FOTO DE ARCHIVO. Javier Milei, mientras expresa su tradicional "¡Viva la libertad, carajo!.
El presidente Javier Milei marcó, en su cadena nacional de anoche, una continuidad en su enfrentamiento con el Congreso de la Nación y una ratificación en su línea discursiva de la defensa del superávit fiscal a ultranza.
Pero eso no fue todo. En los gestos y en las “formas” dejó en evidencia un cambio profundo que habrá que ver si se mantiene en el tiempo. Por primera vez en mucho tiempo, el jefe de Estado no terminó su alocución con la frase emblema de su Gobierno: “¡Viva la libertad, carajo!”. Parece menor, pero no lo es. El Presidente hizo de esa consigna el grito de guerra de su figura. La combinación de un concepto valorado positivamente como la “libertad” con una interjección soez como “carajo” había generado un efecto de transgresión que fue clave para captar la atención, sobre todo del voto joven, y para construir su imagen de outsider que venía a romper con el statu quo. Ahora eso no le es suficiente y hasta parece volverse en contra suya, como un bumeran mal lanzado. Hay sectores sociales molestos con las “formas” que el propio Milei dijo que no eran tan importantes, pero que ahora sí incomoda a ese electorado oscilante, que hoy la pasa mal económicamente y al que ya no le resulta novedoso -ni gracioso- el estilo agresivo del Presidente. Prometió no insultar más y al menos por ahora hay indicios de que lo cumplirá. Parece que entendió que la política de la que reniega es necesaria para ganar bancas. Y gobernar con tres poderes.








