VIGENTE. Juan Mattio reinvidica al libro como “algo que siempre está”.
Juan Mattio es uno de los invitados al Festival Internacional de Literatura de Tucumán que se realiza en el MUNT. Ayer participó en la mesa “Política de escritura. Riesgos en la literatura actual” y hoy lo hará en “Tensiones entre la ficción extraña y el neo-gótico en Latinoamérica”. Este año se reeditó su libro de 2021 “Materiales para una pesadilla”, que ha despertado una gran expectativa sobre la experimentación en la escritura. Fue coeditor de las revistas “Juguetes rabiosos” y “La Granada”.
Ante una pregunta de LA GACETA responde que “las nuevas generaciones están encontrando otras escenas sociales para leer que no son las que acostumbrábamos ver en el siglo XX, pero eso no debería alarmarnos demasiado”. Y señala que asocia el riesgo a la experimentación con las formas de narrar.
- ¿Qué riesgos ve en la literatura actual?
- La palabra riesgo puede llevarnos a distintas discusiones. A mí la que me interesa más es la que piensa en el riesgo formal o en la experimentación, donde las formas heredadas, sea el cuento o la novela, se ponen en problemas y se discute eso que se hereda. Entonces pienso en un autor como Ricardo Romero, acá en la Argentina, sobre todo en su novela “Big Rip”, y pienso que corrió un gran riesgo. O pienso en Blake Butler en lengua inglesa y su “Atlas de ceniza”, con una forma del cuento que está completamente deformada y casi hasta un punto donde es difícil entender si estamos frente a una novela o una serie de relatos independientes. Buscaría el riesgo no tanto en el contenido, en los temas de la literatura, sino pensaría esta palabra más asociada a la experimentación con formas de narrar, que pueden abrir mundos a los lectores y lectoras.
- ¿Deberíamos preocuparnos porque se dice que no se lee libros?
- En qué estado está la lectura o cómo funcionan los lectores y las lectoras en el siglo XXI es una pregunta interesante, pero deberíamos ampliarla. Me parece que vivimos en una época hipertextual, posiblemente ninguna otra etapa de la historia humana haya conocido tanto texto. Pienso en los dispositivos digitales, en internet, en las formas de comunicación cotidianas y estamos permanentemente leyendo. El libro es algo que siempre está; es un poco como la muerte del autor: siempre se anuncia su muerte y el libro logra sobrevivir y conservar una escena social, que es la de un hombre o una mujer que se abstrae del mundo concreto y material que lo rodea para meterse dentro de un laberinto de palabras. Entonces parece que sin ser alarmistas no veo una crisis real de la lectura.
- La presencia de la tecnología en sus trabajos es relevante.
- Fue relevante para “Materiales para una pesadilla” porque me parece que en el campo de la ciencia ficción, de la especulación con lo que está pasando en la tecnología, estamos en un momento de incertidumbre, de asombro y también de terror; eso genera fascinación y es un buen material para trabajar. Pero es eso, un material, un contenido, un tema que puede ser atractivo. La pregunta de una novela no es tanto cuál es su trama, sino cómo está construida.
- ¿Deberíamos preocuparnos por la Inteligencia Artificial?
- Siempre que me preguntan por la IA y el proceso creativo, pienso en el momento cuando aparece la fotografía y entonces un montón de pintores que se dedicaban a hacer retratos y venderlos, quedan sin trabajo porque la fotografía era no solamente más rápida y más económica, sino más eficiente en términos de realismo. Sin su aparición y su efecto de hiperrealidad posiblemente no habrían existido las vanguardias del siglo XX, no tendríamos el Guernica de Picasso; con la IA, lo que me interesa es entender qué puede hacer para tomar caminos que el dispositivo no pueda seguir. Me parece que es la solución más inteligente al dilema de cómo usarla.







