En la madurez llega el hijo del amor, el deseado

En la madurez llega el hijo del amor, el deseado

Cada vez son más las mujeres que postergan la maternidad hasta terminar una carrera o adquirir solidez económica. Quienes dieron a luz entre los 30 y 40 sienten que la dicha y el amor que trae el hijo deseado es superior a las fuerzas físicas perdidas. Ningún objeto reemplaza las palabras, los cuentos, las comidas con olor a historias, según una experta.

TERNURA INCOMPARABLE. Yenny Velázquez, de 28 años, besa a su hija, Guadalupe, de un año y medio, a la que le dedica todo su tiempo. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO TERNURA INCOMPARABLE. Yenny Velázquez, de 28 años, besa a su hija, Guadalupe, de un año y medio, a la que le dedica todo su tiempo. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
19 Octubre 2008

Abuelas jóvenes, madres maduras. Esta tendencia se va imponiendo en la sociedad desde que la mujer decidió cuándo ser mamá, sin abandonar su trabajo o profesión. A diferencia de las generaciones anteriores, cuyo límite promedio eran los 25 años para ser primeriza, la generación actual -salvo el grupo de madres adolescentes- quienes están casadas o en pareja esperan hasta cerca de los 30 años y a veces un poco más para dar a luz a su primer hijo.

Valioso respaldo
En la nueva modalidad de postergar la maternidad y de planificar la familia, mucho tuvieron que ver los avances de la medicina reproductiva y de la ciencia. Y también los de la tecnología: esta facilitó la tarea de ser madre en varios aspectos.
Madres maduras y especialistas coinciden en que cuanto más grande se es, más se disfruta de los hijos. Aunque reconocen que fallan las fuerzas físicas (los dolores de cintura y el cansancio por la falta de sueño se sufren más). Pero en el balance, gana la dicha de tener un hijo deseado y una madre dispuesta a dedicarle tiempo de calidad.

“No me arrepiento”
“Genaro es la luz de mi vida. Su alegría me llena, me hace sentir que vale todo el esfuerzo que hago”, cuenta Sara María, de 41 años, que a los 37 decidió encargar su primer bebé, después de 13 años de matrimonio.
“Fuimos postergando la decisión de ser padres por varias razones. Primero, debido a la enfermedad de mi papá, luego tuvimos que hacernos cargo de los negocios. Hasta que tuve un problema de tiroides y ahí tomé conciencia de que me hacía grande y que podía tener complicaciones para quedar embarazada. Pero Genaro tardó muy poco en llegar”, recuerda la empresaria.
“No me arrepiento de haber esperado. Mi hijo ha sido querido, buscado y pensado desde el corazón. Renuncié a uno de mis trabajos para dedicarme a él y somos muy felices. Estamos juntos casi todo el día, jugamos y nos divertimos junto a su papá y a mi mamá, que también fue una madre tardía. Aunque reconozco que la naturaleza es sabia: no es lo mismo ser madre a los 30 que a los 40”, resume.
La psicoanalista María Elena Elmiger explica que la maternidad “tiene un reloj biológico, que va desde los 13 años hasta los 40. Pero tiene también un reloj social, cultural o psíquico, en el que influyen la época, las costumbres y las modas. La mujer inserta en el mercado laboral -y favorecida por las nuevas técnicas reproductivas- aspira a ocupar un lugar en lo social y en lo productivo, y a relegar su lugar reproductivo, que es el de madre”, afirma la integrante de la Fundación Sigmund Freud y docente de la UNT.
Según Elmiger, la elección de la mujer es otra conquista femenina.
Significa que “es una mujer enamorada”, interpreta. “Tiene un hijo no como una esclava -cuyo único destino es ser madre- sino como alguien que decide jugarse por él con todas las dificultades de esa difícil empresa. Una madre que ama al hijo es beneficiosa para el futuro del niño. Esto es tener un hijo deseado”, remarca.
Marcela Cano de Melián (33 años) vive envuelta entre mamaderas, chupetes y pañales. La maternidad vino después de cuatro años de postergación para poder terminar la carrera y disfrutar de la pareja. Primero llegó Máximo, que tiene tres años y medio, y a los seis meses la sorprendió Santiago, de dos años y tres meses. “Yo lloraba; no sabía cómo iba a ser, después de haber planificado tanto. Pero bueno, uno cree que no va a poder, pero lo logra”, confiesa.

Vive intensamente
Terminó Ciencias de la Comunicación y ahora decidió posponer su profesión para cuidar a sus hijos. Así, “enloquecida pero contenta”, como se autodefine, siente que vive intensamente. Y no le gusta cuando su madre le recuerda: “a los hijos hay que tenerlos de joven porque tenés que estar con pilas todo el día”. “Es cierto, porque los chicos por ahí nos superan, nos sacan las ganas de todo. Mi madre me tuvo a los 22 años; yo, en cambio, esperé para concretar lo que me había propuesto”, reconoce.
Mientras algunos especialistas objetan que haya demasiada diferencia de edad entre madre e hijo, Elmiger critica “la ‘indiferencia-ción’ de padres que juegan a ser pares de los hijos”.
“Es destructivo llenar a los hijos de objetos (celulares, PC, juegos electrónicos, etc.) en lugar de darles palabras, cuentos, comidas con olor a historias….”, expresó la profesional.

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