A 50 años del estreno de “Tiburón”
El próximo viernes se cumplirá medio siglo de aquella vez a partir de la cual toda una generación, cada vez que va de vacaciones a una playa, otea el horizonte con la secreta intención de descubrir, o la intensa esperanza de no hallar nunca, una aleta triangular desplazándose sobre la superficie.
UNA REVOLUCIÓN EN LA INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA. La película muestra que el cine de sensaciones fuertes es pasión de espectadores.
El 20 de junio de 1975 se estrenó en Estados Unidos la película que en Argentina, y buena parte de América Latina, se conocerá con un nombre nada connotativo, pero inolvidable: “Tiburón”. En inglés se tituló “Jaws”, que se traduce como “Fauces”. Así se llama la novela que inspiró la película y que busca disparar un conflicto en torno del “ser” y del “deber ser”. “Quiero contar la historia de un gran tiburón blanco que ronda las playas de un balneario y provoca una crisis moral”, sintetizó el autor, Peter Benchley, en una entrevista con BBC News, en 2004, cuando su libro cumplió 30 años.
Esa crisis se manifiesta desde el comienzo. Chrissie Watkins se aleja de una fiesta en la playa y entra al mar. De pronto, y desde lo profundo, algo la embiste con violencia y la jala hacia el fondo. Al día siguiente encontrarán su cadáver. O, más bien, lo que queda de él. Las conclusiones del forense son que fue atacada por un tiburón. Así que Martin Brody, el jefe de policía del pueblo de la ficticia isla Amity, se apresta a cerrar las playas. Pero enfrenta la presión del alcalde y de los comerciantes: la temporada turística la principal fuente de ingresos de la localidad. Hasta el médico relativiza el diagnóstico que él mismo había brindado y plantea que, en realidad, las heridas que presentaban los restos de Chrissie habrían sido provocadas por la hélice del motor de una embarcación.
Brody cede y días después el depredador se cobra una nueva presa. La “crisis moral” detona cuando la familia de la nueva víctima formule el interrogante obvio y, por tanto, incontestable: si sabían que había un tiburón cazando humanos, ¿por qué permitieron que los bañistas corrieran peligro?
Pero lo que logra Spielberg va largamente más allá de este debate entre las normas del bien y del mal. A fuerzas de ser sinceros, pocos recuerdan el largometraje por ese predicamento. En cambio, desde hace medio siglo, cada vez que nos zambullimos en el mar pensamos en un tiburón.
No es para menos. El de la película no es un pez: es un monstruo. Allí radica una cuestión central en la creación del cineasta extraordinario: ese monstruo no es necesariamente “antinatural”. Es una obra de la naturaleza, que engendra, en todo caso, una criatura extraordinaria. A ella deberán enfrentarse los hombres ordinarios. No hay mejor mitología que la que no parece ser tal cosa.
Otra mirada
La novela “Jaws” se publica en febrero de 1974 y es un boom. Un año antes, los productores Richard D. Zanuck y David Brown ya habían adquirido los derechos de adaptación a la pantalla grande. Así lo precisan Olivier Bosuquet, Arnaud Devillard y Nicolas Schaller en el libro Spielberg (Blum, 2024), que recorre 48 realizaciones de Steven Spielberg, el cineasta que pudo ser devorado por la película del escualo aterrador, pero que terminó en el Olimpo de Hollywood gracias a esa obra.
Según dan cuenta los autores de Spielberg, el plan de los productores era usar maquetas y miniaturas en los tanques de agua de los grandes estudios y con fondos artificiales. Pero el realizador tiene no sólo otra mirada: el filme debe rodarse en escenarios naturales para que la realidad irrumpa como algo más que una sensación. Hay que hacer lo inédito: filmar en el mar.
La tarea, entonces, enfrentó cuatro desafíos primordiales: la localización del rodaje, el guion, el reparto de la película y, nada menos, el tiburón.
Dónde y cuándo
A la hora de escoger el lugar, la primera opción fue la isla de Nantucket, frente a las costas de Massachusetts, pero los pronósticos meteorológicos obligaron a descartarla. Con ello aflora un primer dato: el rodaje comienza el 2 de mayo de 1974 y estaba previsto que durase 50 días. ¿Por qué la premura? Para aprovechar el éxito de la novela. Finalmente, tomará un poco más de tiempo…
La “tierra elegida” será la coqueta isla de Martha´s Vineyards, al sur de Boston, que por estos días celebra el 50 aniversario de la película con exposiciones y documentales. “En un cementerio naval de Boston, el director de arte, Joe Alves, halla un pequeño barco de pesca de langosta, el ‘Warlock’, de 13 metros de eslora. Remozado, se convierte en el ‘Orca’, del cazador de tiburones Quint”, detallan Bosuquet, Devillard y Schaller. Una réplica en fibra de vidrio es la destruida en el final.
Trama sin subtramas
Al primer guion lo entrega el propio autor de la novela, Peter Benchley, pero no le gustó a Spielberg, que comienza a “depilar” la trama de numerosas derivaciones. Por ejemplo, los contactos del alcalde de Amity con la mafia; o el amorío entre la esposa del jefe de Policía con el científico especialista en tiburones: Matt Hooper. Finalmente, se recurre al guionista Howard Sacler, quien acepta pero con una condición: que no apareciera su nombre en los créditos del filme.
Sackler incluye en la trama un hecho verídico, pero escasamente conocido hasta ese momento. En julio de 1945, el USS Indianápolis, un buque de la armada de EEUU, es torpedeado por las fuerzas japonesas y parte de su tripulación es masacrada por tiburones.
Luego, la propia realización hará más cambios. En la preproducción, un equipo de documentalistas filman tiburones en Australia para obtener la secuencia del ataque en el que Hooper, pese a estar protegido por una jaula sumergida, muere como alimento del pez asesino. Pero un tiburón blanco real ataca y destruye la jaula y parte del equipamiento de filmación. El material rescatado, finalmente, no permite el fatal desenlace. Así que Hooper, en el filme, termina sobreviviendo.
Vetos, alcohol y peleas
El reparto tampoco será una tarea sencilla. El director no quiere superestrellas en el elenco. Eso deja fuera nada menos que a Charlton Heston, que quería interpretar el papel del jefe de Policía. Ofuscado con el desaire, el actor jurará nunca actuar para Spielberg. El rol será para Roy Schneider. El papel de Hooper recaerá en Richard Dreyfuss, a quien el director no conocía. Luego de que los presentaron, fue la primera elección de Spielberg. Pero el convite, en un principio, fue rechazado por Dreyfuss.
Restaba el actor para el cazador de tiburones. Después de que descartaran a Lee Marvin (estaba de vacaciones) y Sterling Hayden (adeudaba impuestos al fisco), será el británico Robert Shaw quien se pondrá la piel del áspero Quint. Shaw tenía reiterados problemas con el alcohol y se peleaba con Dreyfuss, olvidaba pasajes del guion o directamente no estaba en condiciones de filmar escenas. El monólogo de Quint sobre la tragedia del USS Indianápolis se debe filmar dos veces, en días distintos.
“Bruce” no sabe nadar
El tiburón protagonista de la película no se fabrica en Hollywood: se lo conocerá en las pantallas, así que no quieren correr el riesgo de miradas (y, sobre todo, de cámaras) indiscretas. El trabajo se traslada a Sun Valley, donde trabajan 40 técnicos durante cinco meses. La armadura es de acero, el cuerpo es de espuma de neopreno y la piel es una mezcla de poliuretano y nailon. Sólo cuando llegue a la isla de Martha’s Vineyard será pintado.
La animación se lleva adelante mediante un armado de tubos que funciona con un sistema neumático. El muñeco del horror, por supuesto, recibirá un nombre: “Bruce”. La leyenda pretende que fue bautizado así en honor a Bruce Ramer… al abogado del director.
El problema es que “Bruce” no nada como pez en el agua: nunca se había probado en el mar. Y una vez puesto allí, no funciona como se planeaba. Ante la contingencia, Spielberg eliminó escenas que tenía planeadas. Para mayores marasmos, el tiburón no es lo único que afronta problemas en el mar.
Filmar en el mar se torna, para el director y sus equipos, más aterrador que nadar con tiburones. Darles estabilidad a las cámaras termina siendo un albur. El vaivén de las olas no demora en marear los planes y se termina decidiendo filmar con cámaras al hombro.
Según se describe en Spielberg, hay piezas del instrumental de rodaje que terminan en el fondo del mar, el “Orca” va a escorar en una maniobra y Carl Gottlieb (comediante y guionista a quien el realizador le pidió que agregara toques de ironía a la trama, y que es incorporado al filme en el pequeño papel de un periodista local) cae por la borda en los aprestos para una escena. “Debido al vaivén del océano, el realizador y sus operadores de cámara luchan por mantener el ‘raccord’ (la relación coherente que debería existir entre los distintos planos) de las embarcaciones, los actores, el tiburón, la luz y la línea del horizonte”, reconstruyen los autores.
Para este momento, el proyecto casi naufraga. Por los inconvenientes, el calendario no se cumple y el presupuesto excede toda previsión. “En Universal están considerando retirar del proyecto a Spielberg, o cancelarlo todo”, registra el libro de Bousquet, Devillar y Schaller.
El director no se deja apurar. De hecho, la explosión del tiburón, clímax de la lucha final, se realiza sin que él esté presente: ha viajado a Boston para filmar una secuencia que decidió incorporar: la aparición de una barca prácticamente hundida y del cráneo de un pescador atacado por el escualo. La terminará rodando entre los tanques del estudio y la piscina de una colaboradora.
El rodaje se da por finalizado a principios de octubre de 1974. Ha demandado 159 días: el triple del plazo previsto. Y con el doble del presupuesto original. “Si fracasa, la carrera de Steven Spielberg se habrá terminado”, reconocen los autores de Spielberg. Ocurrió todo lo contrario.
Morder el éxito
El producto terminado fue tan extraordinario que decidió a Universal Pictures a transgredir el uso y costumbre de los estrenos escalonados. Para el caso, “El Padrino”, en 1972 se proyectó primero en cinco salas de Nueva York y a la semana siguiente en 316 salas de todo Estados Unidos. “Jaws” tuvo una única proyección de prueba en Long Beach, con los ejecutivos del estudio por toda audiencia. Al finalizar, tenían una decisión tomada: se estrenaría en simultáneo en 409 cines estadounidenses.
Más aún: en los tres días anteriores llevaron adelante una campaña publicitaria en televisión con anuncios de 30 segundos. Invirtieron el equivalente a U$S 3,5 millones actuales. No se arrepintieron. ‘Jaws’ lidera la taquilla durante todo el verano y alcanza sólo en Estados Unidos los U$S 260 millones de recaudación al acabar el año (equivalentes a U$S 1.325 millones de hoy). Es la primera vez que una película recauda -para cualquiera de los grandes estudios- más de 100 millones de dólares”.
La recaudación en el mundo de “Tiburón” fue 471 millones de dólares, equivalentes a 2.600 millones de dólares de la actualidad.
“Jaws” arrolla las taquillas y también la crítica. The New York Times, Newsweek, The Hollywood Reporter, Variety y The New Yorker aclaman la película y elogian al director. El filme ganará tres premios Oscar: Mejor Sonido, Mejor Montaje (Verna Fields) y Mejor Banda Sonora. La música que compone John Williams para “Jaws” es tan estremecedora como inconfundible.
Bousquet, Devillar y Schaller plantean que, dado el éxito, Steven Spielberg cambia de status: “Ya no es un realizador de nómina que depende de un contrato. Ahora tiene toda la libertad que deseaba”. “Tiburón” se convierte en una leyenda del cine, hasta el punto de que su rodaje y la intimidad de la realización alumbran una obra de teatro en 2019: “The shark is broken” (“El tiburón está roto”), que tiene como coautor a Ian Shaw, hijo de Robert Shaw, el actor que interpreta a Quint.
“El enorme éxito comercial de la película revoluciona la industria cinematográfica”, dicen los autores de Spielberg. Se impone la estrategia del “blockbuster” (lo que en Argentina se llama “el tanque”) de cada verano. Y se comprueba que el cine de sensaciones fuertes es pasión de espectadores y es mucho más multitudinario que las películas complejas. “En otras palabras –sintetizan-, Steven Spielberg acaba de enterrar la década del 70”.
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