El auténtico "Sapo" Costilla

El auténtico "Sapo" Costilla

Figura del golf nacional, César no se agranda ni camina en el aire: sigue siendo el mismo

"Me siento un pendejo. El documento declara 32, pero estoy en 18, je. La cosa va por dentro, siempre". Hacer un ping pong con César Costilla puede conducir la charla hacia una montaña rusa repleta de vértigo y sonrisas. Está igual, es verdad, aunque las arrugas traicionen su deseo de juventud eterna. "El hígado ya ni habla", reconoce el traspié de su juventud el último campeón del Abierto del Centro de golf, y disfruta haciéndolo público. Al final de cuentas, "Sapo" no usa el casete, no lo conoce. "¿Para qué sirve?", pregunta.

Sus gestos dicen tanto como su lengua, a veces filosa y directa. El morocho va al frente en todo y no duda en sacar cada uno de los muertos que alguna vez escondió en el placard. Mónica, su mujer, fue en parte su musa inspiradora. Y César Monasterio, su Santa Claus, guía espiritual y quien le regaló su primera bolsa de palos y zapatos. "Gracias a él estoy acá. Me dio lo que yo necesitaba para jugar al golf. Antes de eso, usaba una rama o los palos de los socios que me prestaban, aunque no siempre era así. Monasterio me empujó a esto", explica Costilla regalándose a sí mismo la razón de su ser de hoy.

En su mejor versión

César Agustín yo no es el de antes, un tipo cabrón, de pocas pulgas y renegón. Ahora es otro; está en su mejor versión, aquella que ya le valió un título grande esta temporada y que pide cerrar 2012 con tres coronas más al menos. "Sí, quiero ganar cuatro torneos. Eso me propuse este año", reconoce sin tapujos Costilla, y vuela hacia las costas de Mónica, mientras Martina, su hija mayor, lo acompaña sin despegarse un segundo.

"Cuando me casé, senté cabeza. Tenía más noches que Samantha, je. Mónica estaba embarazada de Martina", cuenta el también dueño de un Abierto de La República (2009), el major latinoamericano por excelencia.

"Sapo" metió la cuchara en la mayoría de los eventos top del país. También rubricó su apellido en el Tour de las Américas, donde ganó el año pasado en Colombia. Va creciendo de a poco pero a pasos agigantados, valga la ironía. Y, aunque resulte extraño, no tiene pensando apurarse. "Mi gran sueño es llegar al PGA Tour de Estados Unidos, pero no quiero entrar y patinar. Por eso prefiero tratar de lograr la membresía del Nationwide Tour", cuenta. En términos futboleros, el Nationwide viene a ser la B Nacional y el PGA la elite de Primera. Suena extraño decirlo: Costilla tiene los pies en la tierra. No vuela.

"Este año terminé de hacerme una casita de dos pisos detrás de mis suegros. Tengo un balconcito en mi cuarto y ahí tomo mate todos los días a la mañana. Cuando pueda, me voy a comprar una bicicleta así hago gimnasia ahí y me ahorro el gym", entra a jugar su juego cómico "Sapo", nunca desprovisto de un arsenal de respuestas ante cada pregunta. Sabe retrucar sin siquiera despeinarse.

En tiempos de vacas escuálidas, el mango era el mango. Cada peso depositado en el bolsillo se multiplicaba por 1.000. La necesidad no se divorció de la familia Costilla, sin embargo, el dinero tiene un lugar especial y no tanto. "Si en los torneos pensás en la plata, en cuánto vas a ganar o perder si errás un tiro, vas para atrás. La tutuca te mata. No podés desconcentrarte pensando en eso. Sí tenés que salir a ganarle a la cancha, en hacerbirdies, porque así cocinás tus propias chances de ganar o perder un torneo", describe el amigo esta relación con el vil metal. "Quiero ganar mucha plata, je. Si lo logro, le habré asegurado el futuro a mis hijas. Eso sueño, tener guita para que ellas estén bien", revela el lado B de la foto un Costilla ajeno a las comparaciones entre su carrera de la de su amigo Andrés "Pigu" Romero.

"Nunca me sentí ni me siento menos que él. Tampoco me fijé en lo que hizo y hace, que es fantástico. Ustedes (por los periodistas) son los que buscan las comparaciones, no yo. Yo soy César Agustín y él es "Pigu", punto. Cada uno por su lado", afirma con la paz de un monje budista. No está en sus planes polemizar, menos si en el medio hay amigos. Y hablando de amigos, los suyos esperan el famoso asado del campeón, aquel que se paga después de haber alzado un trofeo. "Cuando me paguen, lo hago. Espero que el TPG deposite la plata y sale a la parrilla. La mía (por la plata) no se toca, je"... gambetea el brindis con sus ex compadres caddies del Golf, en el Jockey Club. El momento llegará; paciencia.

La moneda cambió de lado

Así como antes le daba vergüenza entrar a un club que no conocía, hoy la moneda cambió de lado. Costilla es famoso. "Sí, era difícil al principio, hasta que me acostumbré. Ahora entro por un club, me saludan todos y hasta tengo que firmar autógrafos. Increíble, ¿no?", se admira "Sapo" del "Sapo" ovacionado y fuente de inspiración de muchos aficionados.

Su paso por Tucumán fue efímero. El trabajo demandó cambiar de planes. En la mira está una mini gira por Estados Unidos y luego volver a jugar en el Nationwide, con parada en México. Si por él fuera, llevaría a Martina. "Es una ídola, no como Montero (el caddie de 'Pigu'). Jugamos dos torneos y no pasamos el corte ni por internet. Qué tremendo ese 'Coco', ja".

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