Shakespeare plantea los grandes conflictos universales

El cuarto y último estreno del año del Elenco Estable de la Provincia tuvo lugar el sábado pasado, en la sala Orestes Caviglia, con la puesta de la particular versión del director Manuel Maccarini, de "El mercader de Venecia", de William Shakespeare.
La representación plantea su comienzo en el hall de entrada de la sala. Esta decisión, más allá de sus logros artísticos, presentó la dificultad de que muy pocos espectadores pudieron observarla, ya que la inmensa mayoría, que estaba en la fila, ni se percató de que allí estaba sucediendo algo. "No, me la perdí, lamentablemente... estaba en la cola y nadie avisó que había empezado", le dijo a LA GACETA Mercedes López. Gustavo Salas quiso verla, pero no pudo porque lo tapaba la gran cantidad de gente que pugnaba por avizorar alguna de las escenas.
En el hall del subsuelo del edificio de San Martín 251, un cartel anuncia "Hoy Otello" y, al mejor estilo de la Commedia Dell?Arte, los actores -mientras se maquillan y buscan sus vestidos- discuten y se pelean sobre sus papeles, para concluir que, con los que están presentes, lo mejor sería representar "El mercader de Venecia", decisión que asume el sabio director, sentado en una improvisada tarima. Entonces, los músicos acompañan al público a ubicarse en la platea y allí comienza, verdaderamente, la comedia de Shakespeare publicada en 1600.
"El mercader de Venecia" estará en la cartelera hasta fines de octubre, los sábados a las 22 y los domingos a las 21, y posteriormente hará gira por el interior de la provincia.
Los estrenos anteriores del Estable fueron "Doña Rosita la soltera", que dirigió Oscar Barney Finn; "Opereta", con Rodolfo Pacheco, y "Desde las cenizas", dirigida por Jorge Salvatierra. El quinto estreno que se había previsto, "Papel, papel", de Pablo Gigena, finalmente se estrenará el año próximo.
El director de Teatro de la Provincia, Pablo Parolo, le confió a LA GACETA que, a pesar de los debates sobre el sentido antisemita de la obra, "nos pareció que no tenía ese carácter". El mismo Maccarini sostiene algo similar: "la obra trata sobre una transacción comercial en Venecia, donde todo se puede comerciar, y es lo que hacen un judío y un cristiano. Shakespeare no toma partido por uno ni por otro", aseguró.

La obra posibilita el lucimiento de los actores
Por Jorge Figueroa, redacción LA GACETA
Lo grotesco es un género mixto, híbrido, donde lo risible y lo trágico se encuentran en un inestable equilibrio. Desde este punto de vista, está claro que fue a este recurso al que apeló el director Manuel Maccarini para "El mercader de Venecia". En la despojada y austera puesta, el riquísimo texto de Shakespeare (más allá de las controversias que siempre despertó) es generoso con los actores, porque permite que sean ellos -y no se trata de una obviedad en estos tiempos- los protagonistas de la escena. El elenco funciona, en tal sentido, a tono, pero son notales las interpretaciones que realizan Nelson González, Oscar Zamora, Jorge García, Andrea Barbá y Gabriel Carreras. El carácter híbrido de lo grotesco posibilita que, en la escena del juicio, por ejemplo, se acentúe la dimensión trágica de la obra y en otras, como en la presentación de candidatos de la bella Porcia, lo cómico. El aporte de Maccarini, al comenzar las acciones en el hall de entrada (un modo de hablar del teatro en el teatro mismo) es un acierto, aunque seguramente, para beneficio de los espectadores, es un aspecto que habrá que ajustar, como así también su extensa duración.