Los beneficios de la estimulación musical temprana: "Como ocurre con el latido del corazón, los niños tienen su propio pulso y aprendizaje"
Dos espacios tucumanos transforman la manera de acompañar a bebés y niños pequeños. La música crea un puente entre generaciones y potencia el desarrollo cognitivo, motriz y emocional
MÚSICA EN VIVO. La pianista, Celeste y la profe, Lurdes interpretan piezas musicales y coreografías pensadas para cada actividad. FOTO DE LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Esto no es una terapia. No hay diagnóstico, ni intervención clínica. En el piso, al alcance de las manos pequeñas, hay tambores, campanas, maracas, palitos de lluvia. En el aire flotan melodías, rimas simples y frases repetidas como juegos. Hay saludos musicales, bailes, risas. Las profesoras se agachan para cantar cerca de los niños y de sus tutores. Hay una madre con su bebé en brazos, hay un padre sentado con su hija sobre las piernas. Así suenan las clases de estimulación musical temprana, un espacio donde la música se vuelve un lenguaje para vincularse y crecer.
La estimulación musical temprana consiste en la exposición activa y sistemática de niños y niñas desde los primeros meses de vida, incluso desde la gestación, a experiencias musicales. Su objetivo es promover el desarrollo integral: cognitivo, emocional, motriz, social y del lenguaje. La práctica está respaldada por estudios que muestran beneficios concretos. Investigaciones de Harvard y del Instituto Max Planck de Neurociencia Cognitiva (Alemania) indican que mejora la memoria, la atención, la plasticidad neuronal, el pensamiento abstracto y la capacidad matemática.
El enfoque Batucado
Pero para muchas familias, la música es mucho más que una herramienta de desarrollo. El taller Cuncuna cumple una década en Tucumán. Fue creado por Mónica Galván Moreno y Patricia Vitalone. “Creamos este espacio hace casi 10 años. Mi socia se capacitó en España con la metodología Batucado y han pasado cientos de niños por el taller”, cuenta Mónica”. Batucado, es un proyecto de educación musical integral, diseñado para niños desde bebés hasta los 7 años. Se centra en el desarrollo musical a través del juego, la creatividad, el movimiento y la interacción con la música. La música es una herramienta poderosa para el aprendizaje, el desarrollo cognitivo y emocional, y la formación de la personalidad. Patricia agrega: “Viví cinco años en Chile, y fue allí, en plena exploración de mi maternidad, donde descubrí talleres que me ayudaron a fortalecer el vínculo con mis hijos de una manera lúdica, a través del juego y la música”.
CON PALITOS. Los niños practican ritmos con sus padres y la tallerista. FOTO DE LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Lucía asiste con Luca, de un año y ocho meses: “Vine durante tres años al taller con mi sobrino y, en cuanto fui mamá, supe que traería a mi hijo acá. Aprende buenos hábitos y, en casa, intentamos tener los mismos elementos que en el taller”.
Aldana lleva a Zoe desde hace cuatro meses. Está por cumplir dos años. “Es hija única, no comparte con otros niños y con la estimulación empezó a soltarse. Entiende los silencios, ritmos lentos y rápidos”, relata la mamá.
El método Suzuki
Otro enfoque ofrece el taller Piccolo Girasole. Tres profesoras lo llevan adelante: una de piano, una de guitarra y otra que dirige las actividades. Las clases inician con el saludo Suzuki y con la profesora haciendo sonar el djembé, un instrumento africano. También suenan campanas, piano, guitarras y canciones que invitan a moverse. “Hice las formaciones del método Suzuki que parte de vivenciar la música como se aprende a hablar, de forma lúdica. Todos los niños nacen con las mismas capacidades y depende del estímulo del entorno para desarrollarlas”, explica Lurdes Villalba, profesora de música y tallerista.
CANCIONES. El micrófono y las interpretaciones aparecen en las clases luego de los dos años. FOTO DE LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
En cada clase se trabajan secuencias breves, con rimas, melodías y percusión corporal. “Los niños imitan el pulso, el canto y la música con el cuerpo”, dice Lurdes. Para los bebés, hay canciones a upa, movimientos suaves con pelotas, pañuelos, palmadas y rebotes. A partir de los dos años y medio comienzan a explorar el micrófono y los instrumentos. “Hay momentos de baile, relajación y juegos musicales con elementos de la vida diaria”, cuenta.
Las clases están divididas por edades. Se trabaja desde los cero hasta los seis años.
“Se aprende desde la imitación y la observación de patrones. No significa que se acelere un proceso o que un niño se vuelva más inteligente con esta estimulación, sino que se explotan conexiones neuronales y predisposiciones que ya existen”.
OLLAS Y FIDEOS. Con elementos cotidianos, los niños aprenden imitación y ritmo. FOTO DE LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
"Una forma distinta de vincularse con la música"
El rol de los adultos también es central. “El estímulo más importante es el amor y la conexión familiar. Entender que hay que acompañar a los niños en los procesos y respetarlos. Los adultos aprenden sobre cómo aprenden sus hijos, sobre la frustración, a regular emociones y a bajar expectativas. Como el latido del corazón, los niños tienen su propio pulso y aprendizaje”, explica la profe.
Nadia lleva a su hijo Fabricio, de cinco años. “Inicialmente vino cuando tenía ocho meses, volvimos a los dos años y a principio de año retomó. Lo disfruta. Los instrumentos musicales le apasionan”.
Lourdes es la mamá de Allegra, de cuatro años. “Es una forma distinta de vincularse con la música”. Carolina, por su parte, lleva a Tiziano, de tres. “Mi hijo mayor vino desde los dos años al taller y a los cinco empezó teclado. La música estuvo siempre en nuestro entorno”. Tiziano cuenta que tiene un ukelele y una guitarra.
EL CIERRE DE LA CLASE. La profesora, Lurdes, y su alumna cantan y hacen sombras con una linterna. FOTO DE LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Música desde el inicio: Aprender como se aprende a hablar
El método Suzuki, creado por el violinista japonés Shinichi Suzuki, propone que los niños aprendan música igual que adquieren el lenguaje: mediante la escucha constante, la imitación, la repetición y el estímulo positivo. Parte de la premisa de que todas las personas tienen potencial musical y que el entorno afectivo y estimulante es clave para desarrollarlo. En la estimulación musical temprana se aplica con canciones, secuencias breves, juegos y participación activa de los cuidadores. Otra propuesta en expansión es la metodología Batucado, que utiliza el cuerpo como primer instrumento. A través de la percusión corporal, el ritmo y el movimiento, promueve el desarrollo musical de forma accesible, lúdica y respetuosa de los tiempos de cada niño.








