El fervor mundialista todavía no aparece en Santiago

El fervor mundialista todavía no aparece en Santiago

Ni el partido inaugural ni la presencia de la Selección alteraron la rutina. Acostumbrada a recibir a Messi y a la Scaloneta, a la ciudad le está costando contagiarse con el Sub-20.

FOTO LA GACETA / Franco Vera  FOTO LA GACETA / Franco Vera

Las comparaciones son injustas, sobre todo entre un Mundial de mayores y un Sub-20. Imposible replicar el clima que generan los grandes. Será por eso que el sábado santiagueño no despega de la rutina. Transcurre un mediodía gris y destemplado en la plaza Libertad y no hay señales de que la ciudad esté a punto de albergar el partido inaugural del campeonato. Y eso que juegan los pibes de Javier Mascherano. “Por ahora todo tranqui”, dice Marcela, moza de una cafetería. “Nada que ver a cuando vino la Scaloneta”, agrega. No hay aluvión de turistas, no hay efervescencia en las calles. Ni siquiera cartelería que decore la cita mundialista. La siesta avanza, implacable.

La mañana en las inmediaciones del estadio fue un despliegue de retenes, vallas, móviles policiales. Un anillo de seguridad que ataja los vehículos a varias cuadras del “Madre de Ciudades”. Mucho celo profesional, a la espera de los hinchas. En el edificio adyacente al jardín botánico un puñado de periodistas retira sus acreditaciones. Los voluntarios y el personal de la organización forman ordenadas filas, aguardando iniciar la actividad. Reinan el silencio y la calma. Hasta que empiezan aparecer los visitantes de Guatemala. Por fin algo de color.

Romeo Ríos y Sulmi Rodríguez llevan la voz cantante de un nutrido grupo, identificado con las banderas albicelestes -un guiño para hermanarse con los argentinos- y sus camisetas “franjeadas”. Su itinerario fue Guatemala-Panamá-Buenos Aires-Santiago del Estero, más de 48 horas de viaje. Están contentos y no es para menos: es el segundo Mundial que disputa su selección (nunca estuvo en uno de mayores), así que saludan a los chicos, se saben a la perfección la letra de “…muchachos…”, elogian la comida argentina y anticipan que pasarán a octavos de final. Carlos Morales y Gabriel Casasola agitan la escena para la foto de LA GACETA, a puro grito. El clásico guatemalteco interclubes (Municipal vs Comunicaciones) se mete en la charla, salpicada por referencias a Messi (“el mejor jugador de la historia”). Se calcula que 500 guatemaltecos llegarán en total a Santiago, entusiasmados por el fútbol y por otra potente realidad: llevan dólares en el bolsillo, todo les parece casi regalado.

Esa refrescante brisa mundialista es un oasis. El resto de la ciudad continúa con su ritmo habitual. Muy distinto a lo que se vive, al mismo tiempo, en Las Termas de Río Hondo por la presencia del Turismo Carretera. Todo ese movimiento, ese entusiasmo tan propio de los fanáticos “fierreros”, se extraña en la previa del Sub-20. Al menos al estadio no le faltará público, porque hubo un generoso reparto de entradas para estudiantes de primaria y secundaria y también para que los clubes distribuyan entre los chicos de las inferiores. Al mediodía empezaron a llegar los ómnibus colmados de niños, todos entonando las canciones de la selección.

Habrá que medir con cuidado el impacto económico del Mundial sobre Santiago. La “marca provincia” y la proyección internacional no se discuten; en cuanto al flujo de divisas, la ocupación hotelera y el movimiento gastronómico… Esa es otra historia, que muchos miran con escepticismo. Ni siquiera se nota un aluvión de venta ambulante o de choripaneros al paso. En la ruta, viajando desde Tucumán, no se desplegaron publicidades ni cartelería alusiva al Mundial. ¿Tendrá que ver con la velocidad a la que todo debió organizarse?

El Mundial Sub-20, este torneo que había salido de radar y al que la muñeca política de la AFA metió como por arte de magia en la agenda de los argentinos, está listo para arrancar. Santiago del Estero, ya un clásico en la geografía deportiva nacional, es un anfitrión que necesitará inyectarle combustible a la alegría. No estarán Messi ni la Scaloneta, pero hay una selección de todos en el centro de la escena. A esta historia que recién comienza le está faltando pimienta.

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