"Estar detrás del volante de un ómnibus da poder"

"Estar detrás del volante de un ómnibus da poder"

Una colectivera cuenta su experiencia.

EN PLENA TAREA. Susana despierta la sorpresa de los pasajeros. LA GACETA EN PLENA TAREA. Susana despierta la sorpresa de los pasajeros. LA GACETA
20 Noviembre 2009
El ómnibus frena a las 21.02 frente a la plazoleta Dorrego. La cola de pasajeros que espera para subir comienza a avanzar. Entre el bullicio de la calle que se cuela dentro del vehículo una voz femenina dice: "muchas gracias", "¿no tiene los 20 centavos? Bueno, no importa. Por favor, espéreme unos minutos que ya le consigo el cambio y le devuelvo". A esa hora los pasajeros tienen una sola idea en la cabeza: encontrar un asiento libre para que el regreso a casa sea lo más cómodo posible. Por eso, este trato amable les arranca sonrisas y más de uno se sorprende al advertir que, sentada al volante, está Susana Rodríguez.
Ella y Paula Martínez son dos de las tres choferes que se incorporaron a la línea 19. Son las primeras mujeres en conducir ómnibus de línea en la ciudad. Para conocer sus experiencias, LA GACETA las acompañó en el recorrido.
"Estar detrás del volante de un ómnibus da poder. Me hace sentir que logré algo que para muchas mujeres resulta imposible", explica Susana mientras guía el interno por la avenida Independencia. Ella maneja desde los 12 años y siempre estuvo vinculada a los motores, al igual que Paula. Las dos realizaron un curso de capacitación en 1996 para manejar colectivos de línea, pero nunca lograron subirse a uno, porque el programa del que participaban no se concretó.
Susana trabajó durante dos años en Minera Alumbrera conduciendo los inmensos camiones Caterpillar que se utilizan en la mina en Catamarca. "Mientras fui pasajera, siempre me llamó la atención la función del chofer. Es algo que me atraía mucho", recuerda. A medida que pasan las cuadras y el ómnibus se va llenando, Paula cuenta que durante muchos años fue taxista y que manejó transportes escolares.

Palabras mágicas
Conducir un colectivo de línea conlleva aspectos buenos y malos. "Lo más lindo de todo esto es la devolución que uno recibe de los pasajeros. Con sólo usar dos palabras mágicas se mejora mucho el trato. Esas palabras son: por favor y gracias", explica Susana. Paula agrega: "lo disfruto mucho, porque este es un servicio: uno da y recibe. Además, tomamos contacto con personas de todos los niveles sociales y eso nos permite ver realidades muy distintas".
La calle por la que transita el ómnibus es oscura. A pesar de que el interior del interno está muy bien iluminado, los rostros de las dos mujeres se oscurecen cuando sale un tema que las preocupa: la inseguridad. "A mí me da miedo lo peligrosa que es la calle. Hay una zona de nuestro recorrido, por la Francisco de Aguirre, donde vamos acompañadas por un policía. Especialmente los fines de semana, los chicos se descontrolan y nos tiran piedras", comenta Paula. De todos modos, las dos mujeres aseguran que, hasta ahora, no fueron víctimas de ningún hecho de violencia.
En cuanto el colectivo se acerca a la intersección de Independencia y avenida Alem, la calle se vuelve a iluminar y los rostros de ellas también. "Es normal que los hombres nos digan cosas. Algunos nos piropean; otros nos tiran besos, los chicos nos saludan... cosas que nos hacen sentir bien", afirma Paula.

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