Hace un año que Martín y Florencia se casaron. Eligieron el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, para cumplir la mayor promesa que hicieron desde que están juntos. “Dijimos que nos íbamos a casar ese día si nos confirmaban que nos entregaban la casa de Lomas de Tafí. Ahora tenemos que llevarle una maqueta a la Virgen para que conozca cómo será nuestro hogar”, confiesa, casi llorando de felicidad, la muchacha de 23 años.
Ellos habitarán una de las 4.000 viviendas que integrarán el complejo habitacional “Lomas de Tafí”, una “pequeña ciudad” que se promete construir en tres etapas; la primera son las 600 viviendas que se entregaron ayer. La pareja tiene sus motivos para estar feliz: en 2005 se habían inscripto alrededor de 25.000 tucumanos en busca de la casa propia.
Hasta ayer, la pareja alquilaba una pequeña casa en las afueras de San Miguel de Tucumán. Habían decidido dejar su Monteros natal para estar más cerca de sus respectivos empleos. “Ahora ya tenemos nuestro lugar. Pero lo más importante de todo es que se trata de nuestra casa, algo tan difícil de conseguir en tiempos de crisis”, precisó el joven, mientras recorría con la vista los 49,18 metros cuadrados del nuevo hogar, que consta de dos dormitorios, cocina comedor y baño y lavadero exterior. La construcción contempla la posibilidad de incluir de un tercer dormitorio y ampliar el estar-comedor.
Ni a Florencia y Martín, ni a los propietarios de las 600 viviendas de Lomas de Tafí que ayer recibieron sus casas les importó que la lluvia les arruinara la gran celebración. Temprano, los jóvenes se apostaron a la puerta de cada unidad hasta que comenzaron a entregar las escrituras.
Florencia le dice a LA GACETA que este fue su año de suerte, y sospecha que el regalo de Lomas de Tafí puede no ser el único para ellos. “Después de aquí nos vamos al ginecólogo. Quién sabe... quizás somos más de dos los que habitemos en esta casa”, comenta, con sonrisa y mirada cómplice, la mujer.
El pulso le tiembla
Fernando López vivirá al lado de la casa de Martín y Florencia. Unos pocos metros separan a las dos viviendas. El hombre recibe la llave de su casa, mira con timidez hacia donde están sus nuevos vecinos y se acerca a saludarlos.
Después de la charla, Fernando regresa a su casa y se encuentra con su esposa y sus dos hijas, Fiorella y Bernardita. El pulso le tiembla y se ríe de su nerviosismo. “No puedo abrir la puerta de la casa, estoy tan emocionado“, se justifica. Finalmente, la puerta se abre y todos ingresan ansiosamente.
“Estamos muy contentos. Hace cinco años que nos inscribimos para comprar la casa. Estoy tranquilo porque ahora mis hijas tienen su propio lugar y yo por fin dejaré de molestar a mis suegros”, expresa orgulloso el hombre de 31 años.