El poder curativo que se esconde detrás del aguijón

El poder curativo que se esconde detrás del aguijón

VENENO QUE CURA. Lo que se aplica es la apitoxina, que se extrae de las abejas italianas o africanizadas.  blog.centroestetico2002.es VENENO QUE CURA. Lo que se aplica es la apitoxina, que se extrae de las abejas italianas o africanizadas. blog.centroestetico2002.es
01 Agosto 2015
Solo pensar en la picadura de una abeja genera escozor. Pero si sabemos que ese diminuto insecto de cuerpo velludo posee un veneno que puede curar hasta 100 enfermedades, entonces la mirada cambia. La apiterapia es una técnica milenaria que se enmarca dentro de la medicina holística. Utiliza la apitoxina (el veneno que produce la abeja) para el tratamiento de decenas de enfermedades, desde una alergia hasta el cáncer.

Existe mucha bibliografía al respecto. En Argentina se destacan los trabajos de Julio César Amicone y Néstor Urtubey, quienes vienen investigando la apitoxina de uso terapéutico. Prácticamente no posee contraindicaciones, señalan los estudios. La salvedad más obvia es para los alérgicos al veneno de abeja. De todos modos, antes de la aplicación se testea si no hay produce reacciones en la piel.

La consideran el “maná” para la cura de las grandes enfermedades, sin embargo en Argentina no tiene validación académica formal. En cambio, en Cuba hasta se dicta un posgrado en apiterapia y en Rusia su uso está muy extendido. La aplicación a la salud es tan antigua como la del propóleo y la miel. Según consignan los autores del libro “Apitoxina. Su preparado, especificaciones y farmacología”, el emperador Carlomagno (742-814) curó su padecimiento de gota gracias a picaduras de abejas en dosis progresivas. También se la usó durante la Segunda Guerra Mundial, y en México se estudia y se aplica desde hace más de 60 años.

Conflicto de intereses

Julio César Díaz, médico cirujano que hace 21 años se dedica a la apiterapia y primer presidente de la Asociación Argentina de Apiterapia, traza una comparación para explicar por qué en Argentina es una práctica no reconocida. “Hay quimios que valen 200.000 la aplicación, a veces este costo es semanal y también lo paga el Estado. Si aparece alguien con un par de abejitas que pueden tratar las enfermedades, entonces hay un médico que no cobra el 20% por haber firmado la receta, una obra social que no cobra un 10% por haber autorizado, ni un laboratorio que venda... podemos llegar hasta lo más alto”, sintetiza. No hay cuestiones de ciencia ni de política, añade, sino puramente económicas. “Hay gente a la que le conviene que todo siga como está”.

Sus aplicaciones son innumerables, tantas como dolencias tenga una persona. “Está indicada sobre todo para tratar enfermedades crónicas, que son con las que más lucran los laboratorios”, indica Díaz.

Reportes de quienes usan la técnica registran excelentes respuestas y hasta la curación de artritis, artrosis, esclerosis múltiple y un sinfín de dolencias de origen traumatológico. También sirve para tratar depresión, estrés, asma, enfisema, obstrucción crónica pulmonar, bronquitis crónica, neumonías infecciosas, hipertensión (crónica y aguda), arritmias cardíacas, pérdidas de audición, glaucoma, diplopía, iritis, pérdida de visión, herpes simple I y II, herpes zóster, verrugas, laringitis, mastitis, eccemas, psoriasis y la lista continúa con enfermedades ginecológicas y el temido cáncer. Expertos destacan que el poder analgésico de este concentrado es inmediato y supera el de la morfina.

“Si habla con cualquier apicultor va a referirse a algo que se repite desde hace 80 años y es que los apicultores son los que presentan la menor tasa de cáncer y de artrosis de todas las profesiones”, indica Díaz. “Está científicamente comprobado que el veneno de la abeja contiene interferón, sustancia que en la actualidad se experimenta para combatir el cáncer”, se lee en el libro “Apitoxina...” que cita a Julio César Amicone. También se la puede aplicar de manera preventiva, ya que eleva las defensas, disminuye el azúcar en sangre y favorece el rejuvenecimiento celular.

“La apitoxina es una dosis concentrada del veneno puro de la abeja”, cuenta María Rosa Nieva, farmacéutica. Posee 45 principios activos; eso explica sus múltiples beneficios.

Las aplicaciones se realizan en el lugar del dolor intenso o en cualquier otro punto de la dermis, explica Nieva. Es muy importante que no se combine con corticoides -aclara- porque eso acelera los efectos, pero a la larga produce resistencia.

“El veneno de abeja se elabora en una glándula, y su producción es máxima cuando esta cuenta con 14 días de edad”, relata el libro “Apitoxina...”. En Argentina se trabaja con dos tipos de abejas: las africanizadas y las italianas. “Todas la tienen la misma calidad de veneno, lo que varía es la cantidad. La italiana tiene muchísimo, mientras que la africana es una abeja chiquita y tiene menos”, comenta Díaz.

Las dosis y la frecuencia del tratamiento dependen del paciente y de cómo evoluciona. “A veces se comienza con tres veces por semana y luego se va disminuyendo. Algunos cuando se curan dejar de aplicarse”, remarca la farmacéutica.

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