Nadie quiere sentirse inútil después de la jubilación

Nadie quiere sentirse inútil después de la jubilación

Mientras aumenta la expectativa de vida, surgen nuevas necesidades para los que superan los 60 años. Salir del ámbito laboral y la baja notable en los ingresos económicos pueden traer depresión. Por eso muchos quieren seguir trabajando. Uno de cada cuatro jubilados no alcanza a cubrir sus necesidad básicas. Qué desafíos tiene la sociedad ante el envejecimiento poblacional.

APASIONADA. Lucía pasa horas analizando la caligrafía de las personas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO. APASIONADA. Lucía pasa horas analizando la caligrafía de las personas. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.
29 Mayo 2016

A sus 66 años, Diana Waisman no se queda quieta. Hasta octubre de 2014 fue la jefa del servicio de Oftalmología del hospital Padilla. Cuando le faltaban pocos años para jubilarse sintió que era el momento de cumplir un gran sueño: abrir un centro para ayudar a todas las personas con baja visión a resolver cosas básicas de su vida cotidiana para que ganaran independencia. “Desde el consultorio veía que cada vez más gente necesitaba esto y no tenían dónde ir”, recuerda.

“No estás cansada; mirá que ya te jubilás y ahora al fin vas a tener tiempo para vos”, le decían sus allegados. A ella, madre de tres hijas y abuela, nunca le pareció una buena idea que la jubilación sea sinónimo de “hacer nada”. Tampoco se imaginaba la vida sin ejercer su profesión, algo que abrazó desde muy joven. Así que dos años antes de cumplir los 65 hizo realidad su anhelo y se convirtió en la directora del Centro de Rehabilitación para personas con Baja Visión, un espacio dependiente del Ministerio de Salud al que pueden acceder gratuitamente todas las personas con problemas en la vista. Allí (en la calle Alberdi al 400) trabaja todos los días, de 13.30 a 17.

“Tanto que me decían que no iba a poder disfrutar de mi tiempo libre, pero yo veo que me sobra el tiempo. Además, esto me da muchas satisfacciones. Es un placer sentir que le podés cambiar la vida a una persona, que alguien entra aquí y no puede hacer nada solo. Y de repente lo ayudás y se va feliz porque vuelve a hacer las cosas que ama. Eso no tiene precio”, resalta la médica, dueña de un estado físico encomiable. Anda siempre de jeans y declara que quiere trabajar todos los días de su vida mientras se sienta bien. “Esto da vitalidad, alimenta el espíritu; uno se siente útil”, resume.

Lucía Daluz es otra abuela que tira por la borda la imagen de la jubilada canosa sentada todo el día en un sillón, tejiendo o bordando. “Nunca me vi así”, confiesa esta mujer de 63 años, madre de dos hijos y abuela de dos nietos. Luce una cabellera lacia y rubia, está siempre maquillada y le encanta vestirse a la moda. Lleva puesta una pollera ajustada y un sweter brilloso. Acaba de dejar a su nieto en el jardín de infantes y le espera una jornada bastante agitado: tiene que dar clases a la mañana y a la tarde y luego, a las 20, va a practicar tango. Vuelve a su casa a las 11 de la noche. “Por suerte mi familia no me dice nada; mi esposo no se queja porque sabe que soy muy feliz”, resalta.

El caso de Lucía es así: cuando tenía 16 años se enamoró de la grafología. Solo que en esos años no había dónde estudiar y nadie se imaginaba ejerciendo esta especialidad. Entonces, primero cursó abogacía y después decidió ser maestra jardinera. Se recibió y trabajó durante 27 años (la mayoría del tiempo con dos cargos) en distintas salitas infantiles. Pero siempre le quedó dando vueltas, como un sueño imposible, el deseo de aprender a analizar la caligrafía para detectar rastros de la personalidad. “Cuando se acercaba mi momento de jubilarme dije: es ahora o nunca. Pensaba que no quería caer en un vacío existencial, me preocupaba sentirme una inútil”, resalta. Y ahí vino el cuestionamiento del entorno: “¿Y justo ahora que vas a tener más tiempo para vos te metés en algo nuevo?”.

A Lucía no le importó nada. Empezó a estudiar, a viajar a congresos y en poco tiempo, cuando se estaba jubilando, había encontrado que la grafología era la verdadera pasión de su vida. Así que se puso a cargo la Fundación Centro de Estudios Grafológicos de Tucumán. Es docente de grafología forense y también da clases particulares a quién lo solicite. Además, dicta conferencias en todo el país. Como si fuera poco, se puso a investigar, desarrolló una técnica propia y ya tiene un libro propio sobre el tema.

¿Obligación o placer?

Hay quienes lo hacen por placer, como Lucía y Diana. Otros, en cambio, lo hacen por obligación. Lo cierto es que cada vez son más los jubilados que siguen en actividad aún después de haberse retirado. Muchas son las causas de este fenómeno: están las necesidades económicas (a la mayoría no les alcanza el dinero de la jubilación), pero también está lo que muchos llaman “no entrar en la categoría desecho”.

“El pasaje del trabajo a la jubilación supone uno de los duelos más grandes que tiene una persona y por eso estamos viendo cada vez más casos de depresión a esta edad. La caída del ingreso de dinero al hogar sumada a la sensación de vacío modifica muchísimo la calidad de vida”, explica Aurora Rueda, especialista en Geriatría y Gerontología.

Esta realidad quedó más que expuesta en el último estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la Universidad Católica Argentina. Uno de cada cuatro jubilados no alcanza a cubrir sus necesidades básicas, que incluyen tanto las económicas como las afectivas.

Se estima que en los próximos 50 años se cuatriplicará la cantidad de personas mayores de 60 años. Entonces, podrían llegar a ser 800.000 los tucumanos en esta situación, lo cual -según los expertos- nos obliga a reflexionar qué queremos para la tercera edad.

¿Habrá que replantearse la edad para la jubilación?, se preguntan algunos especialistas, mientras ven cada vez más mayores de 70 años en un excelente estado físico y con ganas de emprender algo, pero sin muchos espacios para hacerlo.


"Lo ideal es hacer algo, trabajar por gusto o encarar nuevos desafíos"

La expectativa de vida aumenta cada vez más. Hasta hace medio siglo, un tucumano al cumplir los 60 años tenía por delante unos 10 o 13 años más. En la actualidad, cuando alguien se jubila le quedan 25 o más años por vivir, aproximadamente, según los cálculos de la doctora Aurora Rueda, especialista en Geriatría y Gerontología.

“La jubilación conlleva un estado de dolor y depresión, especialmente cuando la persona no encuentra un espacio, algo en qué seguir desarrollando su vida. Entonces, lamentablemente empiezan a aparecer problemas de salud y termina destinando una buena parte de su jubilación a los remedios”, lamenta Rueda.

En nuestra provincia, al igual que en el resto del país, cerca del 14% de la población tiene más de 60 años. Hay alrededor de 211.000 jubilados y, según estimaciones, más de la mitad de ellos siguen trabajando aunque la mayoría lo hace de forma ilegal.

“Esto es lamentable porque la jubilación precisamente se refiere al jubileo: debería ser una etapa de felicidad y no de sufrimiento y angustia como lo es en nuestros días. Esta etapa para el disfrute es un derecho por todo el esfuerzo que prestó a la sociedad”, sostiene la experta.

Rueda opina que nadie se prepara para este nuevo trayecto de la vida. No hay recetas mágicas de qué hacer. “Lo ideal es hacer algo. Seguir trabajando por gusto o encarar nuevos desafíos está bien. Jubilarse no significa el cese del proyecto de vida. Hay que abrirse a nuevas alternativas de desarrollo. Uno puede seguir siendo productivo hasta el día de la muerte. El límite siempre lo pone el grado de salud psicofísica de cada persona”, resaltó. “Pero lo cierto es que en nuestro país cuando te jubilás entrás en un estado de pobreza que te limita, así los abuelos ven postergados todos sus deseos y planes”, remarca.

La palabra sexagenario está cayendo en desuso. Actualmente hombres y mujeres de más de 60 años tienen el anhelo de transitar esta etapa de sus vidas con un perfil distinto, que surge en oposición al hecho de “resignarse a mirar pasar la vida”. Un dato significativo del último estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la Universidad Católica Argentina fue que 9 de cada 10 personas mayores se hacen cargo de roles y de la realización de tareas en el hogar, lo que implica un alto nivel de autonomía y autocuidado que dista mucho del imaginario de vejez dependiente.

Hace tiempo que se habla de envejecimiento exitoso y de gerontología positiva, términos que según Rueda son más bien una expresión de deseo. “Por ahora, el aumento en el envejecimiento poblacional está trayendo serios trastornos para los países como el nuestro. En primer lugar porque todo el esfuerzo que hizo la humanidad para postergar la vida se ve derrumbado ante la desidia de las autoridades que no diseñan políticas adecuadas para la tercera edad. Asimismo las poblaciones tendrán más problemas económicos porque cada vez hay más viejos y menos chicos; o sea se irá engrosando la población pasiva y disminuyendo los activos en el mercado laboral”, señaló.

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