Aguas buenas, aguas malas
Aguas buenas, aguas malas

Acá, en la capital, en la calle Chile al 1.400 y en todo el barrio El Bosque juntan agua en tachos y fuentones para bañarse y después la guardan para el baño. Algo parecido hacían en marzo pasado en la escuela Rector Benjamín Villafañe de Villa 9 de Julio: los conserjes juntaban con baldes del chorrito del único caño del patio para cargar las mochilas de los inodoros de los baños. Era el único modo de asegurar que pudiesen asistir a clases los 600 niños de la escuela que, además, tenían que ir, por pedido de la vicedirectora, con botellitas de agua personales, llevadas de la casa.

Son problemas que no tienen que ver sólo con la época seca en Tucumán (de mayo a noviembre) sino con deficiencias estructurales de cañerías y de provisión. En el barrio El Bosque ya llevan acumulados años de quejas y deben tener el récord tucumano de bombas en viviendas para sacar hilitos de la agobiada red de agua subterránea; “pero actualmente ni eso, directamente no entra agua”, dijo un vecino en LA GACETA en Whatsapp. Acá, en este sector de la capital, al igual que en gran parte de la provincia, la gente espera como lo hacía en noviembre de 2022 el entonces gerente de la SAT, Augusto Guraiib: “Esperemos que haya lluvias para aliviar la situación”. Son las aguas buenas que nos faltan.

Abriendo paraguas

Allá, en el sureste de la provincia, entre La Madrid y el embalse Frontal, los degradados pueblos que están en lo más hondo del territorio tucumano, que se llaman Sud de Lazarte, y Niogasta, tienen exceso de agua y pasan casi todo el año inundados. De tan devastada, la gente ha ido dejando sus casas y se ha instalado en la periferia de La Madrid, población de triste fama por varias salvajes inundaciones que se la llevaron puesta, como la de 2017. La Madrid -donde están haciendo precarias defensas para hacer frente a las posibles corrientes desmadradas del río Marapa- abren los paraguas y suben las cosas arriba de las mesas y de los roperos cada vez que se nubla el cielo. Esas crecientes son las aguas malas que nos sobran.

Tanto las aguas buenas como las malas dependen de la acción (o la inacción) de las autoridades. Las mismas que en 2017 -con la tremenda emergencia de 2017 en la Madrid- participaron de un gigantesco proyecto multidisciplinario para diagnosticar y proponer soluciones para las inundaciones en La Madrid y en el amplio abanico del sur, jaqueado por los ríos San Francisco, Marapa, Gastona y Medinas. Las mismas que en 2019 prometieron que “en cinco años planteamos tener un servicio saneado de la SAT”.

Casi en la ducha de 3 minutos

El nuevo titular de la SAT, Marcelo Caponio, acaba de advertir que la situación por la sequía es crítica y pidió que “no llenen piletas, no laven el auto ni rieguen jardines”. Casi estamos por llegar a la necesidad de la ducha de tres minutos que en su momento pedía Hugo Chávez en Venezuela.

La verdad es que en Tucumán, como advierte el experto hidráulico Franklin Adler, eso de que en Tucumán el agua sobra es un mito. Falta mucha. Adler explica que hay un “indicador de tensión hídrica” de Falkenmark, propuesto por una experta sueca en 1989, que indica que la disponibilidad básica de agua es de 1.700 m3/año.hab. Por debajo de 1.000 m3/año.hab. la escasez de agua es un limitante al desarrollo económico y afecta la salud humana y el bienestar de la sociedad; y debajo de 500 m3/año.hab. se tiene una gran restricción a la vida humana. En Tucumán, según estima este experto, estaríamos en unos 800 m3/año/hab.

En la pronvincia tenemos dos diques de embalse mayores (El Cadillal y Escaba), tres represas menores (Los Pizarro, Huasapampa y Montegrande) y 20 diques derivadores que captan agua de ríos, sin embalsarlas, para conducirlas a consumos esencialmente agrícolas (regadío) e industriales (mayormente ingenios azucareros), cuenta Adler en su blog sobre los problemas del agua. El dique La Angostura no sirve para proveer agua; apenas es para pescadores y algo se usa para riego. Desde hace muchos años se habla del proyecto de Potrero de Las Tablas sobre el río Lules, y recientemente se ha reflotado la idea de hacer con capitales chinos -dicen que por adjudicación directa, sin licitación- Potrero del Clavillo y El Naranjal, sobre el río Medinas.

Mucha pérdida

En cuanto al Cadillal, está en estado crítico, colmatado arriba del 40% y con agrietamiento en la presa N° 3 por mal mantenimiento de la concesionaria Hidroeléctrica Tucumán que, dicho sea de paso, termina su concesión en poco tiempo más. Hay más detalles: Adler advierte que la red de canales para aprovechar el agua de diques y de ríos tiene pérdidas brutales. Sólo se aprovecha el 15%, el resto se desperdicia.

Ni qué hablar de las cañerías de agua de las ciudades, en teoría renovadas en varias partes durante la “década ganada” en la que se hicieron muchas obras de agua y de cloacas. Las pérdidas de agua en las calles son la principal queja de los lectores y a eso apuntó el Gobierno cuando anunció el operativo “Ciudad Seca” para estudiar esos derrames, en la superficie y en las cañerías, que comenzó con el cuadrante de las avenidas Siria, Juan B. Justo, Francisco de Aguirre y Sarmiento -por ahora no va por barrio El Bosque-. En otras provincias, como Córdoba, ya se avanza un poco más para la detección de pérdidas: lo hace a través del satélite Saocom 1B de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), puesto en órbita el 30 de agosto de 2020 y que sirve como herramienta para la detección de fugas en redes de agua potable. En Tucumán el relevamiento se hace a mano.

Por otra parte, poco se sabe del acueducto Vipos-Tucumán, obra que iba a comenzar en diciembre pasado, que ya tiene depositados los fondos de un préstamo del BID y ya está licitado pero no adjudicado. Serviría para resolver la falta de agua desde Tapia hasta en noroeste capitalino, Yerba Buena y Tafí Viejo, que es una zona de intensísimo crecimiento urbano y que se está quedando sin agua igual que en barrio El Bosque. El acueducto iba a estar en funcionamiento en 2025. Ahora no sabemos cuándo. Por lo pronto, Caponio anunció que se quiere construir 10 pozos “con plata que estamos gestionando a nivel nacional”. Y no se sabe si eso será la solución, porque, como señaló Gerónimo Vargas Aignasse, ex jefe del Ente de Obras Hídricas y Saneamiento (Enohsa) Norte Grande, el acuífero subterráneo está “estresado”. No se recarga lo suficiente y se siguen agregando pozos a los 4.000 existentes en la provincia.

Hagan los bañados

Esto es con las aguas buenas. ¿Y con las malas? Desde agosto los vecinos de La Madrid están con pánico de que, por el fenómeno climático llamado “El Niño”, este verano vaya a ser muy lluvioso y con tormentas fuertes y no se hizo el “escudo de defensa” prometido. Tampoco se desarmó el llamado “Canal Sánchez”, que desvió hace años las aguas del río San Francisco hacia el río Marapa y fue causante de la emergencia de 2017. Y no se hicieron los trabajos para ordenar las cuencas, reforestar en toda el área del San Francisco (desde la zona alta en Escaba, 40 km al oeste de La Madrid) y mucho menos se encaró la forma de rehacer los bañados de este río, lo cual pide, entre otros expertos, Adler.

Caponio es nuevo en la SAT. Está mostrando la intensidad en anuncios que tiene el gobernador Osvaldo Jaldo, y propone “medidas urgentes”, entre las cuales sugiere uso racional del agua, sólo destinado a consumo humano, mientras espera ir resolviendo en parte de la zona crítica tanto las pérdidas de líquidos cloacales como los derrames de agua potable. Puede ser el mago de “Fantasía” o el aprendiz de brujo de esa película. Con el tiempo se verá. Por ahora, advierte que “no podemos solucionar todo en una semana” y que este escenario “se revierte con trabajo”. Gente de este mismo gobierno -con otro gobernador, eso sí- prometió en 2019 trabajar para dejar saneada la SAT en cinco años y seguimos en estado crítico.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios