“No cualquiera tiene a Manuel Belgrano tomando el té en su casa”
Lo que empezó como un video casero terminó en una escena digna de película: Manuel Belgrano tomando la merienda en el living de una casa en Marcos Juárez, en Córdoba. Y todo gracias a Guillermina, una nena de tres años que un día volvió del jardín con una idea clara: quería invitar al prócer a su casa.
“Quiero invitar a Manuel Belgrano a casa”, dice Guille en el video que grabó su papá, Álvaro Frais, sin imaginar que esa frase cruzaría las redes y terminaría tocando el corazón de miles. La reacción fue tan inmediata como conmovedora. “Videos de ella tenemos miles, pero que uno escale así... nunca”, cuenta él en una charla con LA GACETA.
Detrás de esa ocurrencia infantil había algo más grande: la huella que dejó en ella el Día de la Bandera y las actividades en el jardín Bernardino Rivadavia. “El mérito es todo de las seños. Ellas lograron transmitirle algo tan fuerte, que le nació desde adentro la necesidad de conocerlo”, agrega Virginia Gaitán, la mamá de la pequeña.
El pedido no quedó en un tierno “quiero”. Desde la Casa Histórica de Tucumán, un grupo de entusiastas decidió hacerlo realidad. El profe César Mena y el sargento Díaz, del Museo de Malvinas, se organizaron con agrupaciones gauchas, vecinos, docentes y hasta la legislatura tucumana para poner en marcha una verdadera misión patriótica: hacer que Manuel Belgrano visite a Guillermina.
Y así fue. Vestido de época, escoltado por gauchos, el prócer tocó la puerta, se sentó en la mesa, charló con Guille y hasta compartieron facturas. “Jugaban rompecabezas en el piso. Fue surrealista”, recuerda Virginia entre risas. Y Álvaro agrega: “Nos hablábamos con Guille y decíamos: ‘cuando tengas 20, vas a poder contar que tomaste la leche con Belgrano’”.
La historia emocionó tanto que ahora Guille recibió invitaciones desde Rosario, para conocer el Monumento a la Bandera, y desde Tucumán, para visitar la Casa Histórica. Y aunque ella por ahora está feliz con su nuevo amigo “prócer”, quién sabe si en el futuro no se interesa por San Martín o Moreno.
“Esto fue una sorpresa detrás de la otra. Lo lindo es que se armó en comunidad. Todos quisieron aportar algo para que esto pase”, dice Álvaro.
Y al final, la historia no solo es de Guillermina. Es una historia sobre cómo una niña de tres años, un celular, y una pregunta inocente pueden reactivar nuestra conexión con los símbolos, la memoria y los afectos. Porque sí, no cualquiera puede decir que tuvo a Belgrano en su casa… pero Guillermina, sí.








