Por Hugo E.Grimaldi
Hay que observar el problema en el que se ha ido metiendo el gobierno nacional tal como si fuese un gráfico donde hay un cruce de rectas que se asemeja a una tijera vertical, ya que mientras una línea va en ascenso, la otra cae. Y aunque por ahora el esquema tiene muy poco que ver con la adhesión de la gente que marcan las encuestas, ésta bien podría ser una descripción puntual de lo que le está pasando hoy a La Libertad Avanza en dos planos y de cara a las elecciones: le aumenta el ruido económico y financiero, mientras se degrada en lo político, básicamente porque no da pie con bola en el armado electoral para octubre y porque el Congreso está a la buena de Dios. Doble incertidumbre.
Lo notable es que en las dos líneas del subibaja se da lo que en el tenis se conoce como “errores no forzados”, es decir metidas de pata propias que se han ido sucediendo de modo continuado, tal como le pasa a un peatón que baja el cordón apurado, tropieza e inicia un derrape que termina con la cara aplastada contra el piso. En materia electoral, la cuestión es netamente interna y se plantea en dos de los vértices del “triángulo de hierro”, ya que Karina Milei y Santiago Caputo tienen visiones diferentes sobre las elecciones y sobre cómo proceder en el mientras tanto.
La hermana presidencial supone que deben ir solos en todos lados, mientras que el asesor insiste en tejer algún tipo de alianzas para no quedar a la intemperie en el Congreso. No le ha ido bien a ella hasta el momento, ya que en las elecciones que se han hecho este año sólo pudo tener mínimas alegrías. Es verdad que en los distritos más grandes, salvo en la provincia de Santa Fe donde LLA salió tercera y en Rosario llegó segunda, todavía no se ha jugado el partido, pero el deseo de “teñir de violeta” el país luce hasta ahora bastante pobre.
Pese al seudoarreglo con el PRO de la provincia de Buenos Aires, que no se sabe si terminará en ruptura interna en el partido de Mauricio Macri, el llamado “mago del Kremlin” querría que haya más cercanía con fuerzas afines, pero ella le boicotea todas las posibilidades: quiere someter, mientras el otro busca arreglar. Debería dirimir el Presidente, aunque se supone que por su personalidad toca la misma cuerda belicosa que su hermana y que es probable que ella esté haciendo lo que él le pide. Hay bastante confusión en ese triángulo.
La desavenencia se traslada al Congreso, donde el protegido de Karina, Martín Menem, hace políticamente agua por los cuatro costados y el otro se lo hace notar. Esta última semana, hubo rebeliones por los cuatro costados y cuando el titular de la Cámara de Diputados llegaba a apagar un incendio se le abría otro foco. El correlato que marca Santiago C. es que no hay opositores contentos, ni mucho menos los supuestamente más afines, irritados por el destrato permanente de la Casa Rosada hacia ellos y que esa factura se la están pasando al Gobierno terminando de votar leyes que el Presidente deberá vetar (jubilaciones), para luego seguir agitando el parche y rechazar esa instancia para desgastarlo más aún. “Ruido al cuete”, se espantan algunos en Balcarce 50.
Y sucedió que todo el escándalo se trasladó al Congreso, con peleas a los gritos para romper sesiones (que algunos interpretan malévolamente como previamente concertadas entre LLA y el kirchnerismo) o la desaparición del espinel de los diputados macristas o radicales “con peluca” o aún todo el espectro de los legisladores que responden a todos los gobernadores, hoy sublevados. Lo que parece es que le han tomado el tiempo al titular de la Cámara y por interpósita persona a Karina, su protectora. Hasta el más calmo Guillermo Francos se levantó y se fue del Senado a la hora de rendir cuentas para ponerle más tirantez al asunto. No consta, pero sólo para el análisis debe observarse que el Jefe de Gabinete poco y nada quiere saber con este presente de locos dentro del oficialismo.
Todo este aquelarre de la interna se da justo cuando el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella registró durante junio una caída al nivel de 2,34 puntos sobre 5 (-11,8% vs mayo). Este indicador mide la percepción de la ciudadanía sobre el desempeño del Gobierno y se calcula mediante encuestas que consultan la aprobación presidencial, la evaluación de la gestión económica y la confianza en las instituciones, entre otros aspectos.
Con bastante razonabilidad el Índice, suele correlacionarse con los resultados electorales posteriores, ya que refleja el clima político más la satisfacción ciudadana y porque ya se ha visto en casos previos que con aprobación alta es mayor la probabilidad de que los oficialismos ganen las elecciones. Ahora, es verdad que faltan unos meses y que es posible una reversión de la curva porque en materia electoral nunca hay cosas seguras, pero el indicio quizás debería hacer cambiar algunas cosas, no sólo de la interna sino del proceder presidencial con opositores y periodistas.
Una de las cosas que sí está escrita deriva del recambio previsto en los bloques de diputados y atención a este dato: por muy bien que le vaya en las elecciones legislativas al Presidente, el oficialismo no va a poder superar en la Cámara Baja los 100 diputados. ¿85 ó 90 quizás? Es decir que a Javier Milei le van a faltar equis cantidad de colaboracionistas para llegar a los 129 que se necesitan para empezar a encarar el triángulo de reformas imprescindibles (laboral, previsional y tributaria) y para empezar a meterle así algún combustible a la inversión. Este grupo es la misma gente a la que Caputo el joven quiere preservar en el tema electoral y que ha sido vapuleada y ninguneada por la intransigencia de la hermana presidencial.
Los mercados han tomado desde ya debida nota de este tembladeral y los operadores de adentro y de afuera opinan que es una barbaridad que sus colaboradores más cercanos no le solucionen la vida a Milei, sino que se la compliquen en temas que a él poco le gusta atender. Por supuesto que a esta cuestión se suma a la catarata propia de situaciones que durante los últimos días han preocupado y que le hizo dar un respingo al dólar hasta ayer mismo.
Lo cierto es que el Gobierno no hace nada para superar la sensación térmica, sino que más bien empioja la situación. Qué necesidad tenía el ministro de Economía, Luis Caputo de mojarle la oreja al mundo de las finanzas, un espinel que él mismo transitó durante años. Envalentonado por la reducción inflacionaria que achica la pobreza y sobre todo, por el superávit fiscal inédito, condición necesaria, pero no suficiente para mantener a raya el tipo de cambio, el ministro se descolocó en la Escuela de Negocios del IAE y dio un paso en falso, quizás por haber querido mostrarse –cosas de la interna también- como el ladero más fiel del Presidente.
Al pobre “Toto” la maroma se le vino en contra, después de la chicana que utilizó, ya que muchos tomaron sus frases como una mojadura de oreja: “El dólar flota y a cualquiera que le parezca que está barato… Agarrá los pesos y comprá. ¡No te la pierdas, campeón!” fue el consejo que en general no gustó por los dichos, pero mucho menos por el tono sobrador del funcionario. Con benevolencia, algunos lo quisieron interpretar como un mensaje de “necesitamos que se vaya para arriba porque no nos podemos desdecir” pero, en general, el auditorio tragó saliva y decidió civilizadamente esperar y devolverle la factura a la hora de los precios. “No se hace eso entre colegas”, fue lo mínimo que se escuchó.
Lo cierto es que al día siguiente, el mercado compró y sonó como un correctivo hacia el ministro, aunque los operadores utilizaron otras excusas en relación a dos o tres temas que meten mucho ruido y que están dando vueltas: ya casi no hay liquidación de dólares del campo, el banco JPMorgan bajó levemente el pulgar en la cuestión del “carry trade”, mientras el caso YPF está cocinándose, justo en una empresa que hacia el futuro (algo lejano, es cierto) debería ser la mayor proveedora de divisas de la Argentina. La situación de la petrolera fue lo más grave de la semana, por la intromisión de la jueza Loretta Preska desde Nueva York en cuestiones internas de la Argentina que le sirvió al gobierno para tirarle toneladas de tierra encima al kirchnerismo, por las sospechas de arreglo con el grupo Eskenazi para quedarse con la empresa para la Corona.
Sin embargo, los mercados -que todo lo leen- no pudieron soslayar un párrafo de Preska que se inscribe también en la tendencia de la política argentina de dejar todo para después, aunque las consecuencias las paguen lo que siguen: “el país se niega a hacer el más mínimo esfuerzo por cumplir con la sentencia firme del Tribunal”, criticó la jueza en su calentura con el actual gobierno. Mientras tanto, el Congreso, que debería haberse sentarse de inmediato a escribir al menos un Proyecto de Declaración unánime para rechazar el procedimiento de ejecución, se ocupaba de gritar desaforadamente y de insultar a todos y todas. Cuando no haya más votantes, los políticos se empezarán a preocupar. Quizás.