Hugo Alconada Mon: “La confrontación es una estrategia del Gobierno”

Hugo Alconada Mon: “La confrontación es una estrategia del Gobierno”

Su meticuloso libro Topos lleva dos ediciones agotadas y una tercera en camino. Relata la historia real de una pareja de espías rusos, camuflados como una familia de clase media en Buenos Aires entre 2009 y 2022, urdiendo una misión secreta para Moscú. Dos hijos nacidos y criados en la mentira, ajenos a la verdadera identidad y a la profesión de sus padres. Alconada Mon habla sobre el libro pero también cuenta los intentos de hackeo que sufrió y reflexiona sobre el impacto de la prisión de Cristina, las agresiones de Milei y los pecados del periodismo.

El reloj marcaba las 15.20 cuando me acomodé en una mesa estratégica del café Dandy, un bar con ambientación vintage moderno, anclado en la esquina de avenida Santa Fe y Esmeralda, en Buenos Aires. Pegado al ventanal, con una vista privilegiada de la plaza Maipú, lo vi acercarse diez minutos después. Hugo Alconada Mon, el periodista que desentrañó la historia de los espías rusos en Buenos Aires, caminaba con la puntualidad de un reloj suizo. Traje claro, impecable, camisa blanca, corbata al tono. Una elegancia al estilo del cronista Gay Talesse, aunque sin el sombrero característico del periodista norteamericano. Solo. Unos anteojos resguardados en el bolsillo del saco, el celular en el otro. Cruzó Esmeralda y se sumergió en el local que él había elegido para nuestro encuentro.

Era miércoles 18 de junio; mientras Alconada Mon empujaba la puerta del bar, a tan solo 12 cuadras, una marea kirchnerista avanzaba hacia la Plaza de Mayo. Miles de militantes, encolumnados por la figura de Cristina Kirchner, bajo arresto domiciliario en la causa “Vialidad” se congregaban en la histórica plaza. Aquella tarde, sobre el asfalto de la avenida Corrientes, pude ver el rostro de la ex presidenta, replicado en un esténcil, que anunciaba: “La van a ver en cada esquina”.

-¿Está bien en esta mesa?, pregunté sin saber que la charla derivaría en un relato sobre la cancelación de las tarjetas, la persecución frustrada de un ladrón y un huracán de minutos que lo dejó con la sensación de vulnerabilidad.

-“Sí, perfecto” -respondió Alconada Mon, con la mirada fija hacia un entrepiso del bar. “Ahí me robaron la billetera”, -dijo, mientras señalaba el rincón decorado con botellas de vino y cuadros que resaltan el ‘bon vivant’-. Un recuerdo amargo en un lugar aparentemente inofensivo. “Estaba sentado con otra gente, almorzando -detalló-. En un momento, alguien chocó mi silla para levantarse de la otra mesa. Giré y me pidió disculpas. Volví a la conversación en mi mesa. Al pagar la cuenta, no tenía la billetera. El saco estaba colgado en la silla. Hablo por teléfono para dar de baja las tarjetas, pregunto si había alguna compra y me dicen que sí. En Farmacity, -agregó con la mirada puesta hacia el local del frente-. Cruzo la avenida y parado en la puerta grito: ¿Alguien tiene una tarjeta a nombre de Hugo Alconada Mon?... soy yo, lo digo fuerte. Las empleadas chequean y nada”.

Espías en su laberinto

En Topos, el periodista de investigación diseccionó el modus operandi de los espías, dividiéndolos en “legales” e “ilegales”. Los primeros, con nombres reales y pasaportes diplomáticos, expuestos a la expulsión en caso de ser descubiertos. Los segundos, clandestinos, sin identidad ni inmunidad, condenados a prisión si caen en la red.

Explicó que la idea del libro surgió de una conversación con la periodista Luciana Vázquez. Pero fue la historia de los hijos de los espías, su inocencia mancillada, lo que realmente lo impulsó a escribir. “Lejos de contarlo como una novela de espionaje, quería contar cómo se movieron, cuáles fueron las dudas que pudieron surgir, buscar algo más amplio”, resaltó. Habló con la obstetra que atendió los partos, con la contadora. Quería entender el entramado, la normalidad aparente que ocultaba una red de intrigas.

La investigación fue un laberinto de silencios y negativas. Diplomáticos y funcionarios, acostumbrados a hablar con periodistas, pero también gente común aterrorizada ante la sola mención del espionaje ruso. Dos contactos clave se negaban a hablar. Hasta que, tras el intercambio de prisioneros en agosto de 2024, uno de ellos cedió. Dijo que una conversación de cuatro horas en el café Bidou de Lavalle, otro clásico porteño, se convirtió en la llave que abrió un universo de información. Fotografías familiares, documentos incautados por el servicio de inteligencia esloveno. Piezas de un rompecabezas intrincado.

-Ahora que nos encontramos, yo me preguntaba si hacemos como los espías de sentarnos en la última mesa del bar, pegado a la pared y mirando hacia la puerta-, propuse.

Alconada Mon sonrió. “Muchos de los que accedieron a hablar decían ‘hasta acá, no quiero saber más nada’ y hubo muchos otros dijeron ‘hablo, pero bajo condición de anonimato’ y eso se respeta”, recordó. El miedo, la desconfianza, eran compañeros constantes en el camino de la investigación. La pareja de espías había estafado a varias personas de su entorno, lo que sembró un reguero de incredulidad y paranoia. “Algunos me decían ‘pero yo no sabía que eran espías’, como si yo les estuviera reprochando complicidad. Para calmarlos, les decía: ‘fuiste víctima, no cómplice’. Para otros también era incómodo decirle ‘fuiste víctima’, se sentían estúpidos que habían sido engañados”.

Rememoró que hubo una fuente que nunca bajó el umbral de confianza y recelo: el funcionario que los casó en el Registro Civil de Buenos Aires. “Yo no sabía, me decía; yo le digo ‘doctor, cómo va a saber, es imposible que usted sepa’, y él me interrumpía, ‘yo no tuve nada que ver’, y yo repetía: ‘claro, cómo va a saber, es imposible’.

Una moza, con la familiaridad de la costumbre, sirvió una gaseosa para Alconada Mon y un café para mí. Parecía ser un habitué del café Dandy. Desde la vereda, a través del vidrio, una mujer se detuvo un instante, saludó con la mano en alto y siguió su camino.

-En algún momento de la etapa de investigación, ¿pensaste en ir a Rusia?, pregunté.

“La respuesta corta es sí; la larga: ni mamado. Ni mamado -repitió-. A los espías intenté contactarlos. Les mandé correos electrónicos a tres casillas distintas, contacté al servicio de inteligencia ruso en Moscú, contacté al consulado acá y a la embajada acá, en Buenos Aires. De esas cuatro variantes, la única que reaccionó fue la embajada, me contactó el agregado de prensa y le dije que quería hablar con los espías, con el jefe de inteligencia o con el embajador. No estaba hablando de algo que era secreto, porque Vladimir Putin ya los recibió en Rusia, están blanqueadísimos. ‘Muy bien, Hugo, transmito tu consulta’ y nunca más respondieron. Me pregunté que haría si llegaban a decir ‘vení’, y mi respuesta era ‘no’. Si fuese el jefe de inteligencia ruso -resaltó- le diría ‘nos vemos en un tercer país’; opción dos -la más sana para todos-, un zoom; y si querés, grabá la conversación, yo grabo también, entonces vas a saber que lo que voy a escribir no está tergiversado, editado, ni sacado de contexto. Nada. Me clavaron el visto”.

La historia de los espías rusos pronto llegará a una plataforma de streaming. La exposición mediática, sin embargo, generó nuevas tensiones. “Mucha gente se puso nerviosa con todos los rusos”, contó Alconada Mon. “Lo lamento, porque es una hermosa comunidad, hay un montón de gente de bien, laburadores, honestos y vienen acá a habitar el territorio argentino como tantos otros que vienen a laburar”.

Cristina presa

Mientras tanto, a 20 cuadras de nuestra conversación, en Plaza de Mayo, la voz de Cristina Kirchner resonaba en los altoparlantes, cargada de críticas y promesas de regreso. La grieta argentina se reflejaba en los portales de noticias y en las redes sociales, con mensajes de apoyo y de condena.

-¿Percibes una efervescencia social y política?, consulté.

“Sí, para millones de hombres y mujeres Cristina reencarna su referencia política”, respondió Alconada Mon. “Esos millones están dolidos, frustrados, enojados, y tienen derecho a expresar su fastidio, su malestar; podés estar de acuerdo o no, pero una de las ventajas de vivir en democracia es la libertad de expresión. Querés exteriorizar tu malestar, exteriorizalo. Ahora, si me preguntás si creo que Cristina está bien condenada, te digo que sí. Al mismo tiempo, hay que moverse con delicadeza, tratando de encontrar un punto en común en el cual el otro pueda expresar su dolor para que, cuando esto empiece a menguar, podamos acomodar la situación para que ella pueda cumplir su condena”.

Protestas y orden

La conversación derivó hacia la delicada situación política, la necesidad de equilibrio entre la expresión de la protesta y el orden público. Otros clientes apuraban los últimos minutos de la sobremesa, mientras la conversación fluía al ritmo de la historia de los espías rusos, entre secretos revelados y sombras del presente. Un espejo distorsionado de una realidad compleja y fascinante. Tan incierta como el futuro político y social de Argentina. “Hemos vivido episodios en el pasado, en el cual manifestaciones o movilizaciones que cortaban la calle generaban malestar, entonces la dejás pasar y no pasa nada y eventualmente en las próximas semanas van a ser menos; ahora, si generás un episodio de violencia –advirtió-, generás detenciones y lo único que provocás es una siguiente protesta más grande, más vigorosa”.

-¿Algo así como lo que ocurre los miércoles en el Congreso?

“La del miércoles aquel en que casi matan al fotógrafo Pablo Grillo fue un desastre, ¿para qué? –insistió-. Fue contraproducente a los fines y objetivos del Gobierno. No te sirve en el corto plazo, ni en el largo. Además del dolor humano que causaste a ese hombre y a su familia, la angustia, el proceso de rehabilitación. Salís perdiendo por todos lados”.

Intentos de hackeo

En mayo pasado, Alconada Mon fue amenazado e intentaron hackearle sus cuentas luego de su revelación sobre la SIDE. El ataque abarcó 10 maniobras para tomar el control de su WhatsApp y un intento de apropiarse de su usuario de X, mensajes intimidatorios y suscripciones con su nombre en páginas de contenido pornográfico. Tomó las precauciones del caso en cuanto a proteger a sus fuentes periodísticas, pero no cambió demasiado su rutina de movimientos. “Aunque te parezca chiste, me muevo muy relajado. Solo, tranquilo. Para proteger a mis fuentes, aplico determinados estándares de seguridad informática, tengo protegidos los correos electrónicos, mis conversaciones por Whatsapp; algunas conversaciones con las fuentes son presenciales, en lugares especiales. A los fines de mi trabajo, tengo que preservar la seguridad de mis fuentes”.

El primer intento de hackeo comenzó a las 20.57 del domingo 25 de mayo pasado. Aquel día, el periodista había publicado en La Nación: “La SIDE pone la mira en quienes manipulen la opinión pública o erosionen la confianza en los funcionarios. El nuevo plan de inteligencia nacional abre la puerta a que se ponga en el foco de los espías a opositores, periodistas y economistas”. A casi un mes de aquella publicación, Alconada Mon analizó la actitud del Gobierno de inyectarle más fondos al organismo de Inteligencia poniendo foco en periodistas, y dirigentes. “Es por lo menos inquietante. Lo que revelé se llama Plan de Inteligencia Nacional. Que es la nueva forma, porque no estaba escrito de ese modo antes. Está escrito de manera tan ambigua que puede ser nada o todo. Ejemplo: lo digo de memoria; quedarán sujetos a tareas de inteligencia aquellos actores que intenten influir sobre la percepción del electorado, en procesos electorales. ¿Qué significa eso? Si lo quiero defender te digo: estamos hablando de potencias extranjeras como Rusia, que así como intentaron manipular las elecciones en Estados Unidos, Francia y Rumania, pueden hacer lo mismo en Argentina y tenemos que tratar de evitarlo. Así está bien, entonces escribilo así o puede significar que van ser objeto de tareas de inteligencia todos aquellos periodistas, analistas políticos y encuestadores que pueden llegar a influir sobre los votantes días antes de las elecciones, al igual que aquellos actores que cuestionen las políticas económicas… así como está escrito es un cheque en blanco”.

Milei y sus modelos

El Gobierno lleva un año y medio en el poder, varios analistas coincidieron en que, Milei parece buscar todos los días un enemigo nuevo, la confrontación, el insulto, la descalificación. “Creo que es una política deliberada –remarcó Alconada Mon-, una estrategia. El Gobierno busca la confrontación”.

-¿Te parece una copia de Trump y de Bukele?

“En parte, sí. En Estados Unidos, Donald Trump promovió la frase ‘Nosotros no odiamos lo suficiente a los medios de comunicación’. Javier Milei la modificó y en vez de hablar de los medios habló de los periodistas. ‘Nosotros no odiamos lo suficiente a los periodistas’. La copia es casi textual. Entonces sí, hay una decisión deliberada del Gobierno de buscar la polarización. No sé hasta qué punto no lo complicó que Cristina Kirchner no pueda ser candidata. Ellos son los otros: peronismo o antiperonistas. Con Cristina o contra Cristina. Ahora tenés que rivalizar con un fantasma. Cristina no compite en la elección pero decide, y además recuperó la centralidad.

-¿Esto remite al eslogan “Cámpora al Gobierno, Perón al poder”?

-Te estás peleando con una sombra. Y una sombra que va a argüir: ganaste porque no compitió Cristina; perdiste, aunque no estaba Cristina. En cualquier contexto tu triunfo o tu derrota van a quedar cuestionados. En cualquier escenario, perdiste.

-¿Cuál es el rol del periodismo frente a ese escenario?

-Creo que nosotros también somos parte del problema. Tenemos nuestros vicios, corrupción, agachadas. También alimentamos, no todos –aclaro-, la polarización. Ves LaNación+ y C5N y son universos paralelos. Como si hablaran de dos Argentinas distintas. Periodistas en teoría profesionales que terminan participando de algo que es casi un show, lo que en Estados Unidos llaman ‘infotainment’, la combinación o confusión entre entretenimiento e información. Teníamos colegas criticando, incluso peor, mofándose de Ricardo Darín por su comentario sobre el precio de las empanadas. Supongamos que lo que hubiera dicho Darín fuera una estupidez, supongamos que hubiera dicho que una empanada vale 500.000 pesos. ¿Cuál es el problema? Vivimos en una democracia. Si somos tolerantes con los terraplanistas, con los antivacunas, etc, a Darín le caímos como si fuera Bin Laden. ¿O será porque dijo algo incómodo para el Gobierno, y entonces todos aquellos que tiran centros al Gobierno salieron a criticarlo por eso? O incluso más, también lo hicieron para distraer, mientras nosotros revelábamos la existencia del plan de inteligencia nacional. Entonces en lugar de hablar del plan, hablaban de empanadas. No todos, un sector del periodismo es parte del problema, no de la solución. Hasta donde sé, estudiamos en la facultad de periodismo que estamos para informar, no para distraer o entretener.

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