La dueña de una farmacia padeció una odisea al ser engañada con un "secuestro virtual"

La dueña de una farmacia padeció una odisea al ser engañada con un "secuestro virtual"

Los delincuentes que se dedican al "secuestro virtual" parecen haber desembarcado en Tucumán. Ayer, casi en forma simultánea, ocurrieron dos hechos similares. La Policía desplegó un amplio operativo de búsqueda de María Teresa Max, quien fue víctima del llamado telefónico de anónimos. Los casos se dieron por separado, pero tuvieron un final feliz

TENSIÓN. En la farmacia, tanto el personal como los familiares de la mujer y los policías intentaban resolver el hecho. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO TENSIÓN. En la farmacia, tanto el personal como los familiares de la mujer y los policías intentaban resolver el hecho. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO
02 Noviembre 2012
La modalidad del "secuestro virtual" llegó a Tucumán. Ese tipo de accionar delictivo, que parece tan común tanto en Buenos Aires como en otras provincias, desembarcó ayer en el territorio provincial con dos casos que, al final, tuvieron un desenlace feliz, sin víctimas ni daños materiales, ni pérdidas económicas.

El caso que generó mayor preocupación y movimiento de la Policía fue el que tuvo como protagonista a María Teresa Max, de 54 años, propietaria de una farmacia ubicada en San Juan 150, de esta ciudad. Todo comenzó alrededor de las 16, cuando la mujer recibió un llamado telefónico en su celular. Una voz que no conocía le dijo que su marido acababa de tener un accidente de tránsito en uno de los accesos a la ciudad.

Ella escuchó la dirección y salió directo al supuesto lugar del accidente. Pero, en el trayecto, recibió un nuevo llamado telefónico en el que le dijeron que no era un accidente, sino que en realidad su marido había sido secuestrado y que si quería volver a verlo debía pagar $ 100.000.

La desesperación envolvió a María Teresa Max, que intentaba contener el llanto y buscaba una manera de resolver la urgencia de juntar semejante cantidad de dinero para lograr la liberación de su marido. Mientras tanto, ella y el resto de la familia no sabían nada del marido, que no aparecía por ningún lugar a esa hora.

La mujer tenía dos celulares, pero los delincuentes le ordenaron que dejara encendido uno de los teléfonos (por el que ellos se comunicarían en adelante) y apagara el otro. Con todo el temor del mundo, porque supuestamente su marido estaba en manos de secuestradores, ella hizo caso y apagó uno de los celulares.

María Teresa llamó a su hija para decirle que debían juntar dinero para recuperar a su marido. En ese momento, el caso se hizo público, porque la familia del supuesto secuestrado llamó a la Policía. En la farmacia de la calle San Juan al 100, había un revuelo. Sorprendidos, los vecinos veían cómo llegaban cada vez más policías (muchos de ellos de civil). Al principio, la Policía cortó el tránsito en esa cuadra y los curiosos se amontonaron al frente de la farmacia "San Alberto Magno". Los rumores circulaban entre la gente. Algunos hablaban de un asalto con toma de rehenes.

Los medios de prensa llegaron al local comercial, pero la Policía seguía trabajando sin dar información durante el procedimiento. El nerviosismo podía verse en los rostros de la familia Max. En ese momento, la Policía desplegó un amplio operativo con personal de la Brigada de Investigaciones, Robos y Hurtos, Seguridad Personal y Homicidios. Así lograron ubicar al marido de María Teresa Max sano y salvo, pero no aparecía la mujer. El hombre llegó desencajado a la farmacia.

Más tarde otra llamada telefónica a la farmacia alertó que la mujer estaba en un hipermercado ubicado en el acceso norte de la capital. Los policías encendieron motos y autos y salieron en dirección a ese lugar, encabezados por el comisario Antonio Quinteros, jefe de la Unidad Regional Capital. Pero no hallaron a la mujer.

La preocupación crecía con el correr de las horas. La familia llamaba al teléfono de María Teresa Max, pero daba apagado o fuera del área de cobertura.

Al mismo tiempo, los delincuentes hablaban con ella por el otro celular. La mujer les explicó que no podía conseguir esa cantidad de dinero que pedía. Los delincuentes bajaron a $ 10.000, según fuentes policiales. Pero ella insistía en que tampoco llegaría a esa suma. "Aunque sea $ 6.000 o lo que sea", le dijeron en uno de los llamados. Le ordenaban que fuera a depositar la plata en una cuenta a través "rapipago", después le decían que vaya al Correo Argentino, y más tarde a un banco. En definitiva, la tenían de un lado a otro. En el último llamado, los delincuentes le ordenaron dirigirse a una estación de servicio Refinor, en Tafí Viejo, y que esperara las indicaciones.

María Teresa llegó al lugar y no encontró a nadie que le hiciera una señal para retirar el dinero. Asustada, volvió a encender el celular que había mantenido apagado por orden de los supuestos secuestradores. En ese momento, la familia logró contactarla. "¿Dónde estás?, ¿dónde estás?", fueron las preguntas desesperadas.

Entonces la Policía volvió a salir en todos los móviles posibles rumbo a la "Ciudad del Limón", donde hallaron a María Teresa sana y salva, aunque todavía nerviosa y asustada. El jefe de Policía, Jorge Racedo, encabezó la comitiva que logró contener a la mujer dentro del drugstore para calmar los nervios. En el local había policías por todos lados hasta que un allegado a la señora la buscó de la estación de servicio para regresarla a su casa, con custodia policial, por supuesto.

La opinión del jefe de Policía

"ES LA PRIMERA VEZ QUE OCURRE EN TUCUMÁN"

El jefe de Policía, Jorge Racedo, confirmó anoche a LA GACETA que se trató de un secuestro virtual. "No hubo ningún asalto ni ninguna toma de rehenes", aclaró. En cuanto a la víctima, destacó que María Teresa Max no tuvo contacto físico en ningún momento con los delincuentes. "A ella no le pasó nada, nunca les vio la cara, todo fue por teléfono". En el local de la Refinor, el comisario señaló que anoche comenzaba la etapa de investigaciones, a cargo del fiscal Carlos Albaca, y que empezarían por analizar el celular a través del cual Max se comunicaba con los delincuentes. Respecto a la modalidad utilizada, remarcó que es frecuente en otras provincias, no así en Tucumán, donde es la primera vez que ocurre.

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