

Nos hicieron creer que los verdaderos amigos se encuentran en la infancia. Esa idea se instala como una promesa: si no hiciste tus amigos “para siempre” en esa etapa, ya es tarde. Pero la vida cambia, y con ella también cambian las personas y los vínculos. No todos llegamos a la adultez con ese grupo soñado que permanece intacto con los años.
Hay quienes crecen sintiendo que nunca encontraron realmente su lugar, que las amistades se deshicieron en la rutina o que quedaron atrás sin saber cómo. Y eso no significa haber fallado, sino haber vivido. Porque encontrar conexión verdadera no tiene edad ni momento exacto, y está bien que los caminos se redibujen. A veces, la amistad más honesta llega cuando menos lo esperás.
Por qué es más fácil hacer amigos en la infancia
Espacios como la escuela o el club facilitan amistades genuinas. La conexión surge sin tantas vueltas, con juegos, risas y tiempo compartido casi sin esfuerzo. En cambio, en la adultez, la rutina, el trabajo y las responsabilidades hacen más difícil generar vínculos nuevos. A eso se suma que muchas personas adultas tienden a sobre pensar, compararse o cuidar demasiado su imagen. Mostrar vulnerabilidad, algo clave para conectar de verdad, a veces se ve como una debilidad.
Eugenia vivió esa dificultad desde chica, marcada por la timidez y la sensación de no encajar del todo. Recién en la universidad pudo abrirse y conocer personas con historias diferentes, lo que le permitió mostrarse más auténtica. Hoy, con 32 años, valora profundamente el grupo de amigas que formó en su adultez: un vínculo real, sincero y lleno de complicidad.
La relevancia del tatuaje de oro
Claro, aquí Elena contó que durante mucho tiempo no tuvo ese tipo de amigas con las que se comparten confidencias y momentos íntimos. Aunque tenía gente cercana, sentía que faltaba profundidad en esos vínculos. Todo cambió cuando, junto a su marido, empezó a formar parte de un grupo de parejas con quienes surgió una amistad genuina, entre cenas, celebraciones y risas compartidas.
La psicóloga Dana Corbalán explica que los vínculos cambian con el tiempo porque también cambian nuestros deseos, intereses y formas de ver la vida. Es posible conservar amistades de la infancia, perder otras en el camino y crear lazos nuevos en la adultez. Como dice el psicólogo Espeche, los “verdaderos amigos” no tienen una fórmula única, pero siempre dejan una huella que vale la pena atesorar.








