El cuadro se exhibe en los viejos hospitales y sanatarios. Es un clásico. La imagen muestra a una enfermera con su dedo índice sobre sus labios llamando a silencio. Se trata de Muriel Mercedes Wabney, una modelo que fue contratada en 1953 por una agencia de publicidad con el fin de generar conciencia de que, en algunas circunstancias, es imprescindible no hablar. Muriel puede ser representada por la política. Más en Tucumán, en la que las palabras suelen levantar chispas, con las que se hacen asados para calmar los ánimos. El peronismo es un claro ejemplo de esa vieja costumbre. El oficialismo tucumano atraviesa horas decisivas. Define si va unido o si, por el contrario, las aguas se separan entre aquellos que están cerca de Javier Milei de los otros que cuestionan la forma de conducir el país por parte del Presidente de la Nación.
El Partido Justicialista en la provincia es lo más parecido a un hospital. De un lado y del otro de las vertientes en pugna salen a asistir a los heridos de viejas batallas electorales. En los mitines peronistas se sirven sándwichs de entrada, pero a la salida los interlocutores de turnos se llevan varias facturas.
Osvaldo Jaldo necesita del triunfo. Imperiosamente. Ese resultado es lo que lo catapultará en los 28 meses que le quedan de mandato. Se asienta en la fuerza del aparato que cada gobernador tracciona por la voluntad de la mayoría de los intendentes y de los comisionados rurales que lo acompañan en la administración. Por las tardes, el mandatario sale a inaugurar obras en cada localidad del interior; de paso, se reúne con la dirigencia de la zona para explicar cuál es la estrategia. El discurso es el mismo de siempre: si hay victoria, habrá derrame. De lo contrario, habrá olvido. En algunos de los encuentros, el propio Jaldo habló de los zapatos con punta que adquirió para lanzar a aquellos “infieles” a la causa justicialista, el día después de las elecciones, en caso de que el peronismo ceda ante la ola violeta. La Libertad Avanza se aferra a la marca. Los nombres no importan. Aquellos que quieren el cambio saben cuál es el color que le gusta a Milei, repiten los libertarios. Cada día que pasa, al tranqueño se le hace cuesta arriba seguir el ritmo institucional que impone la Casa Rosada. Las espadas mileístas muestran que los resultados macroeconómicos son más que suficientes para atravesar la compulsa electoral del 26 de octubre. Sin embargo, no hay derrame. Las economías regionales trastabillan. En ese escenario, Jaldo tiene que atender todos los días las demandas de las industrias frente a las políticas económicas nacionales. No hay respuestas, porque la Provincia no tiene el poder de decisión que cambie el rumbo de las cosas. Sólo paliativos. Uno de ellos es el régimen de promoción, por el que se les baja la carga impositiva a las empresas.
Esta semana, por ejemplo, desde la Casa de Gobierno salieron mensajes hacia las textiles para evitar despidos en las plantas. El pedido del Gobierno fue por 90 días, hasta tanto se encuentre la manera de sortear los problemas de competitividad. ¿Qué debería pasar para encontrar una salida a ese callejón? Lisa y llanamente, que el Poder Ejecutivo nacional frene las importaciones y permita que la industria nacional emerja. La desconfianza se apropió de los hombres de negocios. Incluso de aquellos que apostaron al cambio y que aguardan que se modifique el escenario. “Muchos de estos trabajadores han dado prácticamente una vida en estas reparticiones. La mayoría son mayores de edad y están llegando casi a la jubilación. Yo pregunto: si hoy quedan desocupados, ¿quién les va a dar trabajo?”, cuestionó Jaldo, cuando habló acerca de las bajas de personal previstas en Vialidad Nacional, en el INTA y en el INTI, por mencionar algunos organismos que no resistieron al efecto de la motosierra.
Reuniones por doquier
El humor social, político y empresarial se está modificando. Dependerá de las medidas que adopte el economista libertario antes de octubre. La inflación es sólo la bandera de la lucha electoral, pero Milei necesita más que eso; que la actividad económica repunte y que eso se note en la economía real, algo que no está sucediendo.
Ese argumento se escucha de boca del senador nacional Juan Manzur. El viernes por la noche albergó en su residencia de Yerba Buena a más de 70 dirigentes de todo el territorio provincial. ¿Motivo? Los preparativos para constituir el frente electoral que promoverá en caso de que no haya unidad dentro del Partido Justicialista que preside en Tucumán. “No nos podemos volver locos; hay que ser cautelosos y apuntar a la unidad. Es lo que necesitamos para poder asegurar que la provincia siga siendo peronista”, dijo el ex mandatario, entre empanadas y el asado. Curiosamente, a seis cuadras de ese lugar, el ministro del Interior, Darío Monteros, encabezaba un encuentro con la dirigencia peronista de Yerba Buena. Se trata de un distrito hostil para el PJ, pero la idea es no perder más terreno y captar los votos de los desencantados. En una y otra corriente del oficialismo local todavía hay heridas que no se cierran. Son de vieja data y, cada tanto, se abren cuando los dirigentes se enfrentan. Sucedió este lunes entre Monteros y el diputado Pablo Yedlin en la redacción de LA GACETA, luego de que el ministro le señalara una contradicción al otrora ministro manzurista en tiempos de Mauricio Macri como presidente de la Nación. El cruce fue duro, pero terminó con un saludo.
Jaldo convocó a su despacho al ministro del Interior para saber qué había sucedido con Yedlin. Monteros dio su versión y el gobernador terminó sugiriéndole que no haya más confrontación. Lo mismo pasó en la cena ofrecida por Manzur, aunque el mensaje fue más amplio, a todos los presentes. “Hay que actuar con cautela, hay que medir las palabras. No es momento de peleas, sino de buscar la unidad”, remarcó el senador. De todas maneras, el tiempo pasa muy aceleradamente. Este viernes se definirían probables candidaturas, nombre del frente y estrategia electoral del espacio que conduce el presidente del distrito Tucumán del PJ. El plazo final sería el 26. Hasta entonces, intentarán acercar posiciones con la Casa de Gobierno y, así, evitar una escisión dentro del peronismo.
Sobran interlocutores; falta decisión de parte de los máximos referentes para fumar la pipa de la paz dentro del peronismo. Hay conversaciones privadas que sólo quedan en intentos. El silencio domina las voluntades. En los próximos días ambas corrientes profundizarán los encuentros en los cuatro puntos cardinales de la provincia. Puede que los jaldistas se crucen con los manzuristas, y viceversa. Puede que estén en la misma vereda o, tal vez, enfrentados hacia las urnas. Jaldo y Manzur saben que ir separados, más allá de la imagen pública de cada uno, puede ser una invitación al cambio de signo político en una provincia históricamente justicialista. Saben que sin 2025 no habrá 2027.Y esa es la cuestión. Saben que un paso en falso los conducirá hacia un precipicio desde donde es difícil volver. Les pasó en la década de 1990 cuando las intestinas peleas peronistas terminaron por catapultar como gobernador al líder de Fuerza Republicana, Antonio Domingo Bussi. Los heridos esperan en el hospital. El silencio es salud. La imagen de la enfermera lo dice todo. En política, a veces, es mejor no hablar.








