
En un momento decisivo para el catolicismo global, la Iglesia se enfrenta a la elección de un papa. Más allá de los nombres, el inicio del cónclave, y todas las inquietudes que se han despertado en las últimas semanas, las expectativas giran en torno de una pregunta central: ¿cómo continuar el camino iniciado por Francisco?
El sacerdote y teólogo Jorge Blunda dialogó con LA GACETA, y reflexionó sobre la huella que dejó el pontificado del primer Papa latinoamericano para ofrecer una mirada sobre los desafíos que aguardan al próximo sucesor de Pedro.
Comprensible
Para Blunda, uno de los mayores malentendidos sobre el pontificado de Francisco fue creer que su cercanía y estilo sencillo implicaban una falta de profundidad teológica. Nada más lejos de la realidad. “Pensaban que había poca teología en la predicación o en la imagen que dio al mundo, y están muy equivocados -afirmó-; había mucho pensamiento teológico, mucho Evangelio detrás de cada gesto y de cada palabra de casa una de sus palabras. Precisamente, la novedad es la comprensibilidad”.
En esa declaración se resume gran parte de lo que transformó la percepción de la Iglesia durante esta última década: un mensaje profundamente cristiano, pero formulado con palabras simples, capaces de llegar incluso a quienes están lejos del catolicismo.
“Sabía decir las cosas más importantes, más esenciales del cristianismo, de una manera muy sencilla y comprensible para todo el mundo. Eso fue captado por la gente sencilla, sin prejuicios, que encontró en él un pastor que comprende sus dolores y esperanzas”, remarcó el sacerdote.
Blunda dijo que esta cercanía no fue una estrategia pastoral, sino una coherencia de fondo. “La Iglesia siempre se ha preocupado por el dolor del mundo, pero este hombre ha sabido expresarlo de una manera mucho más clara para la gente de hoy, enfantizó”. Así, Francisco no inventó una nueva Iglesia, pero logró que muchas personas (incluso fuera de la institución) se sintieran por primera vez interpretadas por ella.
Reformas y herencias
Lejos de representar una ruptura con sus antecesores, Francisco asumió su pontificado con la conciencia de estar respondiendo a varios mandatos históricos. El primero, explicó Blunda, es el del Evangelio. El segundo, el del Concilio Vaticano II, que desde hace más de medio siglo orienta a la Iglesia hacia una renovación profunda, aunque aún inconclusa. “Francisco se sintió heredero de esa misión del Concilio y buscó ponerla en práctica. Muchas de esas reformas se habían demorado por razones históricas o culturales, y él quiso concretarlas”, indicó.
El tercer mandato provino de los propios cardenales que lo eligieron. “Durante las congregaciones generales previas al cónclave, se trazó el perfil del próximo Papa. Francisco interpretó ese encargo con responsabilidad y lo asumió como norte de su pontificado”, aseveró.
Ese sentido de continuidad también se refleja en su vínculo con las reformas que había comenzado Benedicto XVI. Desde la transparencia financiera hasta la lucha contra los abusos, muchas de las decisiones emblemáticas de Francisco no surgieron de la nada, sino que consolidaron procesos que ya estaban en marcha. “En realidad hay más continuidad entre los pontificados de la que muchas veces se percibe”, señaló Blunda.
Lo que distingue a Francisco, sin embargo, es su manera de entender el tiempo eclesial. “Ha iniciado procesos más que concretado con metas inmediatas”, comentó el teólogo. “Su famosa frase, ‘el tiempo es superior al espacio’, expresa eso: generar caminos que otros continuarán. Sabía que no iba a hacer todas las reformas, sino que estaba poniendo en marcha dinámicas que luego deberán encarnarse en reformas jurídicas y estructurales. El próximo pontífice tendrá que discernir cómo concretarlas, con prudencia y audacia”, consideró.
Búsqueda de un sucesor
El cónclave que ya inició estará marcado por el legado de Francisco, pero también por una diversidad de miradas dentro del Colegio Cardenalicio. Blunda no se arriesgó a anticipar nombres ni perfiles, pero confía en el discernimiento colectivo: “La mayoría de los cardenales son personas que piensan en el bien de la Iglesia, en la difusión del Evangelio y en el crecimiento del Reino. Son gente bien intencionada, aunque con sensibilidades distintas, marcadas por sus historias personales y sus contextos culturales”, discernió.
Más allá de las diferencias internas, el teólogo insistió en que la historia reciente muestra una sorprendente continuidad providencial: “Los papas que hemos tenido en este siglo han sido providenciales. Cada uno ha hecho un gran aporte. Puede que uno guste más que otro, pero todos han hecho bien a la Iglesia”.
Con la mirada puesta en el futuro, Blunda enumeró los desafíos que enfrentará quien tome el timón de la barca de Pedro. El primero, y más importante, es la fidelidad al Evangelio. “Eso implica ante todo la primacía de la caridad. No se llega a la verdad si no es por el camino del amor. El camino del Evangelio será siempre el camino de la Iglesia”.
Luego el reto será el discernimiento de los signos de los tiempos. “Se trata de reconocer dónde está actuando hoy el Espíritu Santo y secundar su obra”, detalló.
Y añadió: “Dios no ha abandonado a la humanidad que ha redimido. El Espíritu sigue obrando en el corazón de todo ser humano, de un modo solo por Dios conocido, como dice el Concilio”.
Esa sensibilidad espiritual será clave en un mundo atravesado por crisis de liderazgo y de sentido. “El Papa, además de ser obispo de Roma y signo de unidad de la Iglesia, es una figura espiritual con un liderazgo moral a nivel mundial. Es la voz de los que no tienen voz. Francisco fue, en muchos momentos, uno de los pocos líderes cuerdos que quedaban en el mundo. No porque dijera lo que uno quiere escuchar, sino porque supo interpretar los problemas graves de la humanidad y ofrecer una palabra lúcida desde su fidelidad al Evangelio”, concluyó.