Compra con tarjeta de crédito. ARCHIVO
“Me hace sentir bien.” “Es mi manera de desconectarme de todo: de mis problemas, de mis preocupaciones.” Estas son expresiones que se escuchan con frecuencia entre quienes justifican su conducta de consumo. En un mal día, buscan una salida comprando algo que no necesitan. Especialmente en momentos de estrés, lo hacen por ansiedad o de manera impulsiva.
Los asesores financieros, especializados en microeconomía, definen a este comportamiento como “compras o gastos emocionales”, un enemigo silencioso y frecuente que tiene un impacto significativo en la estabilidad financiera y psicológica de una persona, teniendo en cuenta también sus ingresos.
Según Facundo Argañaraz, de la firma local Amauta Inversiones, se compra con emoción y no por lógica, y se realiza más seguido de lo que se piensa. “Ese impulso puede tener mil formas: un delivery, cuando teníamos comida en casa; una compra por internet solo porque estaba en oferta; una suscripción que seguimos pagando y no usamos. Son decisiones rápidas, que dan satisfacción momentánea, pero después suman y se hacen sentir”, expresó.
El asesor financiero se basó también en un reciente estudio sobre hábitos de consumo en Argentina para encuadrar esta situación. Señaló que el 88% de las personas admite haberse dado un gusto para mejorar el ánimo, aun sabiendo que eso podía alterar su presupuesto. “Esa búsqueda de gratificación emocional -más visceral que racional- es una de las raíces más comunes detrás del gasto impulsivo. Y no es casualidad”, indicó.
“Hay un término que lo explica: FOMO (“Fear of Missing Out”). Esa sensación de que si no compramos ‘eso’ ahora, lo vamos a perder”, explicó el especialista, al hacer referencia a promociones por tiempo limitado, cuotas sin interés, o por influencers mostrando cosas nuevas. “Todo eso empuja, sin que lo notemos, a tomar decisiones que no siempre responden a una necesidad real”, continuó.
El comportamiento del consumidor en el último Hot Sale
Argañaraz hizo hincapié en resultados del último Hot Sale 2025 para ilustrar las compras emocionales: “En solo tres días se vendieron más de 11 millones de productos, con una facturación total de $566.000 millones. Eso representa el 63% más que el año pasado, y un crecimiento del 9% en volumen de ventas. ¿Lo más comprado? Electrodomésticos, celulares y ropa deportiva”.
Este dato no significa que todas esas operaciones hayan sido innecesarias, pero sí reflejó la realidad de que miles de personas compraron cosas que no estaban en su planificación, remarcó. “Lo hicieron porque era ‘una oportunidad’, porque ‘estaba en oferta’ o porque ‘ya venía con ganas desde hace rato’. En otras palabras, motivaciones que poco tienen que ver con la urgencia real y mucho con el impulso, el deseo y el famoso FOMO. Y eso, si no se tiene control, después se paga”, insistió.
“Fenómeno social y psicológico”
“Hay que entenderlo como un fenómeno social y psicológico”, expresó el especialista Roberto González Marchetti. “Social, porque vivimos en un Tucumán de consumidores. Basta con ver la cantidad de ofertas para darnos cuenta qué necesitamos”, expresó.
Desde el aspecto psicológico, el ex presidente del Colegio de Psicólogos consideró que el comportamiento de compra emocional “responde a un déficit en la capacidad de regular nuestras emociones”. “Suele existir un sentimiento de vacío y una tendencia hipomaníaca que, luego, por efecto de la culpa, se transforma en un estado depresivo”, describió el psicólogo.
Y prosiguió: “Muchos de los que tienen problemas de gastos excesivos provienen de una crianza con privaciones emocionales o ausencias o debilidades en la contención parental. Estos esquemas mentales inciden en la conducta del adulto, en no poder disfrutar las compras ni planificar, con un sentido racional, el consumo. No es lo mismo comprar un zapato bonito para usar en ciertos eventos, que comprar el mismo zapato sin saber el motivo”.
El titular de Feput (Federación de Entidades Profesionales) advirtió que el consumo compulsivo puede convertirse en una adicción, en la que el comprador pierde toda noción de necesidad real y adquiere productos que ni siquiera utilizará. "Este fenómeno se observa con mayor frecuencia en mujeres, posiblemente porque el mercado está más orientado a estimular el consumo en este sector, que además enfrenta mayores vulnerabilidades sociales", subrayó.
“Cuando una persona se percibe como vulnerable de forma constante, tiende a acumular productos como una forma de controlar el entorno. Esta conducta, impulsada por factores psicológicos y sociales, puede deteriorar la salud mental y afectar los vínculos familiares o con el entorno, generando incluso un endeudamiento familiar”, enfatizó.
Gastos de hormiga
Se llama así a los consumos chicos, pero frecuentes, que a fin de mes pesan más de lo que imaginamos. Entre esos gastos, cuentan viajes cortos mediante una aplicación de servicio de transporte, deliverys de comida, compras por impulso en cuotas, “pequeños caprichos que no registramos”, enumeró Argañaraz.
“Ninguno rompe el presupuesto por sí solo, pero juntos te comen un buen porcentaje de tus ingresos. La mayoría de la gente no dimensiona cuánto representa esto hasta que lo pone por escrito. Cuando lo hace, descubre que podría estar ahorrando o invirtiendo sin cambiar demasiado su estilo de vida”, agregó.
¿Qué podemos hacer?
Argañaraz planteó una serie de consejos para atender a esta conducta de consumo. “No se trata de dejar de vivir ni de volverse un obsesivo del Excel. Se trata de tomar algunas decisiones que nos den más control”, dijo.
- Registrar los consumos, aunque sea durante un par de semanas. “Lo que ves, lo entendés. Y lo que entendés, lo podés mejorar”, expuso.
- Hacer un presupuesto mensual simple. Divide en gastos fijos, variables y discrecionales, con el fin de ganar claridad.
- Separar lo que se puede ahorrar al principio del mes, no al final. Mejor aún, canalizar un lugar que lo haga rendir.
- Una herramienta concreta: “los Fondos Comunes de Inversión (FCI) de rescate inmediato. Son accesibles, permiten mantener liquidez, y hoy están rindiendo cerca de un 31% anual en pesos. Para invertir, se puede abrir una cuenta comitente en una ALyC (Agente de Liquidación y Compensación) autorizada por CNV. No hace falta experiencia ni grandes montos. Se transfiere desde tu cuenta bancaria y listo”, finalizó.








