Se recibió de ingeniero en la cárcel y sueña con volver a empezar

Privado de su libertad rindió 12 materias y terminó su carrera con el apoyo de su madre, de sus profesores y de la Justicia.

La Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Tucumán. La Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Tucumán.

“Jony” llegó a la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Tucumán escoltado por policías, con una autorización judicial en la mano y un guardia que lo acompañaba hasta el aula. Llevaba consigo una determinación firme. Esa tarde de diciembre rendiría la última materia para recibirse de ingeniero electrónico. Esa imagen quedó grabada en la cabeza del arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, que siete meses después lo recordó durante el tedeum del 9 de julio.

Desde 2022, este joven jujeño cumple una condena en el penal de Villa Urquiza. Pero decidió que la cárcel no sería el final de su sueño. Durante casi dos años rindió 12 materias, después de estudiar en su celda con los apuntes que le enviaban los profesores y con el aliento incondicional de su madre, que viajaba desde Jujuy para acompañarlo cada vez que podía.

El día del examen final coincidió con el cierre anual de la Mesa Provincial de Diálogo. El decano de la facultad y docente de Proyecto Final, Rubén Egea, avisó a los presentes que se retrasaría en llegar porque estaba tomando ese examen a un alumno en contexto de encierro. “Era un caso impresionante -recuerda-. Venía a rendir siempre con respeto y dedicación, cumplía con todos los requisitos. Nosotros lo acompañamos en lo que podíamos, pero el mérito fue suyo y de su madre”.

Aquella tarde, después de que Jony entregó su examen y aprobó, Egea le presentó al arzobispo, quien quiso acercarse, conocerlo, darle un abrazo. “Fue un momento muy emotivo”, cuenta el decano. “Monseñor lo bendijo, habló con él y con su mamá. Y después lo mencionó como ejemplo de esperanza en la misa del 9 de julio”, agrega.

Oportunidades

“Jony” había llegado a Tucumán como un adolescente que buscaba oportunidades. La vida lo llevó por caminos que lo alejaron de sus deseos y lo dejaron en un contexto que en vez de resentirlo, lo animó a no abandonar.

“No es fácil -admite Egea-. La Justicia a veces parece burocrática, pero en este caso funcionó. El juez lo autorizaba, la policía lo escoltaba y él hacía su parte. Fue un ejemplo de que cuando las cosas se hacen bien, funcionan”.

Cuando finalmente “Jony” se recibió, sonrió como hacía tiempo no lo hacía. Estaba con él su madre, que no dejó de llorar ni de agradecer. “Para mí fue un orgullo enorme”, comenta el decano y reflexiona: “Como universidad pública, nuestro deber es estar cerca de los sectores más vulnerables y demostrar que se puede. Casos como el de ‘Jony’ o el de otros alumnos con discapacidades que lograron recibirse nos recuerdan para qué estamos. Verlo a él lograrlo, con tantas dificultades, fue una lección para todos”.

El arzobispo dialogó con LA GACETA por este caso y resumió: “Para mí fue un grito de esperanza. No todo está perdido. Cuando los chicos se ponen las pilas, lo logran. Y eso facilita su reinserción en la sociedad”.

En un contexto en el que las segundas oportunidades escasean, Jony ya demostró que no hay rejas que puedan encerrar del todo un sueño cuando uno decide perseguirlo.

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