En la comunidad del Colegio Montserrat, una actitud marca los perfiles de sus integrantes. Se trata de un compromiso para cuidar al otro y la responsabilidad para tener una actitud recíproca. Eso fue lo que llevó en 1995 a nueve de los caminantes del Grupo Andino Montserrat a cumplir su sueño de hacer cumbre en Perú antes de que un alud sepultara a ocho de ellos. “Ellos son luz en nuestras vidas”, sostiene Gabriel Bazán, sobreviviente a la tragedia.
La muerte joven marcó a toda una sociedad. Las despedidas y los abrazos que no llegaron a darse antes de la partida a Perú desencadenaron un sinfín de sentimientos: incredulidad, desesperanza, preocupación, culpa, enojo y, después, las reflexiones sobre el valor de la vida. En una entrega desinteresada, Bazán conmemoró a sus compañeros con una producción propia:
“Treinta años han pasado desde aquel 22 de enero de 1995. ¿Mucho tiempo o poco tiempo? El tiempo es medido por los hombres según sus parámetros. Lo importante es el tiempo de Dios, los designios de Dios en la vida de cada persona. Sergio, José María, Adriana, Silvana, Pablo, Cristian, Andrés y Mariana pasaron por mi vida y por la vida de muchas personas dejando su huella.
Los jóvenes del Sollunko vencieron al cerro. Esta cumbre se sintió arrebatada en su imponencia y al ser conquistada, con ímpetu tomó la vida de mis amigos. En pésimas condiciones físicas, cuando Pablo Toranzo –otro de los sobrevivientes– llegó al campamento base con la noticia de la avalancha, fui a buscarlos”, relata Bazán y se cuestiona si esa fuerza pertenecía a su propio cuerpo o se trataba de una fuerza exterior.
“Desde la cumbre bajé para ver con mis propios ojos lo que mi mente no aceptaba. Me acompañaba generosamente un lugareño lamado Dino y fui al lugar donde estaban los cuerpos, a cada uno les hablé, a cada uno los toqué y comprobé que no tenían signos vitales. Se me desgarró el corazón. Descendí en un mar de lágrimas, no podía creer que después de tantas alegrías compartidas, tantas lindas guitarreadas, tantas bromas estábamos viviendo nuestros sueños y, de repente, todo desapareció.
Quiero hoy volver a agradecer a los padres y familiares de los jóvenes del Sollunko. El reencuentro con ellos fue durísimo para mí. Los padres me recibieron con enorme amor y en su dolor indescriptible por la muerte de sus hijos supieron consolarme y reconfortarme. No sólo sus hijos eran especiales, los padres también lo eran: personas excepcionales de gran fe y fortaleza.
Yo tengo la plena certeza de que los jóvenes del Sollunko están cara a cara con Dios. He sentido en muchas ocasiones su presencia. Ellos han intercedido para que mis proyectos se cumplieran. Siempre me han ayudado mucho. ¿Dónde están ahora los chicos del Sollunko? Nos lo responde la frase que pintaron sus amigos en una tela la cual fue colgada en el Aeropuerto de Tucumán: ‘ellos no han muerto, van subiendo a la cumbre más alta, Cristo los espera’”.
Para la juventud
Bazán considera que la tragedia más dura que le tocó atravesar guarda un mensaje especial para todos, pero para la juventud en particular.
“Los jóvenes del Sollunko dieron testimonio de lo que es jugarse por el otro, dar la vida por el otro arriesgándolo todo. Murieron encordados, reconociendo en el otro una persona que depende y confía en que todos somos hermanos. Ellos vivieron la frase del beato Manuel Domingo y Sol: ‘No estamos destinados a salvarnos solos’.
Como los jóvenes de Sollunko debemos ser solidarios, esperanzados, alegres, con muchos sueños que perseguir, ver al otro como hermanos en Cristo. Dios se manifiesta de distintas maneras, tan raras, tan dolorosas muchas veces que no creemos que sea su voluntad. Se manifiesta en el dolor, se manifiesta en una enfermedad como la que me envió para que no estuviese encordado con los jóvenes en la última trepada a la cumbre del Sollunko. Él me quería vivo y sabía que solamente con esta enfermedad no intentaría hacer cumbre.
Cada uno tiene un llamado y una misión en este mundo, quiera Dios que podamos descubrir este llamado y esta misión. Quiera Dios que seamos generosos en nuestra Respuesta. Que los jóvenes del Sollunko nos ayuden”.