CERRADO. Ninguna persona externa podrá hablar ni enviar mensajes o cartas a los cardenales electores, durante el tiempo que dure el cónclave.
Cecilia Guerra Orosco
Docente e integrante del INIHLEP (UNT)
La elección del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica Romana no fue siempre de igual manera. A través de la historia este proceso fue cambiando hasta nuestros días. El próximo 7 se reunirá el cónclave en Roma, y de allí saldrá la nueva máxima autoridad del catolicismo.
La palabra cónclave deriva del latín “cum-clave” que designa un espacio reservado de la casa, precisamente “cerrado”. En el lenguaje eclesiástico denomina la reunión de los cardenales congregados para hacer la elección del Sumo Pontífice y también al lugar material de esa reunión.
Tras las ceremonias de nueve días por las exequias del Papa fallecido, y con todos los Cardenales electores ya en Roma, comenzarán los debates en sí. Luego de la que se denomina misa del Espíritu Santo, pasarán a permanecer en el cónclave.
Cerrado éste no se permite a ninguna persona de afuera hablar con los cardenales, si no es con el consentimiento de todos y sólo en materia relativa a la elección. No se permite que se envíen cartas ni mensajes, todo esto bajo pena de excomunión “ipso facto”. Tampoco se permite que ningún cardenal abandone el recinto, salvo por casos de gravedad en la salud. Esta forma de elección fue establecida recién en 1274 por Gregorio X.
Pedro fue el primer Papa, término latín que se utilizaba por respeto filial. Este título era utilizado por estimados eclesiásticos de toda la cristiandad hasta que, en el siglo IV, se estableció que la exclusividad de la palabra “Papa” fuera para el Obispo de Roma. La primacía papal, el concepto de que es el líder supremo de la Iglesia, se vinculó inextricablemente al Papa de Roma, elevando al obispo de la ciudad por encima de todos los demás de su mismo rango.
Hasta el siglo XI la elección papal se hacía con la participación del clero y de los fieles laicos. Como nos podemos imaginar era muy difícil llegar al consenso. Esto dio lugar a procesos electivos complejos y controvertidos.
Fue en 1059 que Alejandro II promulgó un decreto en el que se articulaba el proceso de elección de los papas y se establecía el papel de los cardenales obispos como electores. El propio Nicolás II se posicionó entre dos antipapas, demostrando lo contenciosa que era la sucesión papal.
El decreto de 1059 sentó las bases del Colegio Cardenalicio, establecido formalmente en 1150. A través de una bula -documento pontificio relativo a materia de fe o de interés general- se estableció que solamente los cardenales podían ser los electores del Papa. Con esto se buscó que algunos intereses de la aristocracia, de reyes y del clero mismo, disminuyera a la hora de elegir al Sumo Pontífice.
Las reformas
A medida que fueron avanzando los procesos de elección, algunas modificaciones se incorporaron a fin de evitar los defectos de ese sistema. La necesidad de una mayoría de dos tercios de los votos comenzó en 1179. En 1621, Gregorio XV introdujo la obligación del voto secreto y escrito. En 1904, Pío X prohibió el pretendido derecho de exclusividad en cualquiera de sus formas. También introdujo la obligación de guardar secreto sobre lo sucedido en el cónclave, incluso después de la elección, y la regla de conservar la documentación, a disposición sólo del Papa.
CHIMENEA. Habrá humo negro hasta que no se alcance un acuerdo.
El número de cardenales pasó de no más de 30 durante la Baja Edad Media a 70 en 1586. Más de cuatro siglos después, el Papa Pablo VI fijó el número máximo de cardenales con derecho a voto en 120 en 1975. Y en 1970 se estableció que el límite de edad de los votantes debía ser de 80 años.
Antes de 1922, el conclave era convocado inmediatamente después de los funerales del fallecido Papa. Pero para dar tiempo suficiente a los cardenales para desplazarse hacia el Vaticano, se amplió el tiempo entre los funerales y el inicio de la reunión a 15 días (con la posibilidad de extenderse cinco días más).
El cónclave tiene lugar en la Capilla Sixtina. Un lugar lleno de historia y de significado. El proceso de votación se lleva a cabo en secreto, y cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta. Si no se llega al consenso de los dos tercios, las papeletas se queman y el humo resultante es enviado a la Plaza de San Pedro para ser visto por el público. El humo negro señala que no se ha alcanzado un acuerdo.
En el papado de Benedicto XVI se estableció que, después de 34 votaciones sin llegar al consenso, los cardenales deben votar por los dos nombres que hayan recibido más votos en la última votación.
El proceso de votación se repite hasta que se alcance la mayoría necesaria y allí se queman las papeletas y el humo es de color blanco, lo que indica que se ha elegido un Papa. Esa señal de un nuevo Papa se remonta a fines del siglo XIX o principios del XX.
Vemos que el proceso ha sufrido modificaciones a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestros días. Esto nos deja entrever lo complejo de la elección de quien se convertirá en el Sumo Pontífice del catolicismo mundial, no solo por lo que ese rol conlleva en cuanto espiritualidad y religión, sino porque la figura del Papa tiene un lugar central en la política, la sociedad, la cultura, la sensibilidad mundial.
El legado
Francisco deja un legado de amor y empatía hacia los más necesitados, no solo de lo material, sino fundamentalmente de lo espiritual. Abrió las puertas del amor de Dios a todos aquellos que quisieran formar parte de la feligresía siendo profundamente piadoso, como lo fue Jesús indudablemente. Durante sus 12 años su Papado sorprendió a creyentes y no creyentes por igual debido a la manera que presentó la necesidad de una Iglesia cercana, junto con el pueblo.
Lo que hemos analizado en torno a la elección papal nos demuestra asimismo que la institución se ha visto atravesada por los contextos históricos y eso se ha reflejado, entre otras cosas, en los conclaves.
El siete de mayo, una vez más, los frescos de Miguel Ángel serán testigos de este proceso histórico. Un nuevo capítulo de la historia de la Iglesia está a punto de abrirse en la Capilla Sixtina bajo la atenta mirada de La Creación y Juicio Final.










