Cristina le cerró una puerta, Massa le abrió otra

Cristina le cerró una puerta, Massa le abrió otra

Cristina le cerró una puerta, Massa le abrió otra

Hasta las elecciones generales, el 22 de octubre, Manzur seguirá siendo gobernador; pero el día de un eventual balotaje, el 19 de noviembre, ya podría estar en el llano o bien haberse convertido en senador. Al mandatario todavía no se le cerraron los caminos políticos pese a que se bajó de la candidatura a vicegobernador; aún le quedan alternativas para no perder el capital político que construyó y acumulo desde 2003, cuando se convirtió en ministro de Salud de José Alperovich.

Incluso hasta puede inmiscuirse en la interna nacional del Frente de Todos -pese a que sus acciones se hayan devaluado en ese escenario-, ahora que el proceso de designación del candidato presidencial del oficialismo entró en la etapa más caliente, en la de los reacomodamientos internos, de los encolumnamientos y de la jura de lealtades.

Seguramente Manzur escuchó a Cristina el jueves por la noche cuando elípticamente nominó a Wado de Pedro como potencial sucesor de Alberto Fernández, y también cuando respaldó al ministro de Economía, Sergio Massa. En una de esas tal vez mentalmente regresó al 16 de febrero, a una reunión de gobernadores del NOA en su casa, cuando retomó sus funciones al frente de la provincia.

La noche de ese día estuvo el ministro del Interior, y en la cena se deslizó una posible fórmula: Manzur-Wado. “Todos saben que es mi amigo, lo quiero, lo valoro, lo respeto. Nos tocó ser compañeros de trabajo ahora y nos tocó en otro momento también. Un gran dirigente, con una gran vocación de servicio. Un tipo bueno, sano, buena gente. Siempre estuvo con nosotros, siempre estuvo con Tucumán. Cuando me preguntan digo ‘sí, es verdad, él es mi amigo’. Es un gran ministro del Interior mi amigo Wado”. Es lo que supo expresar el tucumano del camporista.

Claro que después de los dichos de la vicepresidenta, difícilmente pueda imaginarse entrando en el primer puesto; a lo sumo en el segundo. Sin embargo, más que a él, Cristina necesita a Massa y a su fuerza política, el Frente Renovador, especialmente por el alcance territorial que tiene en Buenos Aires, donde sus chicos de La Cámpora han hecho pie.

El PJ que preside Alberto Fernández, aunque socio mayoritario del Frente de Todos, por culpa del propio Presidente perdió peso en ese trípode de poder. Y Manzur es uno de los vicepresidentes del Partido Justicialista a nivel nacional, por lo que colateralmente también cede acciones y pierde influencia.

El gobernador, en la propuesta no tan explícita de Cristina de que Wado puede ser el presidenciable, perdió casilleros. Sin embargo, el propio Massa, indirectamente vino en su auxilio al día siguiente, cuando advirtió que el Frente Renovador aún debe considerar si sigue o no en el Frente de Todos. El ministro de Economía manifestó que se debe diseñar una estrategia electoral competitiva en el oficialismo y, además, rescató al PJ como el principal sostén del Frente; no a Alberto Fernández.

Manzur podría considerar este nuevo panorama y tratar de acercarse a quien está poniendo condiciones en el Gobierno de cara a los comicios nacionales que se vienen. Podría sacar a relucir el respaldo que supo tener de los gobernadores peronistas, de sus aceitados contactos con la CGT y con empresarios y, porqué no, de su condición de autoridad partidaria del PJ nacional. Es una misión cuesta arriba, pero cuando se cierra una puerta, en política hay que aprovechar las ventanas que se abren; y Cristina casi le cerró el plano nacional y el tigrense le pintó una luz a final del túnel.

Lo de Massa fue un mensaje directo a Cristina, porque su advertencia de que el Frente Renovador puede abandonar el Frente de Todos fue para que la vicepresidenta deje de postular candidatos propios y vender que el tercio electoral del que habla le pertenece o bien que ella lo lidera, sino que una parte importante de su integración corresponde al massismo. Una manera elegante de decirle que sin el Frente Renovador ese tercio no es tal, que es una porción más chica que, seguro, no podría ni entrar al balotaje.

No en vano, además, les refriega a sus pares del gabinete -especialmente a los referentes camporistas- que él aceptó un ministerio cuando las papas quemaban y que ninguno se atrevió a hacerse cargo, ni siquiera el que ahora es el bendecido por Cristina. Massa reclama ser ungido como Alberto hace cuatro años y sin competencia interna, o por lo menos con el aval del kirchnerismo y del pejotismo devaluado por Fernández, que ni supo conducir al partido.

Ahí aparece una oportunidad para Manzur, la de jugarse por un bando y dar su apoyo tal como lo hizo hace cuatro años cuando la vicepresidenta anunció a través de un video que Alberto sería su compañero de fórmula. El tucumano fue el primero en salir a respaldar esa propuesta electoral y fue uno de los que más trabajó para que gobernadores, sindicalistas y empresarios acompañaran a la dupla Fernández-Fernández.

A la luz de los resultados eligió bien y hasta pudo congraciarse con Cristina luego de haber afirmado públicamente que el ciclo político de la ex jefa de Estado había terminado. Levantó el aplazo, y hasta pudo sentir que lo había perdonado del todo cuando pidió que sea el jefe de Gabinete de Alberto. Si Wado, a causa de Cristina, lo aleja del escenario nacional; Massa, con su declaración de guerra interna, le abre una posibilidad para reinsertarse en ese ámbito al que se había acostumbrado.

Sin tener que pelear ya por la vicegobernación, ni con la necesidad de concentrar sus esfuerzos en acciones proselitistas en favor de Jaldo-Acevedo -por más que se autoproclame el jefe de campaña-, bien podría intentar jugar en el escenario mayor y arriesgar algunas fichas. El discurso de unidad del peronismo que pregona en Tucumán -para restañar las heridas de la sangrienta disputa entre manzuristas y jaldistas- bien la puede trasladar al plano interno nacional del Frente de Todos para arrimar posiciones entre kirchneristas y massistas y evitar una fractura que seguramente llevaría al oficialismo a un tercer puesto cómodo en los comicios nacionales.

Manzur ya demostró que es un buen operador y por más que sus acciones políticas hayan perdido valor aún puede arriesgar gestos para recuperar espacio y ser tenido en cuenta en la mesa nacional del Frente de Todos. Cabe señalar que Manzur está casi comprometido a desarrollar estas acciones, no sólo porque lo devolverían al ámbito nacional, sino porque necesita fortalecerse de alguna manera para sostener al manzurismo como línea interna del peronismo en Tucumán. No puede descuidar a esta expresión interna. Y que se extinga.

Porque si deja de existir como político, si pierde el poder que le concede un cargo público, si no es capaz de mantener una tropa propia que lo respalde, la desaparición como “ismo” es una consecuencia natural, propia de la vida política. Es jugarse allá para mantenerse aquí, aunque ni siquiera así puede garantizarse que el canibalismo político lo borre del mapa. Si desapareció el menemismo, el duhaldismo, el mirandismo, el alperovichismo y al parecer el cristinismo está por seguir esa vía por el paso al costado de la vicepresidente -por no continuar ejerciendo un cargo político-, qué le queda al manzurismo. El jaldismo viene pisando fuerte.

Obsérvese que Julio Miranda pasó de gobernador a senador y luego cesó su injerencia política; Alperovich fue titular del Ejecutivo durante tres mandatos y después fue senador, y también desapareció del escenario político; Manzur es gobernador y puede ser senador en reemplazo de Pablo Yedlin hasta el 2027. O sea, con lo conocido y con los resultados que se produjeron, al gobernador le queda intentar alguna forma de mantenerse en los espacios de poder para no correr la suerte de sus antecesores: para evitar un desenlace que viene siendo casi lógico en la provincia. Para no sucumbir.

El escenario nacional le abre una posibilidad, mínima, pero una posible hoja de ruta a seguir.

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