuerpo y aquietar la cabeza. En ese mundo hermético, Hernán Zuliani hace un alto. Sabe que el fútbol no vive de lo que se cuenta; vive de lo que se hace. Y esta tarde, en Puerto Madryn, lo espera un partido que pide presencia, precisión y carácter. Del otro lado está su ex club, puntero de la tabla. Del lado de acá, San Martín de Tucumán y una convicción que no negocia.

“Es la primera vez que vuelvo a Madryn desde que me fui”, dice, y el gesto se le ablanda un segundo, nada más. “Significa mucho: ahí crecí como persona y jugador. Tengo a mi novia, a su familia y a gente que quiero. Va a ser lindo reencontrarme, pero lo primero es el partido. Va a ser duro”, agrega.

Zuliani desembarcó en La Ciudadela este año, después de dos temporadas en Deportivo Madryn. Llegó joven, con margen de aprendizaje y un rasgo que lo acompaña: regularidad. En San Martín hilvanó titularidades, se sostuvo y se ganó un lugar compitiendo en un equipo que está empujando alto.

“Estoy agradecido con Ariel (Martos) y con Mariano (Campodónico), que me sigue dando la posibilidad de jugar”, cuenta, en diálogo con LA GACETA. “Me sorprendo de mí mismo por mantener el nivel y esta seguidilla de partidos en un club de mucha grandeza. Me siento cómodo porque mis compañeros me llevan a eso: si el equipo está bien, es más fácil”, expresa.

También se exige. Se sienta a ver los partidos otra vez cuando la adrenalina se fue. Los repasa en frío. Pausa, adelanta, retrocede. Mira sus recorridos, sus cierres, sus decisiones. “Soy muy autocrítico y competitivo conmigo mismo”, concede. “A veces en el momento sentís que hiciste algo mal y después no era tan así; o lo contrario. Verlos en frío me ayuda: acepto lo que hice mal para corregirlo y repito lo que salió bien. Estamos por entrar en un tramo donde el margen de error es mínimo”, explica.

La Copa Argentina lo paró frente a River. Jerarquía mundial y nombres que cualquier persona del país reconoce sin mirar la camiseta. Marcos Acuña, Gonzalo Montiel, Germán Pezzella. Un nivel que exige otro tiempo y otra velocidad.

“Fue impactante”, admite. “Verlos de cerca te marca el norte. En el partido vas a lo tuyo; después lo ves y cae la ficha. Te empuja a subir la vara. Somos una categoría menos, pero estamos cerca”, sostiene. “Ese día fue un anticipo: el primero de muchos choques de esa jerarquía que queremos tener el año que viene”, completa.

Naiara, la otra mitad de la película

En Madryn, él aprendió a esperar. Tardó en encontrar minutos y la soledad hizo lo suyo. Hasta que apareció Naiara Escobar. Fotógrafa del club y hermana de un jugador del plantel, la conoció a través de él: un día coincidieron en una juntada, charlaron y, de a poco, el foco cambió. “Yo estaba muy metido en lo deportivo y no le daba importancia a lo otro. Pero me gustó su forma de ser”, dice. “No me negué a conocerla. Me cambió mucho mi manera de pensar y de ver las cosas. Me apoyó desde el primer día. Sabía que iba a tener que irme y, aún así, me dio la certeza de que iba a acompañarme”, se sincera.

En su voz hay gratitud. “Estuve dos años allá. Los primeros seis meses, solo, y me costó. No jugaba. Después la conocí y me elevó. Ella tuvo compasión cuando llegaba triste, con bronca, porque sentía que no tenía la oportunidad. Hasta que se dio. Por eso hablo y me cambia la cara: me hace feliz. Es un pilar, como mi familia”, admite.

La distancia obliga a inventar rutinas. Videollamadas, mensajes al cierre del entrenamiento. Ella tiene 28 y es mamá de Blanca. Su hija también entra en escena: pregunta, se ríe, estira las charlas. “Me gustan los niños”, se sincera él. “Cuando aparece Blanca, se alargan las llamadas”, agrega.

Y están, claro, los viajes. A los aviones ella les tiene miedo. Igual va. “Me visitó tres veces en Tucumán; la última fue en Santiago, contra River. Se tomó un colectivo, muchísimas horas. La admiro”, reconoce él. “Prefiero el colectivo, sin escalas. Lo disfruto. No es un problema la distancia”, admite ella.

FINDE DE REENCUENTROS. Durante la concentración en Puerto Madryn, el defensor y Naiara pudieron volver a compartir un momento juntos FINDE DE REENCUENTROS. Durante la concentración en Puerto Madryn, el defensor y Naiara pudieron volver a compartir un momento juntos ./Gentileza Hernán Zuliani

Naiara mira el fútbol encuadrando: busca la emoción de los festejos, algún gesto que multiplique lo que una foto puede contar. Su historia con Hernán fue sin prisa. “Lo llevamos tranquilos. Renovó un año en Deportivo Madryn y eso nos dio tiempo para conocernos y ponernos de novios”, dice. A Blanca le llevó poco incorporarlo. “Lo quiere mucho y él a ella. Pasaron casi ocho meses sin verse, pero no lo sintió tanto por las videollamadas. Lo disfrutó cuando viajamos a Santiago”, expresa.

La distancia, por ahora, no erosiona. “Estamos bien”, define Naiara. “Hay confianza, nos respetamos. Se pasa rápido”, agrega. Sobre San Martín, la hace sentir en calma. “El presente de Hernán es muy bueno. Lo veo cómodo. Noté que es un grupo lindo y, aunque esté solo allá, sé que está bien acompañado por sus compañeros y por el club”, indica.

¿Qué le pasa sabiendo que hoy vuelve a Madryn, pero del lado rival? “Lo tomo normal. Estoy ansiosa por poder sacarle fotos de nuevo, como el año pasado, que es lo que me gusta hacer. Y disfrutar del partido”, cierra ella.

El partido y lo que importa

Deportivo Madryn no pierde en su cancha. La estadística circula, como circulan tantas previas. San Martín trabajó la semana con una idea en la que confía. “La encaramos parecido a River. Para ambos es importante: no define, pero da un puntapié. Si hacemos lo que trabajamos y bajamos el margen de error, podemos sacar diferencia. Ellos tienen mucho a favor; nosotros, nuestras herramientas. Venimos a romper su racha”, sostiene él.

Ahí aparece una frase que condensa el tono del día: “Adentro de la cancha es matar o morir”. Sin rebusques. Con simpleza. Sabe que el fútbol también es una forma de estar a la altura del momento.

Desde las 15.30, el reloj dirá basta a la previa. En la tribuna habrá gente que lo vio crecer con la camiseta de enfrente. Habrá, también, una fotógrafa buscando su mejor punto de apoyo, tal vez detrás de un córner, afinando el ojo para atrapar un cierre limpio, un anticipo, una carrera por la banda. No hay contradicción ahí: hay vida. El oficio que eligieron y el amor que construyen, cada uno a su forma, sosteniéndose a distancia.

Cuando termine, el resultado escribirá una línea nueva en la tabla. Lo demás (ese hilo invisible que va del vestuario a una llamada nocturna, del video que se vuelve a ver a la foto que congela una jugada) seguirá su curso. Hernán lo dijo sin vueltas al empezar: primero el partido. Lo otro, lo que también importa, espera del otro lado de la lente.

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