“¡Mozo: ya decidimos!”

“¡Mozo: ya decidimos!”

Los argentinos llegan hoy a las urnas como si entrarán a un clásico Boca- River. La responsabilidad de los ciudadanos de cumplir con sus obligaciones cívicas, lo que es mucho más que una apuesta sobre quién gana.

“¡Mozo: ya decidimos!”

Hoy juegan Chipre contra Lituania. Estrenan varias películas; secuelas koreanas en Netflix y miniseries turcas que atrapan a los jóvenes de hoy como Roque Santeiro o Nido de Serpientes de la TV brasileña, lo hacían con los de antes. La final del ATP será genial, difícil superar las semifinales de ayer. El tenis será una gran atracción este domingo. Deporte extraño, se puede ganar sacando menos puntos que el contrincante. Las discusiones son mínimas, los consensos absolutos. Pueden pedir ver o mostrar el pique y de última acudir a la tecnología que desambigua. Deporte de caballeros, pero exageradamente competitivo. Es un ajedrez de una pieza por lado. Un gran maestro de los trebejos, Savielly Tartakower, solía decir : “Nunca le gané a un rival sano”. El derrotado no impugna el tablero ni las reglas, al igual que en el tenis. Pero claro que el derrotado suele atribuir su caída a factores de salud propios o cuestiones del ambiente (altura, temperatura, humedad, ruido, olores). Muchas veces se quejan antes de sentarse, como para abrir el paraguas. ¡Cuánto se parecen el tenis y el ajedrez a la política!

Ah, claro y hoy domingo además se vota en la Argentina para elegir el nuevo presidente de la Nación. Pero parece un Boca-River.

Bares y algo más

Estos últimos días fue difícil encontrar un bar donde la política no fuera el tema que se había desparramado sobre la mesa. Como nunca, todos -sin distinción- saben qué está en juego hoy. No sólo tienen argumentos para justificar un resultado sino que además esgrimen adjetivos para defender a uno u otro candidato. Cuando en una conversación los calificativos van y vienen es porque la pasión le ha ganado a la indiferencia.

Pero la Argentina ha olvidado su capacidad de diálogo. El otro se ha vuelto un enemigo al que hay que vencer y cuando esté en el piso escupirlo si es posible. Imposible aprender del ajedrez o del tenis donde los rivales se dan la mano cuando la contienda termina y donde el ganador y el perdedor se convierten en materia de estudio para aprender,

Ya no están aquellas tertulias eternas en la porteñísima esquina de Lavalle y Florida donde después de alcaloradas discusiones radicales, peronistas, izquierdistas o derechosos se iban juntos a estirar la noche con una pizza, una birra y un café. Una ginebra, los más osados. A veces la discusión (con sabor y aroma a conversación) terminaba en La Paz donde Fito Páez vio a aquella pareja de 11 y de 6 vendiendo flores. En Tucumán, los debates se estiraban hasta el amanecer en La Cosechera. Ahí, al tiempo le sobraba tiempo y a las discusiones, argumentos profundos.

Hoy, aquella esquina está vacía después de las ocho de la noche y tal vez sólo los marcos de los espejos de La Cosechera todavía recuerden alguna de esas trasnochadas con personajes de carne y hueso.

En su “Última encrucijada” el periodista Jorge Liotti describe ese desencuentro argentino con preguntas: “¿Por qué dejó de funcionar virtuosamente, si es que alguna vez había logrado hacerlo? ¿Fue producto de una matriz institucional disfuncional o de una dirigencia incapaz que extravió su responsabilidad de liderazgo? ¿Se trató simplemente de un encadenamiento secuencial de hechos que fueron llevando a la Argentina hasta la orilla del desencanto? ¿Fue la ausencia de diagnósticos acertados, o la instrumentación de políticas económicas erradas? ¿Quizás los debates entre industrialismo mercadointernista y agroexportador, o entre fiscalistas y distribucionistas? ¿Fueron las tensiones entre el presidencialismo concentrado y el fedeeralismo provincial lo que impidió generar un ciclo vigoroso? ¿O acaso la oscilación irresuelta entre la tendencia al populismo nacionalista y el impulso del liberalismo globalizador? ¿Fue la falta de figuras de mayor estatura intelectual y moral en la dirigencia nacional? ¿O también le cabe la responsabilidad a una sociedad reactiva a los cambios y proclive al statu quo que impidió implementar reformas que modernicen las normas y las dinámicas productivas? Todas las respuestas caben hoy en un sobre. Pero los candidatos no lo saben.

Mandato constitucional

La responsabilidad que tienen cada uno de los argentinos en sus manos es mucho más que una apuesta de quién gana. Como siempre las encuestas guardan más dudas que certezas. Revisando los últimos guarismos dados a conocer por 25 encuestadoras todas dicen que el ganador lo va a hacer por un punto o dos. Al mismo tiempo todas esas empresas arrojan sus informes con un uno o dos por ciento de error. Por lo tanto, los indecisos o los desconfiados ni siquiera podrán contar con esas “ayudita” para tomar la última decisión.

Desde el Preámbulo y pasando por los artículos 1, 5, 22, 37 y 38 de la Constitución Nacional se estableció que la organización política y la convivencia social se apoyan en el sistema democrático de gobierno basado en la soberanía popular, la representación y en la República. Y el voto es la herramienta para poner en movimiento esa trascendental maquinaria con la que se construye el futuro.

El nuevo artículo 37 de la Constitución nos advierte que el sufragio es el acto por excelencia de ejercicio de la soberanía popular y resulta irrenunciable porque en ese instante vos elegís tu futuro pero a la vez “firmás” un compromiso y asumís una responsabilidad ante vos mismo, ante tus descendientes y ante el resto de la comunidad. Sea acarreado o por motu propio llegar a la urna tiene tamaña responsabilidad. Los que piensan en profundidad consideran al sufragio un derecho, un deber, una función pública y un poder político. Es allí donde el ciudadano forja el destino colectivo y ejerce la más importante de las funciones políticas y éticas que su responsabilidad histórica le impone. Hoy, aunque no nos demos cuenta estamos haciendo historia.

Es una obligación, acaso la más delicada y trascendente de todo gobierno y partido político -lo dice el artículo 38 de la Constitución Nacional- luchar denodadamente contra la indiferencia cívica o la claudicación de la responsabilidad ciudadana ya que la misma democracia es la que obliga a participar y a votar con sentido positivo para poder constituir un gobierno republicano y representativo. La indiferencia puede equivaler a egoísmo.

Carnet de jubilado

A esa responsabilidad los ciudadanos llegan, como en 2015, con un grado de cansancio abrumador. ¿De qué? De un estilo político de fuerte concentración del poder kirchnerista. Las denuncias de corrupción en mucho influyeron en ese cansancio. El cambio al que el pueblo argentino apostó mayoritariamente en aquel momento de la historia se transformó en desilusión al cabo de cuatro años y en 2019 le negó a Mauricio Macri la posibilidad de reelección. En este 2023 se observa más que hartazgo como en 2015, un fuerte enojo por la incapacidad del gobierno de controlar la inflación, que pulveriza ingresos y salarios. La disruptiva propuesta expresada por el candidato opositor ha conmovido los cimientos del sistema político, tensando al límite la capacidad de la sociedad para asimilar los cambios propuestos. Por eso en los bares el argumento de la incertidumbre y de la duda acicateada por el miedo al cambio desata el enojo popular.

Sea por el vértigo que imponen los nuevos tiempos o por la crueldad de la biología empieza a vislumbrarse que, gane quien gane, esta noche va a empezar a cerrarse una etapa en la vida del país con un pasado de difícil retorno. Y, la pregunta es inmediata: ¿Sobrevivirá el kirchnerismo? Su principal líder aparece más sententona que setentista. Eso se ha visto en sus errores de cálculo político y en la elección de sus figuras. “Tío Alberto, tío Alberto/ que suerte tienes cochino”, podría recitar Joan Manuel Serrat. La elección del postulante oficialista no fue el resultado de una decisión de Cristina sino de la aceptación resignada de lo que impusieron la Liga de Gobernadores que le dio la espalda a Juan Manzur, el “canciller” que está solo y espera... su venganza. ¿Es posible imaginarse un país sin kirchnerismo después de los comicios de hoy? Es posible. La otra pregunta que sale sola es: ¿qué pasará con Mauricio Macri, otra figura dominante de la última década? Si el ex presidente ha limpiado el escenario de rivales internos de Pro y de Juntos por el Cambio pareciera haber llegado definitivamente a su fin político. Sin embargo, como Rodríguez Larreta quedó atrapado al dar un mal Paso y Patricia Bullrich tropezó con las generales, podría tener una vida más, como los gatos en el caso de que el oficialismo triunfe.

Las especulaciones con y sin ditirambos para los contendientes de seguirán poblando las mesas de los bares. En la dificultad de llegar a un acuerdo sólo se puede estar seguro de que ante cualquier resultado, el escenario político de la Argentina a partir de esta noche, habrá cambiado... El Boca-River de la política de este país empezará a tener rostros nuevos e identidades modernas y diferentes.

Hoy juegan Chipre vs. Lituania, pero el partido más importante lo juegan los argentinos. No tienen una gran preparación física. Sólo 40 años de ejercicios. Las inferiores prometen un mundo diferente aunque a la velocidad de un tuit -ahora X- o al ritmo del baile de un tik-tok. No abundan los profesores ni los grandes entrenadores. La mayoría ni siquiera puede hablarse entre ellos. No son ni Perón ni Balbín ni Alfonsín o Lúder. Por lo tanto el fuego de la democracia es parte de esa ética de la responsabilidad que cargan los argentinos desde la tribuna, desde las urnas. Tal vez sea el punto de partida para dejar el Boca-River y que la política se vuelva tan normal como un café.

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