Una obra extraordinaria y un autor imposible de encasillar

Una obra extraordinaria y un autor imposible de encasillar

Para muchos, Abel Posse fue un hombre enigmático, indescifrable. Un diplomático políticamente incorrecto en sus intervenciones públicas. El final de su carrera en el servicio exterior llegó por un encontronazo con Néstor Kirchner en la etapa inicial de su gobierno. Su última incursión en la función pública terminó, luego de una gestión de solo 12 días, con su abrupta renuncia como ministro de Educación del gobierno capitalino de Mauricio Macri, ante la resistencia de los gremios por sus duras declaraciones. Una parte influyente del mundillo literario impulsó su proscripción. Autor de libros elegíacos sobre Eva Perón y el Che Guevara, censurado por el franquismo, denunciante temprano de las falacias soviéticas y feroz impugnador de la globalización mercantilista, dueño de una visión cosmopolita y un espíritu nacionalista, heredero y hereje de la gran narrativa hispanoamericana, admirador de los hombres que buscaron lo absoluto, nostálgico de la desmesura renacentista y del coraje extremo, apasionado por la pluma y por la espada, inapresable frente a cualquier reduccionismo ideológico o estético.

Elogiado por colegas extranjeros como Carlos Fuentes, Severo Sarduy, Alfredo Bryce Echenyque o Camilo José Cela, fue un escritor incómodo para la mayoría de sus connacionales. Trabó relación con algunos de ellos –Borges, Mujica Láinez y Sabato, entre otros- pero se sentía, y lo era en cierta medida, un marginal de nuestra literatura.

En una de las entrevistas más difíciles que hice en mi vida, hablamos sobre el suicidio de su único hijo, a raíz de la publicación del libro en el que pone palabras al mayor dolor. “Lo que resulta desolador –me dijo- es percibir las cosas que quedaron, las pertenencias que también empiezan a morir. Unos zapatos que comienzan a arquearse por la calefacción y la falta de uso, una raqueta condenada a la inmovilidad, una lapicera sin su capuchón, una camisa con un cuello que se aplasta por el peso de lo ausente”.

En nuestro último intercambio de mails me envió un fragmento inédito de la novela que estaba escribiendo y que compartimos en esta edición. Murió el escritor, queda una obra extraordinaria.

© LA GACETA

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