El pueblo en el que hay una librería cada 33 habitantes

El pueblo en el que hay una librería cada 33 habitantes

El paraíso del lector está inspirado en el sueño bibliófilo del galés Richard Booth durante la década de 1960. Por Irene Benito, para LA GACETA - Fjærland (Noruega).

18 Octubre 2009
La agobiante transformación del antiguo hábito de leer -con su actualidad electrónica y digital, y el aparente declive del interés lector-, expuesta a un futuro con aspecto de transición eterna, exhala aliviada en Fjærland, pueblo noruego encajado entre fiordos y glaciaciones. Este enclave marciano de no más de 400 habitantes se enorgullece con razón de su alta densidad de librerías: 12 en total, una cada 25 metros. Juntas, aseguran sus propietarios, ensamblan una repisa de un kilómetro de longitud. Ese rumor, el de infinitas páginas y 250.000 títulos, labra la fama de Fjærland (la "j" intermedia se pronuncia como "i"), paraíso escandinavo del que nadie sale sin comprar un libro.
Este jardín de las delicias del lector -separada de Oslo por seis horas de ruta- está inspirado en el sueño bibliófilo del galés Richard Booth, que, en la década de 1960, impulsó la transformación de los edificios vacíos de su villa natal, Hay-on-Wye, en almacenes de volúmenes usados. El espíritu de ese pueblo pionero en el especializado -e impensado- turismo literario se expandió a una treintena de villas que, a partir de la pequeñez y periferia, y aferradas a la tabla de salvación del libro, hicieron virtud de la necesidad para atribuirse la condición de "book town". Una bandera que Fjærland, caserío situado en la orilla de un brazo del gigantesco fiordo Sogne, combina con escenarios panorámicos esplendorosos.
 La vista queda atrapada en la conflictiva disyuntiva de leer o contemplar el paisaje de montaña, pradera y mar. La gula óptica encuentra, en general, motivos para explayarse cuando librería es todo aquello que el pueblo tiene en sus 300 metros de magnitud: un ferry, una tienda de alimentos, un banco, una oficina de correos y hasta un establo. Ese afán almacenador impregna de sentido al sencillo estante a la intemperie que Fjærland presenta como la tienda de libros usados más pequeña y honesta de Noruega. "Sjølvplukk", como fue denominado este "negocio abierto las 24 horas", no tiene, desde luego, dependientes. El autoservicio está estipulado, lo mismo que el precio de 10 coronas (6,50 pesos) que el cliente debe dejar -en una caja que nadie vigila- por cada libro que se lleva.

Villa digital

El pueblo gestiona su condición librera con sentido común noruego. Una literatura infinita no puede ser abordada eficientemente en solitario. Por eso cada tienda está especializada en un género o tema, anzuelo irresistible para coleccionistas de ejemplares raros y cazadores de incunables que durante la temporada cálida hacen zanjas en el pueblo. Entre octubre y abril, cuando el frío y la noche polares desaconsejan el paseo por la zona, y Fjærland coloca el cartel de cerrado, el "book town" funciona en la red, donde el público puede consultar el fondo bibliográfico, comprar y aguardar las novedades postales a salvo del riguroso invierno de los fiordos.
Tampoco podría un pueblo tan breve imponer su impactante musculosidad bibliófila con una oferta empecinada en la divulgación del noruego ("norsk"), lengua de apenas cinco millones de hablantes. La condición minoritaria obliga a entablar relaciones amistosas con los idiomas foráneos. La consigna no es forzada: los escandinavos han demostrado una capacidad privilegiada para simultanear el cultivo de la literatura en lengua nativa con la traducción y lectura de autores extranjeros.
Fruto de ese interés por los mundos ajenos son los anaqueles destinados a la producción en español. No fue difícil encontrar una copia usada de El fin y los medios (Editorial Sudamericana, 2000), del anglosajón Aldous Huxley, en un rincón de una atiborrada librería. La tentación pudo más que las inclemencias económicas globales y editoriales de este magro 2009. Escrito está: nadie se va de Fjærland sin comprar un libro.
© LA GACETA

Irene Benito - Periodista, colaboradora de LA GACETA desde Europa.

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