CAMINATA EN LA PLAZA URQUIZA. Cientos de personas marcharon para visibilizar el trabajo de los espacios comunitarios.
Más de 376 espacios comunitarios participaron ayer de la primera Caminata Encuentro por la Vida, la Comunidad y la Independencia, una iniciativa impulsada por la Comisión Mixta, compuesta por diversas organizaciones comunitarias de la provincia y acompañada por el Ministerio Público Fiscal (MPF). La concentración comenzó a las 11 en plaza Urquiza, desde donde los participantes marcharon hasta plaza Alberdi. La jornada tuvo como único objetivo visibilizar el trabajo de cientos de instituciones que enfrentan a diario las consecuencias del consumo problemático. Participaron cocinas comunitarias, hogares de Cristo, centros vecinales, merenderos, fundaciones, clubes, iglesias, referentes barriales y familias enteras. También hubo delegaciones de Santa Ana, Amaicha del Valle, Burruyacú, El Mollar, San Pedro de Colalao, Santa Lucía, Tafí Viejo entre otros.
La lucha es día a día
En Villa Mariano Moreno, Franco Nicolás Moreno aprendió a sobrevivir en un entorno donde la droga estaba al alcance de todos. Comenzó a consumir a los 14 años y pasó 18 atrapado por la pasta base. Su punto límite fue una detención injusta que lo dejó un mes y medio en una comisaría. “Ahí decidí cambiar. No estoy en tratamiento, fue por voluntad propia. Hoy ayudo en el centro vecinal 8 de marzo de Las Talitas, sirvo almuerzos, hago mantenimiento. Habló con los chicos que llegan, porque conozco esa historia”.
A los 11 años, Damián Santillán dejó la escuela primaria y empezó a trabajar. En ese nuevo mundo, conoció las sustancias. “La droga te borra la memoria emocional. Te olvidas de tu familia, de lo que sos”, dice a LA GACETA. La calle, la soledad y el dolor lo llevaron a tocar fondo a los 22. Un primo lo acercó al Hogar Cristo Maria de Belén. “Me acuerdo que llegué sucio, rengo, con olor, y me dijeron: acá vas a tener comida, una ducha, contención. Hace tres años que estoy limpio. Tengo dos hijos, y por ellos quiero cambiar. Ahora sueño con terminar el secundario y entrar a la policía”.
Después de dos décadas consumiendo cocaína, Gerardo Saúl Celiz pidió ayuda. Tenía 37 años y había tocado fondo. Ingresó a un centro, hizo entrevistas con terapeutas, se recuperó y hoy, con 40, es acompañante par en la Fundación Taller del Maestro. “Ahora estoy del otro lado: acompaño a los chicos que recién llegan. Esta es una enfermedad crónica. Hay que pedir ayuda, sin vergüenza. Me veo reflejado en ellos y eso me ayuda a no olvidarme de cómo llegué”.
Un oficio, un sueño
La historia de Leandro Soria también arranca en la adolescencia. Probó marihuana a los 13 y, a los 22, cayó en la pasta base. “Perdí mi casa, mi familia, mis cosas. Era una persona infeliz, estaba en situación de calle, andaba sucio, dormía en la vereda”. La vida le cambió cuando su abuela Cuca lo llevó a la iglesia. “Ahí conocí a Dios. Hoy vendo mercadería en la calle para sostener esa obra y ayudar. Recuperé a mi familia y sueño con tener mi propia panadería”.
ACTIVIDADES. La jornada también contó con muestras de baile en las veredas de la plaza Urquiza.
En el barrio 130 Viviendas, Pedro Morales prepara tortillas a la parrilla y chocolate para 87 chicos. El merendero Virgen de Guadalupe funciona en su propia casa, junto a su esposa y dos voluntarias. Pedro sabe de qué se trata el abandono: comenzó a consumir a los 12 años, y durante más de dos décadas cayó en la oscuridad de la pasta base. “Llegué a la Fazenda de la Esperanza en El Saladillo cuando no tenía vida. Me sentía más abajo que la tierra. Hoy hace cinco años que estoy limpio”.
Hay también quienes acompañan desde el dolor más profundo. Roxana Concha Viñón tiene 49 años y es madre de un adolescente con adicciones. Su hijo está en situación de calle y hace días que no sabe de él. “Es un sufrimiento diario. Llevamos 10 internaciones. A veces uno se cansa.Porque no se enferma sólo el hijo: se enferma toda la familia”. Roxana pide ayuda en nombre de todas las madres: “Que no se queden calladas. Hay centros que sí escuchan. Mi hijo se llama Exequiel. Lo amo con toda mi alma. Y sigo esperando su primer paso”.
Con los tres poderes del Estado
El Padre José María di Paola, popularmente conocido como el “Padre Pepe”, es referente nacional de los Hogares de Cristo y párroco de Nuestra Señora de Lourdes, en la ciudad de La Banda en Santiago del Estero, participó como uno más de la caminata.
“Tengo una relación muy estrecha con la Federación del NOA. Me gusta el lema de ‘ayudar a los que ayudan’, que compartimos en todo el país. En tiempos de crueldad e individualismo, este acto es puro amor. Eso es Cristianismo. Lo otro, donde se multiplica la guita y no el amor, no lo es”. Desde el Ministerio Público Fiscal, el acompañamiento también fue explícito. “Esto no fue un acto político. Lo que vimos hoy es el compromiso real de personas que ayudan, muchas veces con muy pocos recursos y con sus propios problemas a cuestas”, destacó Edmundo Jiménez, Ministro Público Fiscal. “La droga es el problema más grave que tenemos en el país. Esta es la primera caminata de muchas que vendrán. Nuestra tarea es clara: ayudar a los que ayudan”.
El deber del Estado
La caminata también reunió a los tres poderes del Estado, que se hicieron presentes para respaldar la convocatoria y asumir compromisos. “Hay una responsabilidad indelegable que tenemos desde el gobierno”, remarcó el gobernador, Osvaldo Jaldo. “Las organizaciones llegan donde a veces el Estado no. Por eso hay que acompañar, pero también trabajar para que la droga no llegue a manos de los jóvenes. Eso implica prevención, seguridad y políticas judiciales firmes, para que los que se enriquecen con el narcotráfico terminen donde deben: presos”. El vicegobernador, Miguel Ángel Acevedo coincidió: “Estas organizaciones trabajan a pulmón, con esfuerzo y solidaridad. Están en contacto permanente con los barrios, y por eso era fundamental estar hoy aquí, escuchar sus voces y renovar el compromiso. Ayudar a los que nos ayudan no puede ser solo un lema, tiene que ser una política”.






