La primera pregunta que se le hace es: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?” Si responde afirmativamente, se le consulta qué nombre desea tomar como Papa. Esta elección de nombre suele tener un profundo significado espiritual y simbólico, en relación con pontífices anteriores o figuras clave de la Iglesia.
Los preparativos
Luego, el nuevo Pontífice es conducido a la conocida “Sala de las Lágrimas”, una pequeña habitación contigua a la Capilla Sixtina. Este espacio recibe su nombre por las emociones que suelen embargar al elegido, consciente del inmenso peso de la responsabilidad que asume. Allí se despoja del rojo cardenalicio y viste por primera vez las vestiduras blancas papales. El Vaticano suele tener preparadas sotanas de distintos tamaños, dado que la elección es secreta hasta último momento.
Una vez vestido, el nuevo Papa regresa a la Capilla Sixtina, donde cada cardenal elector se le acerca, uno a uno, para rendirle homenaje y obediencia. Acto seguido, se entona el himno “Te Deum” como acción de gracias a Dios por la elección.
¿Qué sucede en la Plaza?
Mientras tanto, en el exterior, el mundo entero espera con expectación. Desde la chimenea de la Capilla Sixtina, el humo blanco anuncia que ya hay un nuevo Papa. Poco después, el cardenal protodiácono sale al balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar la famosa frase: “Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam” (Os anuncio una gran alegría: tenemos Papa).
Finalmente, el nuevo Pontífice aparece por primera vez ante los fieles reunidos en la plaza y ante millones de personas que siguen el acontecimiento por todo el mundo. Su primera bendición, Urbi et Orbi, marca el comienzo de una nueva etapa en la historia de la Iglesia.