La batalla cultural que no se dio

La batalla cultural que no se dio

Por Hugo Haime - Vicepresidente de la Asociación Argentina de Consultores Políticos (Asacop).

La batalla cultural que no se dio FOTO LA GACETA/INÉS QUINTEROS ORIO
15 Septiembre 2023

Más allá de las deformaciones doctrinarias, en su esencia, el peronismo nunca fue ni socialista ni estatizante. No en vano su doctrina siempre postuló dos principios; “hay solo una clase de hombres, los que trabajan”, y “todos deben, por lo menos, producir lo que consumen”. El último reportaje que un periodista de EEUU (Tucker Clarson) le hizo  al candidato a presidente por La Libertad Avanza, Javier Milei, no hace más que mostrar la confusión que el libertario tiene cuando ataca el concepto de justicia social.

Para el peronismo no se trata de robarle a uno para darle a otro, sino de crear las condiciones para que los individuos puedan trabajar y generar su propio sustento. Milei hoy gana porque cuestiona un estado de cosas que no puede sostenerse más y, además, porque generó una batalla cultural que cuestiona el orden actual.

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El peronismo aún está a tiempo de dar pelea si le da batalla en todos los terrenos, incluido el cultural, no solo en lo económico. Pero para ello debe encontrar en cada provincia a los voceros indicados.

La reunión de la semana pasada del peronismo nacional en Tucumán fue el hito que necesitaba Sergio Massa para sentirse con fuerzas para dar la pelea electoral que lo deposite en la segunda vuelta. Estaban todos los que tenían que estar: desde el peronismo ortodoxo de Juan Manzur y Gildo Insfrán; los gobernadores Ricardo Quintela (La Rioja), Raúl Jalil (Catamarca), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Sergio Ziliotto (La Pampa)  y, sorpresivamente, Alberto Rodríguez Saá (San Luis). También asistieron la cúpula de la CGT Azopardo y Hugo Yasky, de la CTA. Por el lado del cristinismo político los representantes fueron el bonaerense Axel Kiciloff, la santacruceña Alicia Kirchner y el diputado Máximo Kirchner.

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De aquella cumbre hubo dos hechos para resaltar. El primero es que todos pudieron hablar y reconocieron tanto la dificultad de la situación nacional y pidieron perdón por lo frustrante de la gestión. Lo segundo es que acordaron la necesidad de converger en el actual ministro de Economía como conductor de la campaña electoral. La esperanza está puesta en que Massa político pueda sobreponerse al Massa ministro. Hasta Kicillof viene reclamando una nueva melodía para expresarle esperanzas a la sociedad; reconoció, a su vez, que el triunfo en su provincia solo es posible con el peronismo unido. Claro que Massa ministro y candidato no la tiene fácil. Se propuso como el presidente de los trabajadores, el defensor de las PyME y el trabajo nacional. Pero, al mismo tiempo, debe lidiar con el FMI, la devaluación y un impresionante incremento del costo de vida. La respuesta fue intentar reparar lo que complica la vida cotidiana de los argentinos: una inflación récord que pone incertidumbre no solo sobre el futuro, sino también sobre el día a día.

Todas las medidas anunciadas por el Massa hacen foco en quienes están dentro del sistema, tanto para aprovechar el descuento del IVA, los cambios en Ganancias y los bonos o sumas fijas. Para todo hay que tener o tarjeta de débito o estar en relación de dependencia, ser jubilado,  trabajadores independientes o autónomos. La estrategia es clara: se trata de recuperar al electorado propio, el que le genera una base mínima del 30% y desde allí poder crecer. Quedan excluidos los que están fuera del sistema, un espacio donde sí pudo ingresar Milei, que está en plena ofensiva, tanto en el nivel local como en el internacional. El actual diputado libertario sigue peleando contra el establishment político, pero al mismo tiempo busca alianzas para generarse gobernabilidad. Sus diálogos con el dirigente de la Uocra, Gerardo Martínez y con el gastronómico Luis Barrionuevo no son casuales. Se hará el loco, pero sabe que, para ser presidente, necesita garantizarse gobernabilidad.

La campaña de Massa aun es defensiva; necesita reparar los daños sociales de un gobierno que fracaso durante años. Ese fracaso junto al de Mauricio Macri es el que da lugar a que muchos votantes “mileistas” están dispuestos a que todo estalle en mil pedazos. Total, creen que nada tienen para perder. Claro  que la propuesta política de Milei  en relación a la coparticipación federal podría ser beneficiosa para provincias que aportan más de lo reciben, pero calamitosa  para los distritos del Norte Grande  que necesitan de esos fondos para sobrevivir. Es muy posible que allí se encuentre una de las claves para revertir votos por parte de los gobernadores con el fin de evitar perder obras públicas, planes de vivienda y el resto de políticas sociales.

Para los mandatarios provinciales que anticiparon elecciones y vencieron no tener a Milei como potencial presidente es un tema de sobrevivencia. Algunos con Macri ya tuvieron problemas respecto de la remisión de fondos y el parate de los trabajos públicos. Por eso es posible que las campañas en las provincias tiendan más a ser de defensa de lo local que de lo nacional. El triunfo de Maximiliano Pullaro (Juntos por el Cambio) en Santa Fe funciona en sentido contrario. Él podría verse beneficiado por la política de Milei , en parte por las complicaciones que tiene Patricia Bullrich para definir  una estrategia que incluya a las provincias.

La batalla por la provincia de Buenos Aires toma también un cariz diferente. No es sobre la coparticipación, sino una discusión plena acerca de en qué medida una apertura indiscriminada de la economía complica la vida del trabajo y de las empresas.

Todos están de acuerdo en la necesidad de que las cosas deben cambiar. La discusión  global es cuál es el camino para ello. A  Milei  por ahora le alcanza con el “que se vayan todos”. Sus puntos débiles son muchos y aún no han sido plenamente explotados debidamente. No es solo con medidas paliativas que se va a recuperar votos; se necesitan voceros calificados  para dar la batalla cultural dejando claro que el Parido Justicialista seguirá existiendo en tanto genere esperanza de futuro. También el cambio de escenario electoral depende de la capacidad de Juntos por el Cambio para recuperar votos, algo que le cuesta en demasía si esa coalición sigue siendo percibida como segunda marca de La Libertad Avanza.

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